Revista mensual de publicación en Internet
Número 43º - Agosto 2.003


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Oda a la marcha de un músico
Sección del apócrifo (humor-tragedia)

Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.

Algo se muere en el alma... cuando un amigo se va lejos.

Aunque parezca raro aún en el siglo XXI es posible encontrar historias reales que pueden ser consideradas autenticas aventuras épicas de la antigüedad. Por supuesto tenemos todos los ingredientes necesarios: muchos kilómetros de distancia, tierras desconocidas, otras culturas,... El tiempo nos dirá cómo terminará.

Finales de agosto, una cálida maZana en la costa mediterránea. El aeropuerto presenta el bullicio normal en esas fechas. Los paneles de información no paran de cambiar. Hasta que aparece el mensaje que estábamos esperando. Es la hora.

Este es el comienzo de una aventura que en realidad lleva muchos aZos de recorrido y que ahora simplemente llega a otra etapa más. Parece que fue ayer la primera vez que los dedos pequeZos de un niZo se posaban en las teclas de un piano, esos mismos dedos que ahora no dudan y derrochan destreza en la ejecución de piezas de máxima complejidad.

Reconozco (como lo he hecho en tantísimas ocasiones) que no soy el más indicado para hablar de destreza y complejidad en el tema de piano. Pero recuerdo un montón de conciertos privados en los que salían a la luz composiciones inéditas que nunca nadie había oído antes. Lo único que se me ocurría decir es "ha sonado muy fuerte" o "mueves los dedos muy rápido". La verdad es que como crítico de música no tengo precio. Nunca mejor dicho.

Desde aquellos tiempos en los que nos gustaba soZar despierto y hacer planes de futuro en los que entraban todo tipo de ilusiones que no sabíamos si se cumplirían o no. Ahora todas esas ilusiones vuelven a visitarnos en forma de realidad. Es el momento de vivirlas.

Cuando el tiempo, ese juez inexorable al que no podemos escapar, nos ponga en el lugar que nos corresponda podremos decir si hemos estado a la altura de las expectativas. Podremos hacer balance de lo bueno y lo malo, de lo que hemos ganado y de lo que hemos dejado por el camino. En ese momento sabremos si ha merecido la pena.

Por la megafonía del aeropuerto una voz femenina anuncia que los viajeros tienen que embarcar o el avión se va sin ellos. Es el momento de la despedida. Nos miramos a los ojos y nos decimos todas esas cosas que sólo pueden decirse con una mirada. En unos pocos segundos se suceden ante nuestros ojos todas esas experiencias que nos han llevado hasta este momento. Las alegrías, las penas, las victorias, las derrotas, las conquistas,... Todo eso a lo que en conjunto llamamos vida.

Se dejan las maletas en la cinta transportadora. El detector de metales da la luz verde y ya podemos (puede, sólo se va uno) seguir adelante. A pesar de que sólo nos separa un mostrador en realidad es todo un océano lo que se interpone entre nosotros. Pasará mucho tiempo hasta que podamos volver a vernos. Pero siempre podremos volver la vista atrás y recordar lo que hemos andado.

Salimos de la terminal y buscamos el avión que se va tan lejos. Lentamente se coloca en posición y empieza a cobrar velocidad. Las ruedas se despegan del suelo y finalmente el pajaro metálico desaparece en la lejanía. Te has ido. Pero volverás, que es lo que importa.