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CAVALLERIA RUSTICANA---PAGLIACCI Por Cesidio Niño. Jefe de Producción de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO). Macerata, 6 de agosto 2003. Macerata, está situada en la región de Las Marcas, (Italia). Cada verano, tiene allí lugar un festival de verano al aire libre que se celebra en el Sferisterio, una especie de anfiteatro romano, construído a finales del siglo XVIII, curiosamente como lugar para jugar al frontón. Con la nueva dirección artistica de la fundación que ahora preside la soprano Katia Ricciarelli, y que algunos siguen llamando Katiuska, que es su verdadero nombre de pila, las cosas en principio, parece no haber cambiado mucho, y digo esto a tenor de lo que reseñaré a continuación de las dos funciones que que dan título a este escrito. A las 21,30 de la noche, el Sol comenzaba a declinar. Pero aún, unas bocanadas de calor recorrían los espacios abiertos y abarrotados de espectadores del Sferisterio. La velada daba inicio con la popular ópera de Pietro Mascagni “Cavalleria Rusticana”, ópera de la que poco hay que explicar. Su escucha y visión siempre es un regocijo para el gran aficionado y el que no es tanto. En esta ocasión se presentaba como Director de escena, el otrora famoso actor y cantante Massimo Ranieri, que el Señor confunda en estos menesteres. Su concepción de tan deliciosa ópera, fue un total despliegue de ideas incoherentes, que en muchos casos (escena delante de la iglesia Lola, quitándole la camisa a Turiddu) rozaba el más pleno de los ridiculos, y que el público así se lo hizo saber con protestas. El movimiento de personajes, estuvo ajustado y la iluminación (Franco Ferrari) estuvo un tanto pobre y desangelada. Un vestuarío discreto a cargo Naná Cechi, y una escenografía de Roberto Francia, que consistía en unos pocos elementos de escena y en unas grandes alfombras pintadas en varios colores que caían de las varas hacía el espacio del escenario despues de la Siciliana. Vocalmente esta CAVALLERIA...fue un suplicio. Gustavo Porta fue un Turiddu, Pobre, sin garra, con falta de técnica, cantó sin gustó. Sus medios vocales, desde luego, no son para este tipo de personajes. La Siciliana, la estropeó. El dúo con Santuzza, lo exageró y el final con su madre, es mejor olvidarlo. Claro, que el resto de los personajes no es para decir menos. Mamma Lucia que cantó Patricia Borromei, fue sencillamente bochonorsa. Alberto Mastromarino, configuró un Alfio, muy muy discreto. La Lola de Marianna Rosa Cappeññani, sin más. Y Anna Maria Chiuri,.........pues.........hizo una Santuzza, que actoralmente estuvo bien, pero claro, vocalmente, fue un desastre. Sus graves, lo más “bonito” y el resto pues para olvidar. La orquesta dirigida por PierGiorgo Morandi, no mostró esos matices tan dramáticos que tiene la partitura de Mascagni y desde luego no puso los pelos de punta. El coro estuvo muy flojo. Con PAGLIACCI, las cosas cambiarón. Todo el equipo creativo era el mismo. Sin embargo, concibierón esta ópera de Ruggero Leoncavallo, de forma más rica. Trasladarón la ópera a los años del Charleston. Aqui el vestuarió pobre y descolorido de la Cavalleria se transformó, en grandes trajes a colores y vivos complementos, que la figuración a ambos lados de la escena y despues de bajarse de lujoses coches negros y como meros espectadores se sentaban y veían el discurrir de la historía veraz, que el propio compositor vivió mientras su padre trabaja como juez. Una boda. El coro es el invitado a la boda y a él se van uniendo el pueblo que ve como se acerca la caravana de payasos y que son los que ven y viven el drama. Una gran carroza, que se articulaba mecanicamente de despiega y en ella transcurre toda la historía. Aqui PierGiorgo Morandi, sacá más partido a la orquesta Filarmonica Marchigiana. El Coro Lirico Vicenzo Bellini, canta copn mayor aplomo y empaste. Alberto Mastromarino, repitió. Esta vez su Tonio y Prologo, también tuvierón mayor empaque, sin rasgarse las vestiduras. Silvano Malandra y Giorgo Caoduro como Peppe y Silvio, estuvierón maravillosos. Lo mejor de la noche y on latisima diferencia fuerón Nicola Martinucci y Amarilli Nizza. El primero, conserva aún un poderoso timbre, con unos agudos seguros, limpios, y que hizo un Canio, torturado desde el primer instante. La soprano, conocida ya, sobre todo en Italia, tiene un timbre aterciopelado. Canta con mucho gusto y aunque le va más, desde mi punto de vista, el bel canto puro, confeccionó una Nedda, muy lirica y rica en matices. Su aría, fue de una exquisitez sin limites y sus duós con Silvio y Canio fuerón de poner los pelos en punta.
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