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Payaso accidentado
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee
su curriculum.
Pierrto lunaire. Ciclo de canciones para voz y conjunto de cámara Op. 21. Música de Arnold Schönberg y poemas de Albert Giraud traducidos al alemán por Otto Erich Hartleben, Ana Efraty, soprano. Miembros de la Staatskapelle de Berlin. Director musical: Daniel Barenboim. Director de escena: Peter Mussbach. Teatro Real, 15 de julio de 2003. Como cierre de un taller dirigido por Peter Mussbach, Daniel Barenboim e Isabel Mundry, se ha ofrecido en el Teatro Real una velada musical con la genial obra de Arnold Schönberg Pierrot lunaire, uno de los grandes monumentos musicales del siglo XX. El público madrileño, que suele dar la espalda a la música del último siglo, llenó el Real atraído por el nombre del director. Muchos inadvertidos pudieron así descubrir una música maravillosa. Actualmente tienen mayor atractivo los divos que las obras maestras. La versión me pareció poco convincente. La soprano fue más cantante que recitadora y no supo encontrar el punto adecuado al Sprechgesang. Además, su voz, bella, precisa y delicada, fue escasa para las dimensiones del Teatro Real y el grupo instrumental la eclipsó completamente de modo que no se pudo entender ni una palabra del texto. Los profesores tocaron también con un sonido muy bonito, demasiado bonito tal vez para lo que conviene a esta obra tan incisiva. A mi modo de ver, la interpretación estuvo más cerca del impresionismo que del expresionismo. El maestro Barenboim condujo los tiempos con cierta monotonía y lentitud, optando antes por la continuidad que por el contraste entre los números. La propuesta visual de Peter Mussbach fue austera e interesante, haciendo al Pierrot merodear en torno a la carrocería de un coche estrellado, como víctima espectral de un accidente. El punto más débil estuvo en la desacertada iluminación. La función constituyó una curiosa experiencia y supone la ampliación de las propuesta del Teatro Real. Aunque probablemente se inserta en el trabajo que actualmente desarrolla Barenboim en torno a la música de Arnold Schönberg y fuera un capricho suyo completamente personal, sería de esperar que no quedara como un hecho aislado. Naturalmente hubo lleno. Los aplausos fueron corteses y algo sorprendidos por la obra y su contundente brevedad porque muchos desconocían que es lo que iban a escuchar.
(Fotografía
de Javier del Real)
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