|
|
Rossini galático
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Semiramide. Melodrama trágico en dos actos.
Música de
Gioachino Rossini. Libreto de Gaetano Rossi, basado en la tragedia de
Voltaire. Ángeles Blancas (Semiramide); Daniela Barcellona (Arsace); Ildar
Abdrazakov (Azur); Antonio Siragusa (Idreno); María José Suárez (Azema);
Felipe Bou (Oroe); Eduardo Santamaría (Mitrane); Ricardo Ferrari (El
espectro). Coro y Orquesta titular del Teatro Real. Director musical:
Alberto Zedda. Director de escena: Dieter Kaegi. Figurinista y
escenógrafo: William Orlandi. Teatro Real, Madrid, 11 al 30 de abril de
2004. Nueva producción del Teatro Real, el Festival Rossini de Pésaro, el
Gran Teatro del Liceo de Barcelona y el Teatro Regio de Turín.
El
Teatro Real de Madrid en abril ha homenajeado a Rossini con un
interesante simposio, un concierto y dos óperas. Junto a Semiramide,
anunciada desde en la programación, se han ofrecido cuatro funciones de
Il viaggio a Reims. Todo ello ha constituido una oferta interesante y
coherente. Semiramide es una tragedia histórica ambientada en
Babilonia, inspirada en Voltaire. La podemos situar, argumentalmente
hablando, entre las grandes alegorías barrocas y los intensos psicodramas
que más avanzado el siglo. La grandilocuencia de la pieza destacada a
través de la puesta en escena de
Dieter
Kaegi, así como en los decorados y en los trajes futuristas de William
Orlandi. Todo recuerda algo a la estética espacial de La Guerra de las
Galaxias. La propuesta invita a la reflexión sobre la intemporalidad
de lo legendario o el eterno retorno. Curiosamente el anacronismo aún
sorprende a determinados sectores del público madrileño. Las imágenes eran
espectaculares, pero tal vez no tanto como cabría imaginar los legendarios
Jardines Colgantes de Babilonia o el Templo de Baal. La música de Rossini
es magistral, centrada el el bel canto con una interminable
sucesión de alardes vocales que culminan cerca del final en una gran
pirotecnia melódica. Los cantantes dominaron con agilidad y holgura los
peliagudos escollos, haciendo admirables malabarismos vocales. Ángeles
Blancas estuvo muy bien como Semiramide, a quien supo dotar del suficiente
acento trágico. Excelente fue la intervención de Daniela Barcellona en el
papel masculino de Arsace, heredado de los desparecidos castrados. Felipe
Bou reflejó su poderío encarnando al artero Oroe. Igualmente brillaron los
demás artistas del elenco: Ildar Abdrazakov, Antonio Siragusa, María José
Suárez, Eduardo Santamaría y Riccardo Ferrari. El veterano Zedda, experto
rossiniano y autor con Philipp Gossett de la edición crítica de la
partitura, ofreció una versión fluida. Esta obra fue recuperada el pasado
verano en el Festival de Pésaro, tras permanecer eclipsada por sus
hermanas más jocosas. Además ha recuperado ahora el trágico final de
Semiramide, involuntariamente muerta a manos de su hijo, suprimido durante
años para dulcificar el desenlace. Las representaciones han sido de
calidad y lo mejor de todo, el virtuosismo vocal del reparto, superior, en
general, a la emoción que transmite esta tragedia. (Fotografía de Javier del Real)
|