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Bailar en la luz
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Compañía Nacional de Danza. Director: Nacho Duato. Workwithinwork. Coreografía de William Forsythe. Música de Luciano Berio. Falling Angels. Coreografía de Jirí Kylián. Música de Steve Reich. Percusionistas: Ricardo Valle, Juan José Rubio, Esaú Borreda, José Manuel Llorens. White Darkness. Coreografía de Nacho Duato. Música de Karl Jenkins. Orquesta sinfónica de Madrid. Director: Pedro Alcalde. Teatro Real, Madrid, 25 a 29 de mayo de 2004. La oscuridad del fin de siglo ha sido, de alguna manera, uno de los hilos conductores de este triple programa presentado por la Compañía Nacional de Danza; una oscuridad fría e intensa, crepuscular. Nacho Duato, siempre atento a las novedades del panorama internacional, ha montado interesantes coreografías de Forsythe y Kylián, a las que a sumado la recuperación de una suya de hace tres años. Entre ese pesimismo algo apocalíptico, retengo una imagen bellísima: la escena de Falling Angels en la que cuerpo de baile y solista danza entrando desde la oscuridad en una cortina de luz. Esta pieza de Jirí Kylián con música de Steve Reich fue la más vital, aplaudida y antigua de las presentadas. Quince años ha cumplido, desde que fue estrenada por el Nederlands Dans Theater en 1989, cuando Duato militaba en sus filas. Descubro otro hilo conductor en este último trabajo de la Compañía Nacional de Danza, relacionado con las inquietudes e investigaciones de su director: la exploración de las formas musicales a través del movimiento. Es una exploración que ya ha dado excelentes frutos. En este programa el trabajo en torno a la polrritmia es evidente en Falling Angels, donde la música de Steve Reich, interpretada en directo por cuatro excelentes percusionistas, tiene una gran presencia. El ritmo y los desfases de Drumming, obra de referencia entre percusionistas y todo un clásico del movimiento repetitivo, se plasman en una bella geometría del movimiento, en una coreografía matemática, cuyas consecuencias pudimos reconocer al final de la sesión en ciertos pasos de White Darkness. En cambio, la primera pieza, workwithinwork, de Forsythe, profundiza en las combinaciones contrapuntísticas sugeridas por los Duetti para 2 violines, vol. 1, del inolvidable Luciano Berio. El rigor y la ironía presentes en la partitura rse resuelven en una danza vertiginosa, frenética y enloquecida, desarrollada a través de un lenguaje personalísimo, pero lleno de puntas y referencias a la tradición académica. El resultado de esta pieza, estrenada en 1998 por el Ballet de Frankfurt, es un delirio repleto de sensatez, donde cada gesto tiene una lógica ineluctable. Es una filigrana de virtuosismo, compuesta por el encadenamiento de escenas variadísimas sugeridas por los dúos para violín. Lástima que en esta impresionante pieza no se interpretara la música de Berio en directo. La grabación y el sonido no estuvieron a la altura del trabajo dificilísimo de todos los bailarines que intervinieron. La iluminación austera y eficaz, firmada por el mismo coreógrafo, dotó de mayor intensidad si cabe a la actuación. Para redondear el programa, se recuperó White Darkness, pieza compuesta hace tres años por Nacho Duato, como reflexión en torno a drogas y sus consecuencias sobre las personas y sus relaciones con los demás. Se trata por lo tanto de una pieza más narrativa que las anteriores, en la cual las líneas melódicas y la discursividad constituyen una referencia central, tomada de la música algo superficial de Karl Jenkins, que estuvo perfectamente servida en vivo por la Orquesta Sinfónica de Madrid con Pedro Alcalde a la batuta. La obra sintetiza aciertos de anteriores investigaciones, cuya mirada estuvo presente asimismo en las dos piezas de la velada. La fantasía visual y espacial de Nacho Duato quedó perfectamente testimoniada, así como su interés por sumergirse en las profundidades del alma humana. Una vez más pudimos constatar la versatilidad de Duato, que despliega una impresionante y excelente labor no solo como creador, sino también como director de la compañía. El estreno fue acogido con una cierta e inmerecida frialdad por parte del público, aunque durante la velada la temperatura fue subiendo algunos grados, gracias a la excelente tarea de los artistas. (Fotografía de Javier del Real)
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