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Pensamiento musical contemporáneo (III): HAUSER
Por
David Martín Sánchez, (Licenciado en Historia y Ciencias de la Música,
Ávila).
Arnold Hauser
Arnold Hauser (Budapest, 1892 – id. 1978) es representante de la
sociología del arte, corriente que relaciona las manifestaciones
artísticas con los acontecimientos socioeconómicos, “el lado social de los
hechos estéticos y artísticos”; tuvo gran desarrollo en los siglos XIX y
XX, ampliando su campo de trabajo hacia el lugar del artista y su obra en
la sociedad.
Según Fubini las teorías
estético-musicales de orientación sociológica se derivaron todas del
positivismo -sistema de pensamiento que buscaba la utilización del método
científico para las disciplinas humanísticas y que defendía la idea de que
sólo se puede estudiar lo que se percibe al no poderse desvincular lo
físico de lo intelectual-, dando lugar a diferentes corrientes en
distintas direcciones (ideológicas, filosóficas, estéticas). Por otro lado
señala también que la sociología de la música ha existido siempre aunque
en sentido estricto data de la segunda mitad del XIX, junto con la
musicología y el positivismo.[1]
Según Sadie[2]
se pueden distinguir tres escuelas principales en la sociología de la
música: una de ellas es la empirista o positivista, que se
concentra en el contexto y la función de la música en la sociedad; en
segundo lugar encontramos el idealismo histórico hegeliano, con
Adorno como principal exponente y que desarrolló una teoría del “estándar
musical”, según la cual la música más avanzada de una cultura representa a
la sociedad misma, de la que es una descripción estética. En tercer lugar,
una corriente asociada al marxismo o al materialismo histórico cuya
figura principal es Hanns Eisler, quien considera los cambios en la música
como un resultado de los cambios de ésta en su papel económico y social.
Hauser se enmarcaría en
esta última corriente por ser un ensayista de estética e historia de las
artes, heredero de la metodología marxista que defendía la teoría del
reflejo isomórfico, consistente en que el arte reproduce manifestaciones
de la vida social. Defiende que debemos interpretar el arte en función de
nuestras aspiraciones y siempre contemplando al hombre como miembro de una
colectividad. Desde su punto de vista utilizamos las obras de arte para
explicar nuestras formas de vida y las interpretamos según nuestro
interés. Cada generación las interpreta de manera distinta, sin que ningún
punto de vista pueda ser considerado más acertado que otro, de forma que
la sucesiva acumulación de interpretaciones pase a la siguiente
generación.
A la hora de
analizar la obra de arte en el contexto de la producción de un artista hay
que tener en cuenta que éste va pasando por diferentes etapas, en cada una
de las cuales habrá tenido diferentes valores estéticos.
Por otro lado
admite la crítica que se puede hacer a la interpretación sociológica,
consistente en que “una obra de arte constituye un sistema autónomo,
cerrado y concluso en sí mismo” sin que sea necesario explicarla o
justificarla a través del contexto en que se ha creado aunque resulta
paradójico que para entender o acercarse al arte sea necesario
desentenderse de la realidad puesto que “todo arte auténtico nos retorna a
la realidad”.
La obra de arte
puede quedarse en un mero vehículo para comunicar un mensaje o, por el
contrario, puede ser un fin en sí misma, siendo el contexto social el que
dé lugar a la creación de ésta, que podrá tener o no valor, es decir, una
misma situación social puede dar lugar a una obra con valor artístico o
sin él puesto que la situación política de libertad u opresión no es
determinante en la calidad de una obra de arte, al tiempo que los
criterios sociológicos no permiten decidir qué obras son de calidad y
cuales no porque se generan múltiples criterios de valoración.
Otro de los
problemas que plantea esta interpretación sociológica radica en la
comprensión de la obra -que vendrá determinada por la formación del
público que la recibe- de manera que el público no formado podrá regirse
por diversos criterios no artísticos para valorar una producción
artística; así habría que distinguir entre calidad y popularidad de la
obra artística, no ofreciendo soluciones la sociología.
En la cuestión
de la comprensión, la historia del arte y la historia social del arte se
ayudan la una a la otra debido a que el cambio de estilo se produce cuando
una forma no puede expresar el espíritu de la época en que nació. Las
condiciones del cambio vendrán determinadas por la situación social.
Al hablar de la
ideología en la historia del arte, Hauser señala que las construcciones
“del espíritu” -como la religión, la filosofía, la ciencia o el arte-,
están a cierta distancia de su origen social aunque es el arte la
“construcción” que más se relaciona con su contexto social al poder ser
utilizado más fácilmente como arma ideológica. Una obra de arte no podrá
ser considerada “exacta o inexacta”, ni como verdad o error, puesto que el
problema de la relatividad no llega a plantearse en el arte al ser en sí
mismo parcial, lo cual no nos permite negarle cualquier pretensión de
verdad.
El arte se
esfuerza en la solución de problemas formales en cada uno de los periodos
por los que ha pasado, teniendo en cuenta que en todos los cambios de
estilo que se han producido en la historia el impulso siempre ha procedido
del exterior. Con el transcurso del tiempo toda cultura social arraigada
siente la necesidad de renovar sus formas al tiempo que siente una
resistencia intuitiva a su modificación.
Otro aspecto
importante es que en la mayoría de los casos el artista no tiene
conciencia de las ideas sociales a las que da expresión porque están
implícitas en el contexto en el que realiza su creación al igual que
tampoco puede afirmarse que las ideologías o el momento histórico
condicionen de manera decisiva el resultado en todas las artes. “Las obras
de arte sobreviven al contexto histórico-social en que fueron creadas”, lo
cual está en consonancia con el pensamiento de Marx de que las obras del
espíritu muestran la capacidad y la tendencia a desvincularse de su origen
y seguir un camino propio, o incluso convertirse en punto de partida de
otras obras. Tampoco puede hablarse de “progreso” en sentido estricto
puesto que cada obra de arte es única y no puede compararse con las
anteriores, de forma que las interpretaciones de una generación no sólo no
son vinculantes para la siguiente sino que suelen ser rechazadas por ésta.
Hauser ejerce
una crítica al formalismo porque por perfecta que sea una forma, carece de
sentido si no cuenta con un mensaje determinado y no comparte que las
formas tengan entidad y justificación por sí mismas. También está en
contra de la teoría de “l´art pour l´art” al no compartir que el arte se
justifique por sí mismo sino que debe servir a un contexto social en el
que ha sido creado.
Del marxismo heredó la
preocupación por cuestionarse si todo el arte tiene un mensaje sin olvidar
que las manifestaciones culturales hay que ponerlas en relación con la
base social y económica (“infraestructura”, en términos de Marx) en que
aparecieron.
La idea central de su
teoría consiste en que la obra de arte siempre cumple una función social,
incluso cuando se la presenta como si tuviera existencia por sí misma
aunque es consciente también de que el arte puede utilizarse como elemento
propagandístico y afirma que siempre persigue un fin práctico. Desde el
punto de vista de la sociología el arte no sólo tiene límites externos
–por estar condicionado socialmente- sino que también tiene límites
internos al no ser la calidad de la obra un valor cuantificable; por esta
razón el papel de la sociología debe ser el de señalar el origen de los
elementos ideológicos contenidos en dicha obra, lo que se explica por el
hecho de que la sociología del arte defiende que, partiendo de las
condiciones sociales en las que se produjo la obra, se pueden extraer
consecuencias respecto a su perfección.
Por último señalar que en
sus textos parece como si en lugar de defender la teoría sociológica
prefiriera mostrar sus limitaciones (como cuando señala que esta teoría
intenta reducir a elementos simples un objeto complejo) aunque reconoce
que no sólo la práctica sino también la interpretación del arte dependen
de un “movimiento cultural” de forma que las valoraciones y revisiones de
la historia del arte sufren un condicionamiento ideológico.
BIBLIOGRAFÍA
·
BOZAL,
Valeriano (Ed.): Historia de las ideas estéticas y de las teorías
artísticas contemporáneas, Ed. Visor, La Balsa de la medusa, Madrid,
1996, Vol.
II, pp.
189-201.
·
HAUSER,
Arnold: Introducción a la Historia del arte, Guadarrama, Madrid,
1961 [1957].
·
SOURIAU,
Anne: “Sociológica, Estética”, en
SOURIAU,
Etienne: Diccionario Akal de Estética, Akal, Madrid, 1998 [1990].
·
SOURIAU,
Etienne: “Estética” en
Diccionario Akal de Estética,
Akal, Madrid, 1998 [1990].
·
SPARSHOTT,
F. E.: “Aesthetics of music”, en SADIE, Stanley (Ed.): The New Grove
Dictionary of Music and Musicians, Macmillan, Londres, 1980.
·
WILL,
Patrick T.: “Sociología de la música”, en RANDEL, Don: Diccionario
Harvard de la música, Alianza, Madrid, 1997 [1986]
NOTAS
[1]
FUBINI, Enrico:
La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX,
Alianza, Madrid, 1999 [1976] p. 34.
[2]
SADIE, Stanley (Ed.): “Sociología de la música”, en Diccionario
Akal/Grove de la música, Akal, Madrid, 2000 [1988], p. 942.
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