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Magia en el oratorio
Por
Víctor Pliego de Andrés. Lee su
curriculum.
Il
trionfo del Tempo e del Disinganno. Oratorio in due parti.
Música de
Georg Friedrich Haendel. Libreto de Bendetto Pamphili. Verónica Cangemi,
Anna Bonitatibus, Natalie Stutzmann, Christophe Einhorn. Les Musicien du
Louvre. Director: Marc Minkowski. Festival de Verano. Teatro Real de
Madrid, 24 de junio de 2004.
El oratorio es un género poco habitual en Madrid. En este concierto hemos saboreado una preciosa interpretación de un temprano oratorio de Haendel, compuesto por el maestro en Roma a la edad de veintidós años. Es una música exuberante, llena de fantasía y fuerza. Minkowski grabó esta música hace dieciséis años con sus Músicos del Louvre y dirigió en Madrid una versión que encarnó a la perfección el ímpetu de aquel joven compositor. Estuvo atento a una dinámica espectacular y a un consumado ajuste entre todos los intérpretes, voces e instrumentos. Dominó soberbiamente toda la ejecución, aunque puso en aprietos a los solistas en los pasajes más rápidos, intencionadamente e incluso con cierta fruición. La furia trepidante convivió con momentos de enorme emoción y sensibilidad. Hubo mucha magia y arte grande en esta sesión. Ayudaron las innumerables sutilezas en los contrastes, las pausas, los silencios, en las secretas articulaciones. Fue una velada memorables y un éxito tan clamoroso como merecido. Todos los intérpretes fueron sobresalientes: el continuo, los violines, las faltas, los oboes... Los cantantes mostraron voces y personalidades distintas, pero estuvieron musicalmente compenetrados y fueron impresionantes. La soprano argentina Verónica Cangemi despuntó con la agilidad, brillantez y sensibilidad de su interpretación. Terminó conmocionando a todos, apuntando las lágrimas en sus ojos, reforzando un momento de máxima tensión que demoró maravillosamente la explosión de los aplausos finales. Anna Bonitatibus también tuvo momentos vibrantes. Hizo un uso escalofriante de su media voz y bordó su interpretación de Lascia la spina, precursora de la celebérrima aria Lascia ch’io pianga que aparece en Rinaldo, ambas inspiradas en la zarabanda de Alamira. También pudimos disfrutar de la excepcional sensibilidad y registro de la contralto Natalie Stutzmann, un verdadero prodigio de la naturaleza. El tenor Christhophe Einhorn suplió al que estaba anunciado, de baja por enfermedad. Hizo un buen trabajo sin llegar a la excelsa altura de sus compañeras femeninas. Una versión como la que pudimos escuchar no se improvisa. Es fruto de muchos años de contacto entre los músicos y las notas.
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