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TANCREDI EN OVIEDO
Oviedo, Teatro Campoamor. 16 de octubre de 2004. Rossini: Tancredi. D.
Barcellona, M. Cantarero, G. Kunde, D. Menéndez, A. Popescu, S. Cordón.
Coro de la Generalidad Valenciana. Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo
(OSCO). Dir. musical: Alberto Zedda. Dir. de escena: Massimo Gasparon.
Siguiendo la tradición iniciada en 2001 con La Italiana en Argel,
y continuada en 2002 con Il Turco in Italia, el Teatro Campoamor
ha vuelto a poner en escena un título rossiniano, respondiendo a un cierto
"revival Rossini" de los últimos años, tras tantas décadas en que
solamente se programaba El Barbero de Sevilla. En esta ocasión el
título elegido fue la infrecuente Tancredi, ópera seria (no bufa)
que supuso el primer éxito para el músico a sus 20 años de edad, y que hoy
día es recordado principalmente por su obertura y por el aria de entrada
de Tancredi, "Di tanti palpiti".
Como en las anteriores ocasiones, se contó con un equipo de cantantes de
entre lo mejor que ofrece el momento actual para Rossini, encabezados por
la mezzo Daniela Barcellona (quien también se había encargado en 2001 del
papel protagonista de La Italiana en Argel) en el rol masculino
de Tancredi. Aunque su actuación fue impecable, y su "Di tanti palpiti"
fue justamente ovacionada, con todo hay que decir que buena parte del
protagonismo se lo "robó", en el papel de Amenaide, la soprano española
Mariola Cantarero, un nombre que ha empezado a despuntar hace
relativamente poco tiempo, y que demuestra ya una técnica vocal y una
madurez interpretativa propia de las grandes, con agudos de gran limpieza,
una coloratura casi perfecta y un concepto del personaje de Amenaide donde
sabía acentuar su dulzura.
Como Orbazzano, el fracasado pretendiente de Amenaide, volvió a demostrar
su solvencia un habitual de este teatro, el barítono asturiano David
Menéndez, y nada hay que reprochar a Annamaria Popescu como Isaura ni a
Susana Cordón como Roggiero. Sí al tenor Gregory Kunde, que sustituía en
el papel de Argirio al previsto Raúl Giménez, y que fue vocalmente el
lunar de la representación, con una voz totalmente mate, sin ningún
brillo, aunque las notas sí las diera y escénicamente estuviera al menos
digno.
Para la dirección orquestal se contó, como en otras ocasiones, con un
reputado experto en Rossini como es el maestro Alberto Zedda, con una
dirección ágil, atenta a los diálogos (quizás sea el género cómico en el
que se desenvuelve mejor) a la que quizá se le podría pedir mayor grandeza
en algunos momentos pero que, con todo, estuvo a un nivel altísimo. Buen
rendimiento de la OSCO, superior a su nivel medio, y notable la actuación
del coro "de importación".
La partitura se dio con cortes y, como viene siendo habitual desde los
años 70, se prefirió el final trágico donde muere Tancredi (que es el
original escrito por Rossini, que en su día no tuvo éxito) antes que el
final "feliz" de la versión revisada.
La puesta en escena fue, junto a Kunde, lo menos bueno de esta función,
pues consistía en abundantes decorados de la Antigüedad Clásica (columnas,
arcos, etc.) que podrían estar sacados perfectamente del Idomeneo
de la temporada pasada, y también el vestuario era el propio de las
"películas de romanos", cuando en realidad la acción de Tancredi
se desarrolla hacia el año 1000 dC. Pero todo ello no empañó una velada de
muy buen nivel en conjunto, en la que la única nota triste la puso la
noticia del fallecimiento de Santiago Palés, el escenógrafo de la
Elektra que contemplamos el mes pasado.
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