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Número 57º - Octubre 2.004


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TANCREDI EN OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Oviedo, Teatro Campoamor. 16 de octubre de 2004. Rossini: Tancredi. D. Barcellona, M. Cantarero, G. Kunde, D. Menéndez, A. Popescu, S. Cordón. Coro de la Generalidad Valenciana. Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo (OSCO). Dir. musical: Alberto Zedda. Dir. de escena: Massimo Gasparon.


Siguiendo la tradición iniciada en 2001 con La Italiana en Argel, y continuada en 2002 con Il Turco in Italia, el Teatro Campoamor ha vuelto a poner en escena un título rossiniano, respondiendo a un cierto "revival Rossini" de los últimos años, tras tantas décadas en que solamente se programaba El Barbero de Sevilla. En esta ocasión el título elegido fue la infrecuente Tancredi, ópera seria (no bufa) que supuso el primer éxito para el músico a sus 20 años de edad, y que hoy día es recordado principalmente por su obertura y por el aria de entrada de Tancredi, "Di tanti palpiti".

Como en las anteriores ocasiones, se contó con un equipo de cantantes de entre lo mejor que ofrece el momento actual para Rossini, encabezados por la mezzo Daniela Barcellona (quien también se había encargado en 2001 del papel protagonista de La Italiana en Argel) en el rol masculino de Tancredi. Aunque su actuación fue impecable, y su "Di tanti palpiti" fue justamente ovacionada, con todo hay que decir que buena parte del protagonismo se lo "robó", en el papel de Amenaide, la soprano española Mariola Cantarero, un nombre que ha empezado a despuntar hace relativamente poco tiempo, y que demuestra ya una técnica vocal y una madurez interpretativa propia de las grandes, con agudos de gran limpieza, una coloratura casi perfecta y un concepto del personaje de Amenaide donde sabía acentuar su dulzura.

Como Orbazzano, el fracasado pretendiente de Amenaide, volvió a demostrar su solvencia un habitual de este teatro, el barítono asturiano David Menéndez, y nada hay que reprochar a Annamaria Popescu como Isaura ni a Susana Cordón como Roggiero. Sí al tenor Gregory Kunde, que sustituía en el papel de Argirio al previsto Raúl Giménez, y que fue vocalmente el lunar de la representación, con una voz totalmente mate, sin ningún brillo, aunque las notas sí las diera y escénicamente estuviera al menos digno.

Para la dirección orquestal se contó, como en otras ocasiones, con un reputado experto en Rossini como es el maestro Alberto Zedda, con una dirección ágil, atenta a los diálogos (quizás sea el género cómico en el que se desenvuelve mejor) a la que quizá se le podría pedir mayor grandeza en algunos momentos pero que, con todo, estuvo a un nivel altísimo. Buen rendimiento de la OSCO, superior a su nivel medio, y notable la actuación del coro "de importación".

La partitura se dio con cortes y, como viene siendo habitual desde los años 70, se prefirió el final trágico donde muere Tancredi (que es el original escrito por Rossini, que en su día no tuvo éxito) antes que el final "feliz" de la versión revisada.

La puesta en escena fue, junto a Kunde, lo menos bueno de esta función, pues consistía en abundantes decorados de la Antigüedad Clásica (columnas, arcos, etc.) que podrían estar sacados perfectamente del Idomeneo de la temporada pasada, y también el vestuario era el propio de las "películas de romanos", cuando en realidad la acción de Tancredi se desarrolla hacia el año 1000 dC. Pero todo ello no empañó una velada de muy buen nivel en conjunto, en la que la única nota triste la puso la noticia del fallecimiento de Santiago Palés, el escenógrafo de la Elektra que contemplamos el mes pasado.