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La música en el periodo de adaptación de Educación Infantil
Por Cristina Isabel Gallego García. Lee su curriculum. La asistencia a la escuela es para los niños y niñas un paso importante en el camino que les llevará a convertirse en adultos. Para muchos de ellos supone la primera salida del ámbito familiar: tienen que adaptarse a unos espacios desconocidos, a ritmos y rutinas nuevos, a compañeros y adultos con los que tendrán que establecer relaciones... El periodo de adaptación es aquel tramo de tiempo que dedicamos a vivir con nuestros niños/as todas las rupturas que supone su incorporación al centro educativo, comprendiéndoles en lo que sienten y apoyándoles en la búsqueda de soluciones positivas a los problemas que se plantean. Es a la vez un camino y un proceso; no todos los alumnos lo andarán con el mismo ritmo, es algo que tienen que realizar por sí mismos, una conquista personal y como tal hay que valorarla. No tiene una temporalidad fija; depende de cada niño, de sus circunstancias particulares, de la capacidad de la escuela para amoldarse a las peculiaridades y personalidad de cada alumno en concreto. La música les ayuda en este periodo de adaptación a crecer, madurar, afirmarse en su propia identidad, manifestar de forma espontánea sus sentimientos frente a la escuela y la separación familiar, e iniciar, de este modo, el conocimiento y la adaptación al mundo exterior. La planificación que hagamos para la entrada de los niños que acuden por primera vez a la escuela va a garantizar muchos éxitos futuros. Es fundamental que mantengamos una atención individualizada, reforzando la confianza del niño en si mismos y potenciando su autoestima, de modo que progresivamente vayan adquiriendo seguridad en sus propias capacidades y en el entorno que le rodea. Con la expresión musical conocemos las necesidades, características y peculiaridades de cada niño, respetamos los distintos ritmos, los integramos en el grupo-clase desarrollando su autonomía, establecemos una relación de confianza – seguridad entre familia y escuela... Las canciones, los juegos, las actividades, los cuentos musicales... que desarrollamos en nuestro aula les ayuda a aprenderse mi nombre y el de sus compañeros, reconocerse como parte integrante del grupo-clase, conocer nuestro aula, moverse libremente por ella utilizando objetos y materiales, familiarizándose con ellos, conocer a los demás alumnos, maestros y trabajadores del centro (conserjes, limpiadoras, cocineras, monitores...), expresar sus propios sentimientos hacia la escuela... Como son pequeños, no tienen un concepto claro de duración del tiempo, por eso lo estructuro internamente a través de actividades musicales y rutinas. Durante los primeros meses procuro seguir una rutina de actividades fijas de modo que los niños puedan acostumbrarse al ritmo de trabajo habitual. Los juegos musicales también les ayudan a familiarizarse con el espacio (paseamos por el centro, cantamos, bailamos...). Las actividades musicales también están encaminadas principalmente a favorecer la socialización, adquirir hábitos de cooperación y colaboración... Nuestra mascota siempre la presento con su canción. La despertamos por la mañana cuando llegamos a la clase cantándole su canción y con ella compartimos la aventura de aprender. Nos acompaña a lo largo del curso; todos los días la podemos encontrar en clase exceptuando el fin de semana, que viaja con un niño/a de la clase a su casa, favoreciendo así la relación familia-escuela. Trabajo los distintos ámbitos de Identidad y Autonomía Personal, Medio Físico y Social, Comunicación y Representación de forma globalizada, realizando siempre una gran variedad de actividades para que el aprendizaje sea más significativo. Con la expresión musical conozco su historia personal, su ambiente, sus sentimientos y así se sienten únicos. Fomento el juego libre, por su enorme valor en la elaboración de conflictos afectivos, sin olvidar los juegos organizados, las actividades colectivas... Voy observando como los niños se van adaptando a la escuela al: intercambiar objetos con los demás, jugar, cantar, bailar, moverse con independencia, participar en el grupo, expresar sus sentimientos, mostrar afecto, dirigirse a mí de manera espontánea, venir contentos a la escuela... Es importante que prestemos especial atención al modo de actuar de los niños, la forma de relacionarse con sus compañeros y sus actitudes ante el trabajo escolar, ya que esta primera observación podrá darnos la pauta de los problemas o dificultades de cada alumno en concreto y orientarnos en la consiguiente planificación del curso escolar. Vamos a ir identificando al grupo para así fundamentar nuestro trabajo posterior. Este periodo de adaptación se puede dar por terminado cuando se consiga una cierta estabilidad emocional en el grupo, asuman con más tranquilidad los momentos de separación y reencuentro con las familias, así como la totalidad del tiempo de estancia al centro. Pueden darse situaciones de regresión, pero no serán tales si los adultos que convivimos con ellos (padres y educadores) somos capaces de admitirlas y comprenderlas, asociándolas a procesos normales del desarrollo evolutivo que permiten reelaborar y reforzar situaciones aparentemente asimiladas o interiorizadas.
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