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EL "TRISTÁN" DE THIELEMANN
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
El gran éxito de
crítica y público del montaje de Tristán e Isolda que dirigió
Christian Thielemann en la Ópera de Viena el pasado 2003 ha dado origen a
la comercialización de la grabación sonora del mismo; dicha grabación se
ha convertido así en el primer drama musical wagneriano completo que se
publica bajo la batuta del aún joven maestro berlinés, considerado por
gran parte de los aficionados como el mejor director wagneriano de la
actualidad tras su revelación en Bayreuth el año 2000 con Los Maestros
Cantores.
Un proyecto anterior de la Deutsche Grammophon de grabar en estudio este
mismo título (Maestros) con un reparto de lujo entre los que se
encontraban los nombres de Terfel, Heppner y Quasthoff fue abandonado sin
más explicaciones; quizás para compensar esta frustración es por lo que la
DG ha decidido distribuir este registro, a pesar de no tratarse de una
producción propia, sino (tal como se indica en la información que acompaña
a los discos) de la propia Ópera de Viena, y grabada por los micrófonos de
la Radio Austríaca (ORF). Dada la tecnología que tienen actualmente las
emisoras de radio, la toma de sonido ha resultado de gran calidad, con
limpieza, claridad y la suficiente dinámica; queda, no obstante, la duda
de si los ingenieros de la DG hubieran conseguido algo aún superior.
El inconveniente de una producción de este tipo no es, en cualquier caso,
su toma de sonido, sino el tener que atenerse al reparto que canta la
producción de un teatro, sin la posibilidad de reunir en estudio un
reparto "all-star"; pero las discográficas están en crisis, el coste de
grabar una ópera en estudio es muy alto, y tales proyectos parece que
habrá que mirarlos como algo que sólo en el pasado fue posible; habrá que
ir pensando que el poner los micrófonos en un teatro y grabar una función
"tal cual" puede ser la única forma de que hoy día se siga grabando ópera;
incluso ni siquiera eso, no grabando nada propio, sino aprovechando lo ya
grabado por una emisora de radio, aunque ello ponga a la Deutsche
Grammophon a la misma altura que Orfeo d'Or. Por cierto, que el libreto
indica solamente "grabado en mayo de 2003" sin especificar día, lo que
puede querer dar la idea de que se han buscado las mejores tomas,
mezclando las de días distintos; por mi parte, no he conseguido descubrir
diferencias sustanciales con la función del 25 de mayo, día del estreno de
esta producción, transmitido por la ORF y que estaba disponible en los
habituales lugares de intercambios que pululan por Internet.
Pero antes de adelantar nada sobre el reparto, parece que se impone hablar
sobre la dirección, pues aquí "el director es la estrella". El estilo de
Thielemann bien puede reconocerse como "típicamente alemán": profundidad
de concepto, flexibilidad del tempo con uso abundante del rubato, uso de
la transición para que nunca se note un "cambio brusco", notas largas muy
prolongadas, contundencia en algunas explosiones sonoras... Con todo no se
queda Thielemann en un mero "Kapellmeister", pues tiene aportaciones
originales, y la que más llama la atención es la tímbrica tan sensual que
extrae de la orquesta, un verdadero prodigio de belleza sonora que nos
hace pensar en Carlos Kleiber o, quizá más aún, en como lo haría el
Karajan de los últimos años; parte del mérito corresponde, claro está, a
la propia orquesta, que es la Filarmónica de Viena con otro nombre. Es
posible, ciertamente, que tanta dulzura pueda llegar a ser empalagosa,
pero de momento esto no nos ha sucedido, después de escuchar varias veces
esta versión.
Después de un Preludio enormemente poético y delicado (claramente superior
al grabado por él mismo en 1997 para DG en un disco de Preludios y
Oberturas con la Orquesta de Filadelfia), el primer acto transcurre hasta
la bebida del filtro a un tempo muy lento, casi podría decirse que
letárgico, lo que supone una apuesta de elevado riesgo por parte del
director, pues podría originar el tedio en algún oyente. Sin embargo, es
digno de reseñarse cómo Thielemann (que sabe lo que se hace y parece
dominar la obra) consigue evitar este riesgo destacando detalles aquí y
allá, que mantienen el "suspense" dando la impresión de que algo grave
está a punto de suceder. A partir de la bebida, por el contrario, el tempo
se hace velocísimo y el final es casi enloquecido.
Los dos siguientes actos, dentro de un nivel alto, parecen ir de más a
menos, y así en el segundo aún advertimos algún detalle precioso (como que
la música inmediatamente anterior al encuentro de Tristán e Isolda -y que
es la misma que suena en el preludio del acto- imite los latidos de un
corazón) dentro de una concepción de tempi similar a la del primero:
estatismo en la escena inicial de Isolda y Brangäne, rapidez enloquecida
en el comienzo del dúo, de nuevo estatismo en la escena donde entra Marke...
También encontramos algún detalle que nos ha gustado menos, lo cual
tampoco tiene nada de extraño pues Thielemann aún es joven (45 años) y sin
duda irá mejorando con el tiempo; así, las explosiones sonoras que hay,
por ejemplo, al comienzo del dúo, nos parecen demasiado efectistas, como
buscando una grandiosidad "cósmica". Un recurso que también es usado en el
tercer acto, el cual es posiblemente el que se hace más pesado, tal vez
por pretender darle una atmósfera "recargada".
Buscando un sentido para el concepto de Thielemann (y aun admitiendo esto
como mera especulación personal) se nos ha ocurrido el de "la bebida del
filtro como un despertar a la realidad": lo anterior a la bebida no es el
mundo real, es un sueño donde Tristán e Isolda intentaban engañarse
mutuamente haciéndose creer que se odiaban, cuando ya estaban enamorados.
De ahí el tempo "letárgico", que también se aplica a Isolda cuando está
separada de Tristán en el segundo acto, la vida sin él no es la vida real.
Puede ser de interés el comparar la dirección de Thielemann con la de su
presunto rival actual entre los directores wagnerianos, Daniel Barenboim.
El Tristán grabado por el músico argentino en 1995 está
justamente considerado como su mayor logro como director en un estudio de
grabación, pues posee numerosas cualidades: la pasión desbordante; el
carácter conflictivo, "hirviente" de la obra llegando a veces casi hasta
la rabia o la histeria; la atención minuciosa a cada detalle, mimándolos
con una "morosidad" a la que no es ajena la sobresaliente prestación de la
Filarmónica de Berlín; la capacidad de expresar también lo misterioso o lo
amenazante... y todo ello dentro de un tempo que no corre el riesgo de
aburrir a ningún oyente. Pues aún así, Barenboim carece de algo en lo que
Thielemann le podría dar lecciones: precisamente la sensualidad sonora,
esa dulzura tímbrica que parece lógica si lo que se trata es de narrar una
historia de amor y no de crímenes, y que nos parece el punto más débil de
la dirección de Barenboim, junto con algún tempo discutible que no
favorece precisamente a los cantantes (por ejemplo, el hacer cantar a su
Marke, Matti Salminen, su monólogo del acto 2 casi "a la carrera"). Aunque
lo más objetable del Tristán de Barenboim posiblemente sea la
toma sonora, que potencia hasta lo irreal las voces de los cantantes,
mientras que en la de Thielemann, al estar grabada de una representación,
el equilibrio entre orquesta y voces suena más "auténtico".
En lo que el Tristán de Barenboim sí supera ampliamente a este de
Thielemann es en el reparto, lo que hace que la versión del argentino siga
en cabeza entre los "Tristanes" grabados en digital. Entre los cantantes
que aparecen en la presente grabación DG, de destacar dos serían la Isolda
de Deborah Voigt y el Marke de Robert Holl. Voigt no es una soprano como
la que pide un papel como Isolda, mucho más dramático, pero al menos su
gran caudal de voz le permite cantar a la princesa de Irlanda sin
problemas y aun con cierta belleza vocal; el cierto estatismo de su
personaje hay que achacárselo más bien a la dirección que a ella. Holl
tiene la voz ya muy gastada, pero es muy humano y aún logra conmovernos en
su monólogo con lo que le queda; al menos aquí la dirección le apoya y no
le "castiga" como hace Barenboim con Salminen.
Si aun en estos dos casos pueden preferirse los cantantes del reparto de
Barenboim (Meier y Salminen), en el resto la diferencia es ya abismal.
Descendiendo en el nivel de excelencia, encontraríamos a la Brangäne de
Petra Lang, un tanto cursi y redicha, quizás debido a que la puesta en
escena (de la que se incluyen fotos en el libreto) la convirtió en algo
parecido a una típica institutriz de la época victoriana; y el Tristán de
Thomas Moser, antiguo tenor lírico mozartiano pasado a los papeles de
Wagner, que cumple con unos mínimos de dignidad pero cuya voz poco
agraciada y sin refinamiento difícilmente entusiasmará a nadie; también
hay que reconocer que era su debut en el personaje, y tal vez lo mejore en
unos años. Bajando más aún, encontramos unos secundarios extremadamente
mediocres, sobre todo el Marinero de Dickie y el Melot de Nieminen (que es
incapaz de cantar su corto papel), y aún queda lo peor: un Kurwenal (Peter
Weber) realmente indigno de figurar en una producción de un sello como DG,
y que a buen seguro no hubiera aparecido si esta grabación llega a hacerse
en los "años dorados" de la firma. Muy correcto el coro.
Da la casualidad de que Deutsche Grammophon tiene contrato en exclusiva
con el mejor Tristán de la actualidad (y de las últimas décadas), Ben
Heppner, y también con el barítono Thomas Quasthoff, quien tal vez pudiera
ser el mejor Kurwenal del momento si cantase el papel. Unidos al Rey Marke
de un René Pape, a la Brangäne de una Von Otter y a la Isolda de, quizás,
una Violeta Urmana (que ha debutado este mismo año en el papel),
redondearíamos un reparto a la altura de los más grandes. Pero claro, no
hay dinero para algo así, y a Heppner le usan en tareas tales como grabar
canciones de Tosti.
En resumen, un Tristán importante por lo que es, la carta de
presentación del director wagneriano por excelencia de la actualidad, pero
que deja algo de frustración por lo que pudiera haber sido de juntarse un
reparto mejor. En conjunto, la primera opción en sonido digital sigue
siendo, como se ha dicho, la de Barenboim, y yendo más atrás, las grandes
de todos los tiempos continúan siendo las mismas: Furtwängler-EMI, Böhm-DG,
Reiner-1936, Karajan-1952, Jochum-1953; la de Thielemann estaría en el
grupo de aquellas que, sin ser redondas, al menos tienen alicientes o
"aciertos parciales" para que ningún wagneriano las deje escapar: un grupo
cuyo representante más ilustre bien puede ser la admirable pero irregular
versión de Knappertsbusch, y donde entrarían también interpretaciones como
las de Bernstein para Philips o Carlos Kleiber para la misma DG.
REFERENCIAS:
WAGNER: Tristán e Isolda
Thomas Moser (Tristán), Deborah Voigt (Isolda), Robert Holl (Rey Marke),
Peter Weber (Kurwenal), Petra Lang (Brangäne), Markus Nieminen (Melot),
Michael Roider (Un pastor), In-sung Im (El piloto), John Dickie (Un joven
marinero)
Coros de la Ópera Estatal de Viena (director del coro: Ernst Dunshirn)
Orquesta de la Ópera Estatal de Viena
Director: Christian Thielemann
DG 474 974-2 (3 CD's)
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