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PORTENTOSOPor Fernando López Vargas-Machuca.
Comenzaré con una confesión que me sirva de bochorno y escarmiento: hasta hace pocas semanas no había escuchado ninguno de los ocho discos que, primero en Cantus y después en su propio sello Enchiriadis, ha protagonizado Raúl Mallavibarrena frente al conjunto Musica Ficta. Y eso que llevo unos catorce años leyendo con atención las críticas de este señor en la revista Ritmo. Tras zamparme en poco tiempo cinco de sus compactos, una experiencia verdaderamente reveladora, me he dado cuenta de lo que me he estado perdiendo: he aquí al mejor director de polifonía sacra española que haya escuchado. Así de rotundo. Este disco que aquí se comenta, el segundo que dedica al genial compositor hispalense Francisco Guerrero (1528-1599), da buena cuenta de sus maneras interpretativas. Pero bueno, ¿en qué consisten éstas? Pues curiosamente su modo de acercarse al rico patrimonio musical de las catedrales españolas del Siglo de Oro se parece poco al de su tan admirado Gardiner, quien por cierto tocó techo -en su estilo- en su último y fabuloso disco, Santiago a capella; en general no tiene mucho que ver ni con éste ni con otros representantes de esa escuela británica que tiende a priorizar el empaste de las líneas melódicas para generar un sonido terso, envolvente y primordialmente bello, y cuyo máximo exponente sería Peter Phillips al frente de sus soberbios Tallis Scholars. Tampoco guarda mucha relación con el ya veterano Bruno Turner, aunque comparta con él y con su pionero conjunto Pro Cantione Antiqua su interés por resaltar cada una de las líneas de la polifonía aún a costa de que el sonido resulte anguloso y aristado. Y desde luego no se parece en nada al estilo sensualísimo y seductor de Jordi Savall, entre otras cosas porque -al igual que la mayoría de los británicos-, Mallavibarrena renuncia a la utilización de instrumentos, excepción hecha del órgano. Y es que el "modus operandi" de Musica Ficta es personal y renovador, aunque sobre el papel no aporte nada en particular. Incluso en los medios utilizados resulta especialmente parco, pues suelen optar por muy pocos cantores por voz. En este disco, de hecho, sólo hay uno por cada: los excelentes Sylvia Schwartz (soprano), Alicia Berri (contralto), Félix Rienth (tenor) y Luis Vicente (bajo). Ni siquiera aparece aquí el órgano de su habitual Ignasi Jordá. Todo un riesgo no sólo en lo interpretativo, claro está, sino también en lo comercial. Pues bien, con tan contados mimbres Mallavibarrena construye versiones caracterizadas por una extraordinaria tensión interna, llenas de fuerza, intensidad y en ocasiones hasta crispación, en las que la belleza sonora no resulta jamás un fin por sí mismo. No hay por otra parte nada de seráfico en sus lecturas, muy alejadas de la serena y equilibrada beatitud con la que tópicamente a veces llegamos a identificar no sólo este repertorio, sino gran parte del arte renacentista en general. La atención al texto es una constante: nada de "música pura", pues, sino de música intensamente dramatizada, lo que adquiere todo su sentido si tenemos en cuenta el destino para el que fueron escritas estas páginas. Por otra parte, la creatividad de que se hace gala es abrumadora, si bien jamás se resiente el rigor filológico ni se tiene la sensación de que prima la personalidad de los intérpretes frente a la propia partitura. Y aunque está bien claro que la calidad de cada uno de los cantores es un factor primordial, la mayor parte del mérito hay que adjudicársela a Raúl Mallavibarrena, toda vez que los miembros de Musica Ficta cambian con frecuencia y el resultado, con algunos que otros matices en los que ahora no es momento de entrar, es en todos los casos muy similar. En resumidas cuentas, Musica Ficta es a día de hoy, por su comunicatividad y fuerza expresiva, una extraordinaria opción para adentrarse este repertorio, aunque esto no exima del conocimiento de otras posibilidades válidas y enriquecedoras. En lo que a la música de Guerrero se refiere, resulta más que recomendable escuchar también las aproximaciones de Savall o de Cheetam, que se sirven de un rico y variado conjunto instrumental, pero lo que está claro es que los discos de Mallavibarrena son un verdadero portento. Este que presentamos, que luce el Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés en su portada, no es mejor ni peor que el anterior dedicado al mismo autor (en Cantus), aunque sí más austero y arriesgado. En todo caso, el compacto que ustedes no se pueden perder es el Réquiem de Victoria en el mismo sello y por los mismos intérpretes: un verdadero hito interpretativo. Si no se hicieron con él cuando salió en la colección que para el diario El País preparó Diverdi, vayan corriendo a pedirlo.
REFERENCIAS FRANCISCO GUERRERO: motetes, antífonas, Magnificat,
Libera me.
Distribuidor en España: DIVERDI
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