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Ciclo lírico de Mozart Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya).
En ocasión de la conmemoración del 250 aniversario del nacimiento de W. A. Mozart, el Gran Teatre del Liceu optó por celebrar dicha efeméride con la programación de un ciclo de dos conciertos, que tendrán su continuidad la próxima temporada con dos sesiones más, de carácter íntimo y recogido en el Foyer de este coliseo. El Dr. Jaume Radigales, encargado del asesoramiento musical, diseñó un atractivo programa que recorría los primeros pasos líricos del adolescente y joven Mozart hasta su período de máxima madurez con la trilogía dapontiana. La primera sesión, del viernes 27, pudimos escuchar el Mozart menos conocido de las primeras óperas, en unos fragmentos significativos y muy bien escogidos donde ya se deja sentir la fertilidad creativa del precoz compositor. Pasajes simpáticos como el “Diggi, daggi” de Bastien und Bastienne o altamente emotivos como “Quest’improvviso tremito” de Lucio Silla y “L’amarò, sarò constante” de Il re pastore lograron arrancar los más sentidos aplausos del público. El reparto vocal estuvo correcto en su conjunto, destacando la labor de la soprano Cristina Obregón, el tenor Jordi Mas y de una Marisa Martins que se fue creciendo en cada intervención. La orquesta, dividida en dos formaciones de cámara, tuvo mejor resolución en la que intervino en segundo lugar. La sesión del domingo 29, recorrió los títulos más conocidos y celebrados del compositor, a excepción de Die Zauberflöte, integrados por la denominada trilogía Mozart - Da Ponte, a los que se sumaron algunas arias del Idomeneo revisado para su reestreno en Viena. Pasajes como “Crudel, perché finora?” de Le nozze o“Il core vi dono” de Così fan tutte ilustraron la gracia cómica de las obras mozartianas junto a pasajes de elevada espiritualidad y fuerza dramática, como “Ah chi mi dice mai?” y “Crudele? Ah no, mio bene!... Non mi dir” de Don Giovanni o el delicioso trío “Soave sia il vento”. En el reparto vocal destacó Maite Alberola, excepcional como Donna Elvira y francamente emotiva en su interpretación de “Ch’io mi scordi di te?...Non temer amato benne” que arrancó la mayor ovación del auditorio. C. Obregón tuvo también su momento de máximo lucimiento en la abrupta aria de Donna Anna y M. Martins sacó el mejor partido de todas sus intervenciones, con una notable simbiosis de frescura vocal y gracia escénica. David Menéndez estuvo también magistral en todos los registros, agudo en los acentos y de elegante línea canora. Roger Padullés tuvo loables intervenciones, logrando una digna “Dalla sua pace”; Josep Miquel Ribot cumplió con corrección aunque algo faltado de solidez en los graves y Eduardo Santamaría acusó cierta rigidez y unos agudos un poco forzados. El acompañamiento, en esta segunda jornada al piano, estuvo pulcramente servido por Véronique Werklé. Ambas sesiones abarrotaron el aforo del Foyer, planteando la posibilidad de haber sido programadas en la sala grande del coliseo. El público gustó en ambas sesiones y se echó de menos la entrega de alguna flor a los entregados solistas, tan ajustado presupuesto tenemos?
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