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Número 78º - Noviembre 2.006


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EL VIAJE A REIMS, EN OVIEDO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Oviedo, Teatro Campoamor. 14 de septiembre de 2006. Rossini: El Viaje a Reims. A. Nebot, M. Rodríguez-Cusí, R. Rosique, E. Bayón, J.M. Zapata, D. Alegret, J. Martín-Royo, E. Martínez Castignani, I. Galán, M.A. Zapater, D. Castañón, C. Schneider, M. Roca, G. Lovillo, M. Canturri, J. Rodríguez. Coro de la Ópera de Oviedo. Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo (O.S.C.O.)/ Dir. musical: Alvaro Albiach. Dir. escénica: Mariame Clément.


Comenzó la temporada operística 2006/2007 en Oviedo, por fin con cuatro representaciones por título, con una obra, El Viaje a Reims, que fue rescatada prácticamente del olvido hace dos décadas por Abbado, y que hoy día, en pleno "revival" rossiniano, parece ya una pieza indispensable que todo teatro debe ofrecer antes o después. La obra no tiene más argumento que las incidencias de un selecto grupo de viajeros que van a asistir a la coronación de Carlos X de Francia en Reims, pero en su cierta frivolidad de "divertimento" parece que se adapta bien a una época hedonista como la nuestra, cuyos valores no difieren tanto de los de la Europa de la Restauración posnapoleónica que conoció Rossini.

Para esta ocasión se ambientó la historia de los viajeros, que no pueden llegar a su destino, en un avión que nunca termina de despegar; ciertamente, puede ser una alusión a las huelgas de controladores y pilotos que se producen todos los veranos (y en concreto a la del Prat de este verano pasado); aunque, hablando en general, parece que la idea de un viaje que no termina de poderse realizar evoca actualmente el de un vuelo que no despega. La trasposición funcionaba en general, aunque en los momentos en que los personajes hablan de corceles y carruajes, estas palabras se ponían en cursiva en los sobretítulos, como mostrando que hablaban "metafóricamente".

En las representaciones actuales de las óperas de Rossini, se suele buscar en los repartos una buena labor de conjunto, más bien que la presencia de grandes divos. Sin embargo, muchas de las páginas de Rossini exigen unos recursos del cantante, vocales o interpretativos, realmente fuera de serie, pues en su día eran escritas para los más célebres intérpretes de su época. Por ejemplo, el aria de Don Profondo, "Medaglie incomparabili", donde imita el habla de gentes de distintos países, exige unos recursos de caracterización que hacen difícil que se le pueda hacer plena justicia.

El reparto que presenciamos en Oviedo fue en conjunto solvente y funcionó bien en escena. Entre las mujeres, podría descatarse especialmente a Marina Rodríguez-Cusí como la marquesa polaca Melibea, a cuya interpretación no se le pueden poner peros ni en lo vocal ni en lo escénico. A gran nivel estuvieron también Ruth Rosique como la condesa de Folleville y Eliana Bayón, en el papel de Madama Cortese (en la obra original, la propietaria del balneario, aquí la oficial de vuelo), con el leve reparo de que en ocasiones puntuales costaba oírlas por encima de la orquesta. De las protagonistas, la menos afortunada pudo ser Ana Nebot en el papel de la poetisa Corinna, aunque hay que reconocer que se redimió en su "Improvisación" final sobre el tema de Carlos X de Francia; por cierto que entre los temas sugeridos para su canto, con los que se hace un "sorteo", se introdujeron variantes para "actualizar" el libreto; así, los candidatos a ser cantados por Corinna no eran Clodoveo, San Luis o Hugo Capeto, sino Juan Carlos I, Karol Woijtyla o Carlos Kleiber.

En el reparto masculino el mejor, a nuestro juicio, fue el barítono asturiano David Menéndez, que bordó el papel de Lord Sidney, estando también a muy buen nivel José Manuel Zapata como Belfiore y David Alegret como el conde ruso Libenskof. Joan Martín-Royo pudo con la parte de Don Profondo, y escénicamente estuvo impagable con una pinta de intelectual "simpático", pero su aria, como hemos dicho, exige un intérprete excepcional. Bien Enric Martínez Castignani como el Barón de Trombonok e Isaac Galán como el español Don Álvaro, y me esperaba más de un intérprete de la fama de Miguel Ángel Zapater en su papel del médico Don Prudenzio.

Los secundarios estuvieron en general bien, con alguna excepción que desentonó un poco (como Marisa Roca como Maddalena, en la obra gobernanta del balneario y aquí azafata del avión), y el coro cumplió magníficamente. La dirección del joven y debutante Albiach fue enérgica, no tuvo gran refinamiento pero la obra funcionó bien. Ya se ha comentado la escena de Mariame Clément, que "actualizaba" la obra a nuestros días, lo cual funciona hasta cierto punto: si Rossini escribió para una sociedad que celebraba el triunfo de los regímenes de modelo "conservador" sobre los surgidos de la Revolución Francesa, en la época que nos ha tocado vivir, posterior a la caída del comunismo, también vivimos en un mundo globalizado donde se tiende a un único modelo político aceptable. Si en la época posterior al Congreso de Viena se hablaba de la paz y armonía entre las naciones que poseían el mismo sistema político (qué lejos estaban de imaginar las guerras del futuro, entre ellas dos mundiales), y en la ópera de Rossini los personajes terminan cantando con la música de sus respectivos himnos nacionales, hoy día vivimos en la Europa del euro, de la Política Exterior y de Seguridad Común, y de los Fondos de Cohesión. De ahí puede estar la idea (de gusto discutible, todo hay que decirlo) que Corinna muestre tras su "Improvisación" que lleva en su trasero, brillantes, las doce estrellas de la bandera de la Unión Europea.