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EL VIAJE A REIMS, EN OVIEDO
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
Oviedo, Teatro Campoamor. 14 de septiembre de 2006. Rossini: El Viaje
a Reims. A. Nebot, M. Rodríguez-Cusí, R. Rosique, E. Bayón, J.M. Zapata,
D. Alegret, J. Martín-Royo, E. Martínez Castignani, I. Galán, M.A.
Zapater, D. Castañón, C. Schneider, M. Roca, G. Lovillo, M. Canturri, J.
Rodríguez. Coro de la Ópera de Oviedo. Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo
(O.S.C.O.)/ Dir. musical: Alvaro Albiach. Dir. escénica: Mariame Clément.
Comenzó la temporada operística 2006/2007 en Oviedo, por fin con cuatro
representaciones por título, con una obra, El Viaje a Reims, que
fue rescatada prácticamente del olvido hace dos décadas por Abbado, y que
hoy día, en pleno "revival" rossiniano, parece ya una pieza indispensable
que todo teatro debe ofrecer antes o después. La obra no tiene más
argumento que las incidencias de un selecto grupo de viajeros que van a
asistir a la coronación de Carlos X de Francia en Reims, pero en su cierta
frivolidad de "divertimento" parece que se adapta bien a una época
hedonista como la nuestra, cuyos valores no difieren tanto de los de la
Europa de la Restauración posnapoleónica que conoció Rossini.
Para esta ocasión se ambientó la historia de los viajeros, que no pueden
llegar a su destino, en un avión que nunca termina de despegar;
ciertamente, puede ser una alusión a las huelgas de controladores y
pilotos que se producen todos los veranos (y en concreto a la del Prat de
este verano pasado); aunque, hablando en general, parece que la idea de un
viaje que no termina de poderse realizar evoca actualmente el de un vuelo
que no despega. La trasposición funcionaba en general, aunque en los
momentos en que los personajes hablan de corceles y carruajes, estas
palabras se ponían en cursiva en los sobretítulos, como mostrando que
hablaban "metafóricamente".
En las representaciones actuales de las óperas de Rossini, se suele buscar
en los repartos una buena labor de conjunto, más bien que la presencia de
grandes divos. Sin embargo, muchas de las páginas de Rossini exigen unos
recursos del cantante, vocales o interpretativos, realmente fuera de
serie, pues en su día eran escritas para los más célebres intérpretes de
su época. Por ejemplo, el aria de Don Profondo, "Medaglie incomparabili",
donde imita el habla de gentes de distintos países, exige unos recursos de
caracterización que hacen difícil que se le pueda hacer plena justicia.
El reparto que presenciamos en Oviedo fue en conjunto solvente y funcionó
bien en escena. Entre las mujeres, podría descatarse especialmente a
Marina Rodríguez-Cusí como la marquesa polaca Melibea, a cuya
interpretación no se le pueden poner peros ni en lo vocal ni en lo
escénico. A gran nivel estuvieron también Ruth Rosique como la condesa de
Folleville y Eliana Bayón, en el papel de Madama Cortese (en la obra
original, la propietaria del balneario, aquí la oficial de vuelo), con el
leve reparo de que en ocasiones puntuales costaba oírlas por encima de la
orquesta. De las protagonistas, la menos afortunada pudo ser Ana Nebot en
el papel de la poetisa Corinna, aunque hay que reconocer que se redimió en
su "Improvisación" final sobre el tema de Carlos X de Francia; por cierto
que entre los temas sugeridos para su canto, con los que se hace un
"sorteo", se introdujeron variantes para "actualizar" el libreto; así, los
candidatos a ser cantados por Corinna no eran Clodoveo, San Luis o Hugo
Capeto, sino Juan Carlos I, Karol Woijtyla o Carlos Kleiber.
En el reparto masculino el mejor, a nuestro juicio, fue el barítono
asturiano David Menéndez, que bordó el papel de Lord Sidney, estando
también a muy buen nivel José Manuel Zapata como Belfiore y David Alegret
como el conde ruso Libenskof. Joan Martín-Royo pudo con la parte de Don
Profondo, y escénicamente estuvo impagable con una pinta de intelectual
"simpático", pero su aria, como hemos dicho, exige un intérprete
excepcional. Bien Enric Martínez Castignani como el Barón de Trombonok e
Isaac Galán como el español Don Álvaro, y me esperaba más de un intérprete
de la fama de Miguel Ángel Zapater en su papel del médico Don Prudenzio.
Los secundarios estuvieron en general bien, con alguna excepción que
desentonó un poco (como Marisa Roca como Maddalena, en la obra gobernanta
del balneario y aquí azafata del avión), y el coro cumplió magníficamente.
La dirección del joven y debutante Albiach fue enérgica, no tuvo gran
refinamiento pero la obra funcionó bien. Ya se ha comentado la escena de
Mariame Clément, que "actualizaba" la obra a nuestros días, lo cual
funciona hasta cierto punto: si Rossini escribió para una sociedad que
celebraba el triunfo de los regímenes de modelo "conservador" sobre los
surgidos de la Revolución Francesa, en la época que nos ha tocado vivir,
posterior a la caída del comunismo, también vivimos en un mundo
globalizado donde se tiende a un único modelo político aceptable. Si en la
época posterior al Congreso de Viena se hablaba de la paz y armonía entre
las naciones que poseían el mismo sistema político (qué lejos estaban de
imaginar las guerras del futuro, entre ellas dos mundiales), y en la ópera
de Rossini los personajes terminan cantando con la música de sus
respectivos himnos nacionales, hoy día vivimos en la Europa del euro, de
la Política Exterior y de Seguridad Común, y de los Fondos de Cohesión. De
ahí puede estar la idea (de gusto discutible, todo hay que decirlo) que
Corinna muestre tras su "Improvisación" que lleva en su trasero,
brillantes, las doce estrellas de la bandera de la Unión Europea.
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