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MANON LESCAUT EN OVIEDO
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
Oviedo, Teatro Campoamor. 11 de octubre de 2006. Puccini: Manon
Lescaut. V. Villaroel, R. Zulian, I. Pons, E. Serra, J.L. Sola, A. Feria,
J. Rodríguez, M.J. Suárez, J.M. Muruaga, X. Martínez. Coro de la Ópera de
Oviedo. Orquesta Ciudad de Oviedo (OSCO). Dir. musical: Elena Herrera.
Dir. escénica: Daniel Slater.
Continuó la temporada de ópera del Campoamor con Manon Lescaut,
la ópera que supuso en su momento el primer éxito de Puccini, aunque
quedara pronto eclipsada por la trilogía formada por La Bohème,
Tosca y Madama Butterfly. A estas tres últimas óperas se
reduce en la práctica el repertorio pucciniano habitual en el coliseo
ovetense donde, desde su reapertura en 1948, aún no han subido a la escena
el Trittico completo (sólo un Tabarro en 1980 y un
Schicchi en 1966) ni la Fanciulla del West, y donde la
última representación del Turandot data de 1975. Más tiempo aún,
nada menos que 46 años (desde 1960) llevaba sin representarse la Manon
Lescaut, que ahora por fin ha sido recuperada, continuando las buenas
costumbres iniciadas en 2003, cuando por fin llegó la hora de La
Rondine.
Para la ocasión se contaba con las bazas de la soprano chilena Verónica
Villaroel en el papel titular, quien había dejado un grato recuerdo hace
un año como Butterfly, y con un buen profesional como el tenor Renzo
Zulian en el papel de Des Grieux. Sin embargo, lo que más daría que hablar
sería la puesta en escena, de la que hablamos al final.
Verónica Villaroel fue la triunfadora de la noche en lo que a cantantes se
refiere, con una interpretación muy matizada del personaje de Manon, con
gran seguridad en lo vocal y en lo escénico, y levantó la única ovación
del público en toda la velada tras su aria "In quelle trine morbide". Sólo
se le podría reprochar el ser un poco rolliza para que su personaje sea
creíble en escena (en ese sentido convenció más como Butterfly de 15 años
que como Manon de 18); claro que también su pareja, Renzo Zulian, era algo
entrado en años y en kilos, tal vez de ahí que dijera lo de "Donna non
vidi mai simile a questa", al ver en Manon a alguien similar a él. Zulian
no causó buena impresión en su aparición, debido en parte a su aspecto
escénico y a una voz no muy agradable al comienzo (aunque de buen
volumen), pero en seguida mostró su gran profesionalidad e hizo olvidar
rápidamente cualquier reparo. El público, sin embargo, no le aplaudió
tanto como a la Villaroel.
En el resto del reparto, impecable el Geronte de Enric Serra, el Lescaut
de Pons discreto en lo vocal pero lo compensó sobradamente con lo
escénico, y muy bueno el Edmondo de José Luis Sola. Los secundarios y el
coro, al menos cumplieron, y la dirección de Elena Herrera al frente de la
OSCO tuvo idioma pucciniano.
Queda por hablar de la escena, que puede ser el aspecto más polémico de
esta producción. En la obra original, ambientada en el siglo XVIII, Manon
es condenada por prostitución al ser denunciada por el mismo hombre en
cuya casa vive como "mantenida", y por ese delito era desterrada a las
colonias francesas de América. Esta situación hoy nos queda un tanto
lejana, por no decir que parece ridícula, y así lo debió pensar Daniel
Slater, quien a la hora de buscar un caso en la historia moderna de
Francia en la que una mujer sufriera castigo por el "delito" de haberse
acostado con un hombre, lo halló en los acontecimientos de 1944-45,
después de la Liberación. En efecto, es bien conocido que a las mujeres
que hubieran mantenido relaciones con los alemanes del ejército de
ocupación se les cortaba el pelo al cero, entre otros escarnios.
Hay que entender que la denuncia de Manon va en ese sentido, pues en el
Intermezzo se proyecta en pantalla la escena de un rapado de la cabellera
de una mujer, y a continuación Manon aparece con el pelo rasurado. Parece
difícil que la acusación fuera cierta, como no se refiera a hechos muy
anteriores; la explicación más verosímil es que nadie puso en duda la
palabra de Geronte, que aquí es un alto dirigente del Partido Comunista, a
cuyas milicias pertenece también el propio Lescaut. Por supuesto, la
verdadera razón son los celos de Geronte al sorprender a Manon con el
joven Des Grieux. El castigo no se acaba con el corte de pelo, sino que
incluye nada menos (cómo de graves serían las culpas de Manon) el
destierro a un penal en la Isla del Diablo, donde ella muere (que es la
"América" en la que transcurre el cuarto acto de la obra, originalmente
ambientado en Nueva Orleans).
Esta trasposición presenta algún aspecto discutible (cómo es posible que
un militante comunista como Lescaut acompañe a su hermana con la intención
de que se haga monja... bien es verdad que él mismo dice que es por
voluntad del resto de la familia, no suya) y el bárbaro comportamiento de
los milicianos, golpeando a Des Grieux y llevándose brutalmente a Manon, o
el del propio Geronte, hacen que se pueda calificar a esta puesta en
escena, por decirlo suavemente, como de "un poco" anticomunista, lo que
para gente de ciertas ideologías podría ser molesto. Pese a estos reparos,
la escena triunfó plenamente entre el público ovetense y será seguramente
lo que más se recuerde de esta Manon.
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