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Y BRITTEN LLEGÓ A OVIEDO
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
Oviedo, Teatro Campoamor. 20 de diciembre de 2006. Britten: La vuelta
de tuerca. F. Bjarnason, J. Rodgers, J. Moriarty, O. Saitua, K. Harries,
C. Rutter. Dir. musical: S. Fujioka. Dir. escénica: T. Carroll.
Puede calificarse de hito histórico el que una temporada de Opera de
Oviedo haya ofrecido por primera vez un título de Benjamin Britten, una de
las mayores asignaturas pendientes que le quedaban al Teatro Campoamor. La
obra elegida fue La vuelta de tuerca; una elección que parece
adecuada para un primer Britten, no porque sea la obra maestra de su autor
(ese título parece que debería corresponder antes a Peter Grimes)
sino porque es un argumento conocido por sus adaptaciones cinematográficas
y por el mismo original literario de Henry James, y se trata de una
historia (la de los espíritus de los criados muertos que siguen
"poseyendo" a los niños de la casa) que puede llegar a todo tipo de
público.
En una obra como esta, sin las exigencias vocales (aunque sí
interpretativas) de una ópera del "gran repertorio", parece que lo
importante es la labor de conjunto, y puede decirse que en ese sentido el
reparto del Campoamor brilló a gran altura. Un análisis de cantante por
cantante nos diría que estuvieron especialmente admirables la nueva
institutriz, encarnada por Joan Rodgers, y los dos niños, Miles por el
niño soprano Jacob Moriarty (de 12 años) y Flora por la soprano bilbaína
Olatz Saitua. A gran nivel también los dos espectros, Finnur Bjarnason
como Peter Quint (encargándose además del prólogo) y Claire Rutter como
Mrs. Jessel; tal vez lo menos bueno vocalmente fuera Kathryn Harries en el
papel de Mrs. Grose pero, insistimos, lo importante aquí era la labor de
conjunto y esa fue irreprochable. Como también fue excelente la labor de
la reducida orquesta (apenas un conjunto de cámara), a cargo de la OSPA
dirigida por el japonés Sachio Fujioka, y sugerente la puesta en escena de
Tim Carroll, con gran austeridad de medios, y con detalles como hacer a
los espectros aparecer cantando en medio del patio de butacas.
En conjunto, una producción que no sólo elimina una asignatura pendiente
del Campoamor sino que ha logrado algo más importante, a juzgar por los
comentarios que se oían a la salida: impresionar favorablemente al
público. A ver cuándo es el próximo Britten del Campoamor.
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