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MAHLER A LA SEVILLANAPor Fernando López Vargas-Machuca. Sevilla, Teatro de la Maestranza. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. 8 de junio de 2007. Mahler: Séptima sinfonía. Pedro Halffter, director.
La Séptima de Mahler es una sinfonía particularmente difícil de interpretar. No sólo requiere una orquesta de apabullante virtuosismo, un director capaz de mantener la tensión a lo largo de ochenta minutos y una batuta que sepa desmenuzar su tan asombrosa como compleja orquestación. Necesita también una mente rectora con una idea global de la partitura que aporte un mínimo de coherencia a una página que se singulariza precisamente por su dispersión, por su apabullante sucesión de contrastes anímicos y sonoros y, por qué no decirlo, por la irregularidad de su escritura, desde un dramático y desgarrador primer movimiento que es la obra indiscutible de un genio, hasta un final triunfalista y lleno de regocijo cuya sinceridad resulta cuanto menos dudosa. De este cúmulo de dificultades da buena cuenta el mundo discográfico, pues si dejamos a un lado ese experimento genial pero discutibilísimo de Otto Klemperer, no hay casi ningún registro que llegue a convencer por completo. Ni siquiera algunos los más célebres. Como el de Scherchen con la Sinfónica de Viena, sin ir más lejos, cuyo muy atractivo planteamiento hiperexpresionista -que no encontraremos en su posterior grabación en Toronto- se ve estropeado por atropellamientos y excentricidades varias. O los de un Bernstein lleno de fuerza, elocuencia y sentido del color pero narcisista y amanerado como él solo. O los de un Abbado cuyo brillantísimo espectáculo sonoro -más en Berlín que en Chicago o Lucerna- resulta a la postre epidérmico y cae tanto en sonoridades blandas e ingrávidas como en la brocha gorda y el efectismo. O el de un Barenboim dispuesto a luchar contra la esencia misma de la partitura para ofrecer un primer movimiento descomunal y quedarse sin ideas en los dos últimos. Quizá el único que ofrece una lectura discográfica convincente en todos sus movimientos sea Ricardo Chailly, quien el mismo mes de realizar la grabación ofrecía por primera vez en el Maestranza esta partitura. Lo hizo además junto a esa orquesta difícilmente superable en este repertorio que es la del Concertgebouw, en un concierto de todo punto memorable que pudimos disfrutar en los ya desaparecidos ciclos hispalenses de Ibermúsica. Aun estando el listón a semejante altura, no ha sido desdeñable la esforzada labor de la Sinfónica de Sevilla con Pedro Halffter a su frente. Aunque tampoco para tirar cohetes. Comparte con Chailly el director madrileño su elección de unos tempi tendentes a la lentitud, su clara intención de garantizar la claridad, su alejamiento de cualquier efectismo y retórica vacua, su rechazo del narcisismo y, sobre todo, su interés por potenciar la faceta lírica de la partitura. El problema es que este Mahler “a la sevillana” ha dejado de lado su vertiente más dramática, aristada y expresionista, que es fundamental para darle sentido, ofreciendo asimismo una paleta tímbrica poco incisiva que mira mucho antes al siglo XIX que al XX. Además no siempre ha estado trazada con la tensión correcta, resultando a ratos algo falta de fuerza y carácter. Ya se vio el problema en el primer movimiento, que aun comenzando de manera notable (¡magnífico el bombardino!) quedó reducido a un conjunto de secuencias más o menos logradas, magníficas sin duda las de mayor vuelo poético, pero sin la suficiente unidad. En las dos Nachtmusiken Halffter logró el milagro de sortear el carácter pimpante, la frivolidad e incluso la blandura en la que caen no pocos grandes directores (los citados Bernstein y Abbado, además de un Inbal, un Rattle y hasta -quién lo diría- el mismísimo Pierre Boulez). En este sentido convenció gratamente, pero se quedó un tanto a medio camino en lo que a emoción se refiere: el resultado fue elegante y evocador, pero no del todo cálido y efusivo. Hizo falta quizá más imaginación. Muy mediocre el scherzo, plano y sin vida, por completo ayuno del carácter siniestro, grotesco y mordaz en él imprescindible, aunque mejoró un poco hacia el final de la pieza. Y el Rondo-Finale comenzó de manera poco prometedora -timbal descontrolado, metales muy confusos- para irse centrando y ofrecer una magnífica conclusión, sin rastro de grandilocuencia pero sí grandiosa y brillante. Como debe ser. La ROSS realizó una en líneas generales más que digna labor, con mención especial para unas trompas de sorprendente brillantez y seguridad y unos trombones muy solventes. Las trompetas, por el contrario, no tuvieron su mejor noche. A las maderas la batuta les podía haber sacado más partido en lo expresivo, pero aun así lucieron su magnífico nivel. Y muy bien la cuerda -a pesar de unos violines no todo lo tersos que debieran- bajo el liderazgo de un espléndido concertino invitado -Sergey Galaktionov- procedente de la Scala de Milán. Halffter logró una notable transparencia orquestal y supo equilibrar correctamente los planos sonoros, evidenciando en todo momento un intenso trabajo con la orquesta sevillana. Su próximo encuentro con la misma será en el Festival de Granada, concretamente el martes 3 de julio, en un concierto que esperamos que transmita Radio Clásica.
ENLACES RECOMENDADOS Web de la ROSS: http://www.rossevilla.com Web del Maestranza: http://www.teatromaestranza.com
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