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Número 83º - Abril, mayo y junio 2.007


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EL ÚLTIMO MISERERE DE LUIS IZQUIERDO 

 

Sevilla, Catedral. 31 de marzo de 2007. Eslava: Miserere. Jorge de León, Flavio Oliver, Federico Gallar. Niños Cantores de la Escolanía de Los Palacios. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Luis Izquierdo, dirección.

Por Fernando López Vargas-Machuca.

Como explica pormenorizadamente Ramón María Serrera en sus admirables notas al programa, el Miserere que el sacerdote, profesor y compositor navarro Hilarión Eslava (1807-1878) escribió para Sevilla en 1835 ha recibido a lo largo de estos ciento setenta y dos años numerosos varapalos desde todos los flancos. Por un lado están (o mejor dicho, estaban) quienes la consideraban como una obra excesivamente profana y operística como para ser interpretada en un marco religioso, una crítica que no es fruto sino de la mojigatería e ignorancia propias de las mentalidades represoras que hasta no hace mucho han intentado dirigir -sin éxito: el pueblo siempre ha sido más sabio- la vida religiosa sevillana.

Por otro lado están quienes han puesto de relieve la discreta calidad de la partitura. Y ahí no podemos sino darles la razón: por mucho que, como reivindica de manera militante el citado profesor Serrera, el Miserere no hacía sino apelar al belcantismo italiano que por aquellas fechas triunfaba de manera clamorosa en Sevilla, creemos que sus insuficiencias de escritura y de cohesión interna, su escasa variedad de recursos y su irregular inspiración melódica terminan pesando más que los aciertos puntuales en su desarrollo.

Habría una tercera línea de acusaciones al Miserere sevillano, pero de esta lógicamente no se dice nada en las notas. Nos referimos a la calidad de su interpretación. Sí, es cierto que en tiempos han cantado la partitura voces tan míticas como las de Gayarre, Tamagno, Lázaro o Lauri-Volpi, pero en los últimos lustros las críticas hacia solistas, coros y orquestas eran constantes por parte de los aficionados. Sólo mejoraron un tanto las cosas cuando la Sinfónica de Sevilla sustituyó a la Bética Filarmónica en su ejecución. Tampoco se ha hablado bien de quien ha sido su director desde nada menos que 1962, Luis Izquierdo. Un músico tan controvertido que, después de una deleznable interpretación del Réquiem de Fauré, varios miembros de la Sinfónica emitieron un comunicado solicitando que a partir de entonces el maestro coruñés se limitara a dirigirles en el Miserere. Y así ha sido.

Este Sábado de Pasión ha resultado muy especial: después de haberlo grabado el año pasado con tres solistas de lujo, Josep Bros, Carlos Álvarez y Flavio Oliver, Izquierdo se despedía para siempre del Miserere. Se notaba la emoción en el ambiente y el Cardenal Amigo tuvo unas cariñosas palabras al final. La ROSS se mantuvo en el buen nivel de los últimos meses –aunque aún la hemos escuchado mejor- y el coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza realizó una labor más que digna. El tenor Jorge de León volvió a mostrar -tras su Francisquita jerezana- un importante potencial de cara al futuro, el barítono Federico Gallar estuvo correcto a pesar de que se mueve mucho menos a gusto en el belcanto que en la zarzuela, y el contratenor Flavio Oliver realizó una espléndida sustitución de última hora al inicialmente previsto Fernando Lima. La única nota negativa la pusieron los tiples de la Escolanía de Los Palacios.

¿Y la batuta? Pues muy bien, claro que sí. Izquierdo se conoce la partitura al dedillo, la ha trabajado duramente con la orquesta de cara a la referida grabación y ha decidido dar el Do de pecho en su despedida. La hace sonar con propiedad, torea la imposible acústica de la Catedral, mantiene el pulso firme y hasta logra inyectarle cierta dosis de emoción. Cree en el Miserere, y se nota.

Con todo, no parece que sea este rito anual lo más importante que haya hecho Izquierdo en Sevilla. Su labor realmente meritoria fue mantener viva la llama de la música sinfónica, al frente de la Orquesta Bética Filarmónica, durante los muchos años “de oscuridad” que se vivieron antes de la creación de la Sinfónica. Independientemente de los resultados que consiguiera, algo de lo que los que aún somos jóvenes no podemos hablar, su trabajo es algo que muchos melómanos sevillanos nunca podrán dejar de agradecerle. Al césar lo que es del césar.

Y en cuanto al Miserere, es de prever que siga interpretándose en el futuro. No hay que rasgarse las vestiduras por ello: puede que no sea precisamente música de la mejor calidad, pero hay muchas personas que se siguen lanzando a por las entradas en cuanto se ponen a la venta. La tradición es la que manda y eso en Sevilla tiene mucho peso. Lo que es de esperar es que el listón de la calidad interpretativa siga manteniéndose alto y que el ayuntamiento, máximo responsable del evento, encomiende su ejecución a músicos realmente capacitados. A ver ahora quién es el que se atreve a ponerse al frente de la partitura.