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Número 83º - Abril, mayo y junio 2.007


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UNA FLAUTA SIN MAGIA

 Jerez, Teatro Villamarta. 23 de mayo de 2007. Mozart: La flauta mágica. Ángel Rodríguez, Ruth Rosique, Gabriel Bermúdez, Lee Jin Seok, Tatiana Hempel, Ana Nebot, José Canales, Leticia Rodríguez, Blanca Valido, Marisa Roca, José Manuel Díaz, Pedro Miguel Calvo. Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Manuel de Falla. Juan Luis Pérez, director musical. Francisco López, dirección escénica. Nueva producción del Teatro Villamarta.

Por Rafael Rodríguez Villalobos 

             Cerraba el Teatro Villamarta su décima temporada lírica con La Flauta Mágica, emblemático singspiel mozartiano que ya se había representado años atrás con la participación del jerezano Ismael Jordi y la entonces debutante y hoy estrella lírica Aleksandra Kurzak. En esta ocasión, el teatro apostaba fuerte por la propuesta y estrenaba una nueva producción propia firmada, como viene siendo habitual, por Francisco López, que ponía broche de oro a la que sin duda ha sido la más ambiciosa temporada del teatro en estos diez años de historia, coincidiendo con la Asamblea Ópera XXI, celebrada este año en el coliseo jerezano.

 

         Es La Flauta Mágica un singspiel de singular libreto, donde la fantasía y lo arcaico se dan la mano en una perfecta unión entre fábula y tratado masónico, lo que ofrece innumerables posibilidades escénicas a la hora de representar dicha obra. Para la ocasión, Francisco López optó por una lectura poco profunda de los juegos de símbolos para ofrecernos un colorido cuento infantil, lo cual, no podemos dejar de señalar, supone toda una revolución en una época donde la intelectualidad escénica da poco margen al simple divertimento colorista. Pero buenas ideas y voluntad no siempre tienen como resultado una adecuada resolución de éstas, y si la concepción original era bastante interesante, no ocurrió lo mismo con el espectáculo en sí. 

         Fueron demasiadas las decisiones discutibles las que llevaron a fracasar el espectáculo desde el punto de vista escénico, partiendo de la absurda idea de traducir los diálogos a español, más absurda aún cuando tanto Sarastro como la Reina de la Noche hablaban en el idioma original de la obra (alemán), creando momentos hilarantes. Tampoco la torpe dirección de actores, los sonidos de ambientación de la sala (más propios de La Fura dels Baus) o los interminables cambios de escenario favorecieron a la obra, por no mencionar la alteración del rol de Monostatos, que hacía incomprensible su personaje, los momentos arabizantes, más propios de El Rapto del Serrallo, o los guiños humorísticos a la ciudad de Jerez… A pesar de todo eso hubo momentos realmente divertidos, como la expectación que causó el intento de suicidio de Papageno en los animales del bosque o el fabuloso dúo de Papagena y Papageno

         La dirección musical de Juan Luis Pérez, sin embargo, fue de gran altura, marcando unos tempi adecuados en todo momento, logrando un buen rendimiento de la Orquesta Manuel de Falla, la que a pesar de algún desajuste estuvo a la altura de las circunstancias, e introduciendo una brillante variación para celesta en el concertante final. Menos digno de elogio estuvo el coro, que evidenció sus problemas de empaste habituales en una partitura especialmente difícil para las cuerdas extremas. 

         Por encima de todo el elenco brilló con luz propia la Pamina de Ruth Rosique. Dotada de un bellísimo y homogéneo instrumento, la soprano andaluza se encuentra en su mejor momento y así lo demostró encarnando a un rol que se adapta perfectamente a sus capacidades vocales actuales, donde pudo hacer alarde de su depurada técnica -excelente proyección, buen uso del legato y perfecto control de los reguladores-, así como de su gran musicalidad, componiendo en todo momento una Pamina frágil y femenina. 

A priori no posee Ángel Rodríguez la voz más adecuada para encarnar a Tamino, careciendo del lirismo y refinamiento que el rol requiere, amén de una falta de claridad en la dicción, completamente descuidada, del alemán. Sin embargo, el madrileño supo hacer de las insuficiencias una virtud y estableció una lectura heroica del virtuoso príncipe, alejándose del tópico convencional. Por desgracia su centro, seguro y redondeado, se vio ensombrecido por un agudo estrecho y apurado, con verdaderos problemas en la ejecución de Wie stark ist nicht

         Aun sin poseer la rotundidad vocal que se esperaría para sus respectivos cometidos, Gabriel Bermúdez y Lee Jin Seok realizaron igualmente una notable intervención, Papageno el primero y Sarastro el segundo. El barítono español fue vocalmente de menos a más, ofreciendo un Ein Mädchen oder Weibchen netamente superior a su aria de entrada, Der Vogelfänger, y compuso una creación escénica bastante convincente del Pajarero Real. Jin Seok, por su parte, demostró la buena escuela coreana con todas sus virtudes y defectos, sólida técnica vocal pero nula prestación dramática, encarnando a un Sarastro gélido. 

         De la Reina de la Noche de Tatiana Hempel sólo podría decirse que cumplió con los famosos fa picados, puesto que la soprano alemana no posee ni la voz, ni la técnica, ni muchísimo menos el carácter necesario para encarnar a la pérfida madre de Pamina. El ingrato timbre, más propio de una soprano de pre-guerra, así como su acusadísimo vibrato caprino, evidenciaron sus carencias técnicas, ejecutando unas agilidades llenas de aire y sin el legato mozartiano necesario en O Zittre Nicht y errando en los grupettos que anteceden a los picados en Der Hölle Rache. Dramáticamente no existió como personaje. 

Las tres damas, interpretadas por Leticia Rodríguez, la debutante Blanca Valido y Marisa Roca, fracasaron en su cometido al no entender sus intervenciones individuales como parte de un único personaje, lo que se tradujo en una falta de empaste total de sus voces. Ana Nebot, por su parte, se mostró suficiente en lo vocal y muy divertida en lo escénico como la pizpireta Papagena, al contrario del Monostratos de José Canales. Incomprensible la elección de seis niños y niñas para interpretar a los tres muchachos, sobretodo por la descompensación de un grupo frente al otro. 

Una función, en resumen, donde las buenas intenciones no bastaron para sacar adelante un espectáculo bien diseñado pero erróneamente ejecutado, pero donde pudimos disfrutar de la música de una de las obras cumbres del repertorio, digno colofón para diez años de lírica en Jerez. 

Web del Villamarta: http://www.villamarta.com