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JANINE JANSEN
Por
Rubén Flórez
Bande
Decca parece apostar
fuerte por las nuevas promesas, emulando a sus competidoras por lo menos
en cuanto a solistas se refiere, aunque ya hay alguna que esta renovando
también su plantilla de directores. En los años 90 su joven promesa del
violín fue Joshua Bell, hasta que cambió de compañía; y ahora apuesta por
la joven violinista holandesa Janine Jansen.
Después de un disco "popurrí" y unas discretas Cuatro Estaciones
de Vivaldi, la Jansen se enfrenta al gran repertorio, junto con unos
acompañantes de lujo, el "director de la casa" Riccardo Chailly, y su
nueva orquesta, la Gewandhaus de Leipzig. Los conciertos escogidos son los
"inseparables" de Mendelssohn y Bruch, al que se añade para completar el
disco la Romanza en Fa Mayor para viola y orquesta, Op. 85 del
propio Bruch.
Las características mas significativas del sonido de Janine Jansen en
disco son su calidez y redondez, mucho mayores que en directo. He podido
escucharla en vivo en dos ocasiones con los conciertos de Tchaikovsky y de
Britten, y no eran esas las características mas apreciables. En directo se
sacrifica esa tímbrica y ese sonido cálido por el mensaje inmediato, sin
importarle notas que falten, ni caídas en el discurso, etc.
El Mendelssohn que nos presenta tiene ese sonido cálido, pero con finura,
quizás demasiado "galante"; no es un sonido "tímido", pero tampoco tiene
gran personalidad. Tiene buenos momentos en el Andante, donde se permite
alguna licencia en el fraseo, de buen gusto, aunque nuevamente se le pueda
acusar de afectado. Técnicamente, es impecable, toda una lección,
especialmente en el fraseo. Lo mismo se puede decir de la dirección y de
la orquesta: Chailly como es habitual en el, más interesado en "sonar
bien" que en otra cosa, nos da una lectura limpia, pulcra, algo amanerada
-óiganse, las "carrerillas" en la stretta final del primer movimiento-
pero sin el "idioma" específico de Mendelssohn: también muy bien tocado,
con algún "descubrimiento" tímbrico -qué milagros hacen los ingenieros de
sonido-, con bonitos detalles aquí, y allá... pero como hay tantos. Lejos
queda esta lectura de la de Francescatti-Mitropoulos o la más reciente de
Vengerov-Masur, con la misma orquesta del presente disco.
Lo primero que sorprende del concierto de Bruch no es precisamente el
violín, sino la plantilla orquestal que elige Chailly para abordarlo.
Chailly utiliza una orquesta "elefantiásica", en comparación con el
dispositivo que eligió para Mendelssohn, una elección a mi juicio
completamente desproporcionada. La violinista tiene que hacer frente a la
orquesta, de lo que sale bien parada, con ayuda también de la ingeniería,
ya que se percibe cierta amplificación (los conciertos fueron grabados en
vivo, en septiembre de 2006).
Vuelve a aparecer el sonido cálido, el fraseo impecable, un arco perfecto,
quizás aquí más mesurado que en el concierto anterior, pero de nuevo
impersonal... Hay que decir que el adjetivo "impersonal" se usa demasiadas
veces para muchas de las interpretaciones que hoy en día se producen, y no
es un adjetivo propio únicamente de las nuevas promesas, el problema es
que las "viejas promesas" tambien están afectadas de ese adjetivo. Vuelven
a preferirse otros Bruch antes que este, de nuevo Vengerov/Masur o
Oistrakh/von Matacic.
La Romanza para viola que completa el disco, con un estilo muy
"brahmsiano", es lo más original del programa. Obra sin pretensiones, pero
con un gran poder melódico, que deja buen sabor. Jansen sí se permite aquí
un gran uso del arco, con un fraseo de nuevo impecable.
En resumen, un disco para violinistas, que poco aporta, pero tampoco
disgusta, y donde se puede escuchar a una violinista interesante, elegante
y virtuosa.
REFERENCIAS:
MENDELSSOHN: Concierto para violin y orquesta en mi menor, Op.
64.
BRUCH: Concierto para violin y orquesta nº 1 en sol menor, Op.
26.
Romanza para viola y orquesta en Fa Mayor, Op. 85
Janine Jansen, violin
Gewandhausorchester Leipzig
Riccardo Chailly, director
DECCA 475 8133
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