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Número 83º - Abril, mayo y junio 2.007


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JANINE JANSEN

Por Rubén Flórez Bande

Decca parece apostar fuerte por las nuevas promesas, emulando a sus competidoras por lo menos en cuanto a solistas se refiere, aunque ya hay alguna que esta renovando también su plantilla de directores. En los años 90 su joven promesa del violín fue Joshua Bell, hasta que cambió de compañía; y ahora apuesta por la joven violinista holandesa Janine Jansen.

Después de un disco "popurrí" y unas discretas Cuatro Estaciones de Vivaldi, la Jansen se enfrenta al gran repertorio, junto con unos acompañantes de lujo, el "director de la casa" Riccardo Chailly, y su nueva orquesta, la Gewandhaus de Leipzig. Los conciertos escogidos son los "inseparables" de Mendelssohn y Bruch, al que se añade para completar el disco la Romanza en Fa Mayor para viola y orquesta, Op. 85 del propio Bruch.

Las características mas significativas del sonido de Janine Jansen en disco son su calidez y redondez, mucho mayores que en directo. He podido escucharla en vivo en dos ocasiones con los conciertos de Tchaikovsky y de Britten, y no eran esas las características mas apreciables. En directo se sacrifica esa tímbrica y ese sonido cálido por el mensaje inmediato, sin importarle notas que falten, ni caídas en el discurso, etc.

El Mendelssohn que nos presenta tiene ese sonido cálido, pero con finura, quizás demasiado "galante"; no es un sonido "tímido", pero tampoco tiene gran personalidad. Tiene buenos momentos en el Andante, donde se permite alguna licencia en el fraseo, de buen gusto, aunque nuevamente se le pueda acusar de afectado. Técnicamente, es impecable, toda una lección, especialmente en el fraseo. Lo mismo se puede decir de la dirección y de la orquesta: Chailly como es habitual en el, más interesado en "sonar bien" que en otra cosa, nos da una lectura limpia, pulcra, algo amanerada -óiganse, las "carrerillas" en la stretta final del primer movimiento- pero sin el "idioma" específico de Mendelssohn: también muy bien tocado, con algún "descubrimiento" tímbrico -qué milagros hacen los ingenieros de sonido-, con bonitos detalles aquí, y allá... pero como hay tantos. Lejos queda esta lectura de la de Francescatti-Mitropoulos o la más reciente de Vengerov-Masur, con la misma orquesta del presente disco.

Lo primero que sorprende del concierto de Bruch no es precisamente el violín, sino la plantilla orquestal que elige Chailly para abordarlo. Chailly utiliza una orquesta "elefantiásica", en comparación con el dispositivo que eligió para Mendelssohn, una elección a mi juicio completamente desproporcionada. La violinista tiene que hacer frente a la orquesta, de lo que sale bien parada, con ayuda también de la ingeniería, ya que se percibe cierta amplificación (los conciertos fueron grabados en vivo, en septiembre de 2006).

Vuelve a aparecer el sonido cálido, el fraseo impecable, un arco perfecto, quizás aquí más mesurado que en el concierto anterior, pero de nuevo impersonal... Hay que decir que el adjetivo "impersonal" se usa demasiadas veces para muchas de las interpretaciones que hoy en día se producen, y no es un adjetivo propio únicamente de las nuevas promesas, el problema es que las "viejas promesas" tambien están afectadas de ese adjetivo. Vuelven a preferirse otros Bruch antes que este, de nuevo Vengerov/Masur o Oistrakh/von Matacic.

La Romanza para viola que completa el disco, con un estilo muy "brahmsiano", es lo más original del programa. Obra sin pretensiones, pero con un gran poder melódico, que deja buen sabor. Jansen sí se permite aquí un gran uso del arco, con un fraseo de nuevo impecable.

En resumen, un disco para violinistas, que poco aporta, pero tampoco disgusta, y donde se puede escuchar a una violinista interesante, elegante y virtuosa.


REFERENCIAS: 

MENDELSSOHN: Concierto para violin y orquesta en mi menor, Op. 64.
BRUCH: Concierto para violin y orquesta nº 1 en sol menor, Op. 26.
Romanza para viola y orquesta en Fa Mayor, Op. 85
Janine Jansen, violin
Gewandhausorchester Leipzig
Riccardo Chailly, director
DECCA 475 8133