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Carlos Kleiber, genio y excéntrico de la batuta Por Pablo Ransanz Martínez, desde Madrid. “Ha muerto el más importante de los directores de orquesta contemporáneos. Las actuaciones tan esporádicas de Kleiber se explican porque el director buscaba en el arte lo que nadie encuentra: lo absoluto”
(Ioan Holender, Director de la Staatsoper de
Viena. Julio de 2004)
Los inicios de un caballero del podio
ocos directores musicales del siglo XX han suscitado simultáneamente tanta controversia y pasión incontenible como el germano-argentino Carlos Kleiber (Berlín, Alemania, 03/07/1930-Eslovenia, 13/07/2004). Hijo del célebre director austriaco Erich Kleiber (Viena, 1890-1956) y de la estadounidense −de origen esloveno− Ruth Goodrich, el pequeño Carlos demostró desde muy temprana edad unas aptitudes innatas para la música. Tras la etapa dorada de Erich al frente de la Deutsche Staatsoper de Berlín (1923-1934), las interferencias políticas y tensiones entre el director vienés y el régimen del III Reich de Adolf Hitler (como la decisión de Paul Josef Goebbels y del Ministerio de Cultura nazi de aplazar −sine die−el estreno de Lulú), se saldaron con la dimisión de Erich Kleiber como responsable de la agrupación musical berlinesa y con su inmediato exilio a Buenos Aires (Argentina), país que el músico ya había visitado anteriormente en varias de sus giras musicales por el continente americano. Carlos –nacionalizado argentino desde su llegada al país que vio nacer el tango− comenzó sus estudios musicales en Buenos Aires, aunque su padre se opuso frontalmente desde el principio a que el joven se dedicase profesionalmente a la música −en general− y a la dirección orquestal −en particular−. Sus extraordinarias dotes musicales, su pasión irrefrenable por la música, su obstinación y su talento hicieron posible su debut como director en el Teatro de La Plata de la capital argentina en el año 1952, con tan sólo veintidós años de edad. El joven músico iniciaba así una prometedora carrera. Una vocación, un artista Cuando regresó a Europa a mediados de la década de los cincuenta de la pasada centuria, nuestro protagonista comenzó a realizar estudios de Química en la Universidad de Zurich por imposición de su padre. En otro de sus legendarios y numerosos enfrentamientos paterno-filiales, Carlos Kleiber hizo prevalecer su voluntad de dedicarse a la dirección musical. Comenzaba así una prolífica relación profesional con las más prestigiosas agrupaciones centroeuropeas. Sin embargo, el gran director mantuvo muy pocas relaciones contractuales estables con las orquestas en las que plasmó su genio artístico y musical. Tan sólo firmó contratos fijos con las orquestas de Potsdam, Düsseldorf, Zurich y Stuttgart. Esta aversión por adquirir compromisos formales, así como su pasmosa facilidad para cancelar de manera fulminante conciertos pactados con antelación –ante la decepción del público de muchas de las principales “catedrales musicales” de Europa−, lo convirtieron en un personaje conflictivo durante toda su trayectoria artística. Si a ello se le suma el hecho de que realizaba como máximo una decena de apariciones públicas al año, nuestros lectores de Filomúsica ya se habrán percatado de que las posturas en torno al quehacer musical de Carlos Kleiber se encontraban altamente polarizadas. Una personalidad compleja Hombre muy riguroso y tremendamente autoexigente, imponía a los que trabajaban con él enormes dosis de perfeccionismo. Quizá sólo dos grandes directores aparte de Kleiber –Herbert von Karajan y Sergiu Celibidache, salvando las enormes diferencias técnico-estilísticas entre ambos– pueden comparársele en estos aspectos que se han citado. Todas sus apariciones públicas constituían un verdadero acontecimiento. Carlos confeccionó un repertorio muy selecto –y exiguo− de partituras con las que trabajaría durante los treinta últimos años de su vida: algunas sinfonías de Ludwig van Beethoven y de Wolfgang Amadeus Mozart, el repertorio de la dinastía Strauss, y un selecto número de óperas: La Bohéme, Otello, Carmen, Tristán e Isolda, Der Freischütz, Elektra, El caballero de la rosa y Wozzeck – esta última, estrenada por su padre Erich en la Staatsoper de Berlín en 1925, bajo la supervisión del propio Alban Berg .
Parafraseando a Fernando Peregrín Gutiérrez, la arrolladora personalidad y la filosofía musical de Carlos Kleiber podrían definirse muy bien como sigue: “Fue verdaderamente única su capacidad de conjugar la objetividad con la sensibilidad, con la intuición musical. Aunque tal vez fuera más exacto precisar que fue un artista cuya hipersensibilidad, desbordada emotividad y refinada intuición musical estaban siempre moduladas por la búsqueda racional y objetiva de la verdad, entendida ésta en el sentido de hacer justicia a la realidad de la música que para él representaban siempre las partituras autógrafas −o las que tuvieran menos alteraciones espurias− de los compositores (de aquí la sensación que queda siempre −al menos, ese ha sido mi caso− tras escuchar, ahora en grabación solamente, una interpretación de Carlos Kleiber: que ese vals, esa sinfonía, esa ópera son ‘verdaderamente así’, como él las entendía y ejecutaba, y no de otra manera).” El legendario debut discográfico: El Cazador furtivo En 1973, un Carlos de 43 años se estrenaba discográficamente con la ópera Der Freischütz (1821) de Carl Maria von Weber, una grabación que fue aclamada en su día por crítica y público. Kleiber tan sólo interpretó esta ópera completa en ocho ocasiones en Stuttgart entre los años 1967 y 1968. Curiosamente, no dirigió nunca Der Freischütz en Munich, aunque la orquesta de la ópera estatal bávara pudo tocar la obertura de esta ópera bajo su dirección al menos en cinco ocasiones: una en un concierto celebrado en el teatro en 1983, y otras cuatro más durante un gira con la orquesta por Japón en 1986. Por desgracia, no se ha conservado registro alguno de todas aquellas interpretaciones. Weber definía en 1817 su propia concepción de la ópera alemana como “(…)una obra completa en sí misma, en la cual las contribuciones parciales de las artes que contribuyen a crearla se unen, desaparecen y, al desaparecer, construyen de alguna forma algo nuevo”. El compositor alemán estaba anticipando lo que posteriormente Richard Wagner denominaría como Gesamtkunstwerk o “síntesis de arte total”. El propio Weber reconocía al crítico musical J.C. Lobe que existen dos elementos fundamentales en Der Freischütz (El cazador furtivo): por una parte lo natural, representado en la vida del cazador Max, y lo antinatural, que emana de los poderes demoníacos personificados en Samiel. Así entendió la partitura nuestro protagonista, dotando a la obra weberiana de una autenticidad extraordinaria. Los efectos tímbricos –característicos de Weber− con los que la orquesta apoya directamente la acción dramática en El cazador furtivo, han sido maravillosamente interpretados bajo la batuta de Carlos Kleiber. En el tema inicial –los bosques−, confiado a las cuatro trompas al inicio de la obertura, le sigue otro quasi demoníaco –el de Samiel−, obtenido por Weber al fusionar en un acorde de séptima disminuida – en pianissimo− el oscuro trémolo de violines y violas con las notas pedal mantenidas por los clarinetes en su registro grave, aderezadas con golpes precisos de timbal. Una combinación armónica arriesgada y audaz. El debut en Bayreuth Cuando el director argentino asumió en 1974 la dirección de la ópera wagneriana Tristán e Isolda en los Festivales de Bayreuth –su estreno personal dirigiendo esta obra había tenido lugar un año antes (1973) en la Ópera de Sttutgart−, pocos podían prever lo que aquel acontecimiento supondría para la vida musical alemana. Carlos Kleiber había calado muy hondo entre muchos profesores durante los ensayos con aquella “macroplantilla” de músicos –creada ad hoc para interpretar las composiciones operísticas de Richard Wagner durante los Festivales−. El violinista español Ángel Jesús García narra una de sus mejores experiencias relacionadas con nuestro protagonista durante aquellas intensas y maravillosas jornadas estivales. Preguntado en una entrevista realizada por Xavier Nicolás acerca de sus preferencias en el podio durante los años en que trabajó en Bayreuth, nuestro violinista respondió tranquilamente: “Sin duda alguna, Carlos Kleiber”. Los motivos de su elección son un claro ejemplo de la gran psicología y de la extraordinaria pedagogía musical kleiberianas: “Sí, indudablemente. Era un hombre que no decía a los músicos cómo tenían que tocar, ni que tocasen fuerte, o más piano... El siempre intentaba explicar lo que el veía en la música que íbamos a tocar. Kleiber era un soñador con el cual uno, tocando música, podía soñar. No hay que olvidar que los músicos tocamos muchas y repetidas veces las mismas piezas, las mismas óperas, pudiendo caer a veces en la rutina, y eso es malo para la música. Por ello, si los directores no tienen ese halo especial de buscar algo especial bajo cada obra, en cada compositor, carecen de lo esencial. Y Kleiber lograba hacer de esa obra una cosa muy personal.”(1) En su calificación a aquella interpretación de la gran ópera de Wagner, don Ángel se muestra contundente en sus afirmaciones: “El Tristán suyo de 1974 ha sido insuperable en esos 16 años que estuve en Bayreuth. Luego lo repitió hasta 1976. Precisamente hace poco conseguí una grabación pirata de aquel Tristán del 74 donde yo tocaba como primer concertino y del cual guardo un excelente recuerdo.” La filosofía musical del artista berlinés Uno de los puntos en los que coinciden la gran mayoría de músicos que han trabajado con Carlos Kleiber está relacionado con sus ensayos –realizados siempre a puerta cerrada−. Hay quienes afirman que un solo ensayo con él valía toda una carrera en el conservatorio. En las largas e intensas jornadas en las que Carlos analizaba con gran detalle cada compás de cada obra, cada nota, cada silencio, nada se dejaba al azar. Kleiber era un “alquimista musical”, alguien que conocía perfectamente su profesión y que se zambullía en cada partitura como si hubiese sido compuesta en aquel preciso instante, sin dejarse llevar por prejuicios interpretativos o corrientes estilísticas pretéritas. De ahí que nuestro genial director argentino se transformase en el podio en pura fantasía e improvisación, sumergiéndose y dejándose llevar por el flujo de los sonidos. Su máximo respeto por todos y cada uno de los instrumentistas de las orquestas a las que dirigía – otorgándoles gran libertad− le convertía en una persona afable en el trato, en hombre dialogante y en músico dispuesto a escuchar planteamientos diferentes a los suyos. La imposición nunca fue su modus operandi.
También se ha destacado por parte de la comunidad musical su extraordinaria gestualidad corporal, la elegancia en el movimiento de sus largos brazos y su capacidad para “arrastrar” –literalmente– a los músicos con su mirada y a invitarles a asumir riesgos interpretativos. Buena muestra de ello puede escucharse en su interpretación de la obra de Weber Aufforderung zum Tanze (Invitación a la danza). Si nuestros lectores desean contemplar al director berlinés en plena efervescencia musical, podrán darse cuenta de que Kleiber danzaba sobre el podio. Carlos era capaz de dirigir tan sólo con la mano izquierda, apoyando el codo derecho en la barra metálica trasera, extrayendo así sonidos inmortales a agrupaciones como la Orquesta Filarmónica de Viena. Kleiber, al contrario que muchos compositores e intérpretes, era muy sensible a la reacción del público tras una de sus interpretaciones. En el concierto que se celebró en Las Palmas de Gran Canaria el 7 de enero de 1999, tras percibir que la audiencia no había recibido con gran entusiasmo la primera parte del concierto, se limitó a comentar: “Parece que no les ha gustado mucho. ¡Cuánto lo siento!”. La segunda parte fue bien distinta. Una vez finalizada, las ovaciones fueron clamorosas y persistentes (cf.: Fernando Peregrín, op. cit.) Kleiber y los Conciertos de Año Nuevo Del legado musical del gran director argentino cabe destacar sus dos apariciones al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena para dirigir el tradicional Concierto de Año Nuevo en 1989 y en 1992. Fueron, sin duda, momentos estelares en los que la agrupación vienesa se entregó por completo al director interpretando el repertorio de la dinastía Strauss. Carlos –al igual que su padre Erich– poseía una concepción bastante peculiar del tempo. Su capacidad para realizar accelerandi orquestales era prodigiosa. Las transiciones de un tempo a otro estaban perfectamente estudiadas, y no eran producto de simples “arrebatos” originados en su subconsciente. La tensión tímbrica y sonora generada en un momento determinado de una obra, hacían deseable una transición a tempi diferentes –más “veloces”, si se quiere– para reencontrar el equilibrio y eliminar las tensiones –producto de las alternancias dinámicas, en muchos casos −. Los lectores que deseen escuchar estos conciertos podrán apreciar todos estos detalles que subyacen a cada lectura straussiana que hace Kleiber. Baste destacar en estas páginas el inicio del gran evento musical de 1989, en el que nuestro protagonista realizó una lectura prodigiosa del vals de Johann Strauss (hijo) Accelerationen (Aceleraciones) Op. 234. El primero de enero de 1992 –año del 150 Aniversario de la Filarmónica de Viena−, Carlos obsequió a todos los espectadores con una arriesgada y poco convencional interpretación del maravilloso vals titulado Sphärenklänge (Música de las Esferas) Op. 235 de Josef Strauss. Precisamente en Viena, la ciudad natal de su padre, el director –con la nacionalidad austríaca por decisión propia−, cosechó algunos de sus mayores triunfos. El más destacado tuvo lugar en 1994, cuando dirigió en una velada inolvidable la ópera Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa) de Richard Strauss, con un magnífico elenco vocal. Anécdotas en el foso de Bayreuth Una de las anécdotas más deliciosas que se conocen del director berlinés ha sido narrada por el gran crítico musical wagneriano –tristemente desaparecido− Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas. Carlos Kleiber –al igual que Wilhelm Furtwängler− no hizo jamás el saludo hitleriano. En una ocasión, realizó una apuesta con el tenor Max Lorenz: lo haría al dirigir Sigfrido ante la plana mayor del NSDP (National-Sozialistische Deutsche Partei), pero sin que nadie se diera cuenta. Riendo, el tenor sostuvo que aquello era imposible. Llegados al comienzo de la escena entre Sigfrido y el Viajero –o Viandante−, cuando el pajarillo huye al divisar a los cuervos de Wotan, Lorenz tuvo un presentimiento y miró hacia el foso al tiempo que cantaba: “Wohin mein Führer mich wies” (“Adonde me indicó mi guía”). Allí estaba Kleiber, devolviéndole socarronamente la mirada mientras mantenía algunos segundos el brazo derecho extendido en posición inequívoca.(2) La desaparición de un músico genial Cuando se hizo público el fallecimiento de Carlos Kleiber el 19 de julio de 2004 mediante una nota de prensa, el mundo musical al completo se afanó por elogiar la figura musical del director argentino. Quizá algunos ya presagiaban este triste final, digno de cualquier drama amoroso wagneriano. Su mujer había muerto recientemente en su tierra natal, en Eslovenia. Carlos nunca pudo superar el enorme vacío que había supuesto aquella pérdida en su vida. Sus restos fueron inhumados en Konjsica, Eslovenia. Riccardo Muti, nada más conocer la trágica noticia, dijo: “Su muerte es una enorme pérdida para la música, y para mí en lo personal”. Carlos Kleiber nos dejó en el más absoluto “anonimato”, con la enorme discreción –propia de su carácter enigmático– que le había caracterizado en vida. Consagró su vida a la música, y quiso dejar un recuerdo imperecedero en todos aquellos que le conocieron y valoraron su arte sobre el podio. Acercarse a su universo sonoro es conocer y disfrutar un rico legado por el que merece la pena arriesgarse. (1) La entrevista completa puede leerse en la página web de Archivo Wagner: http://archivowagner.info/ (2) Para más información al respecto, consultar la página web de Diverdi: www.diverdi.com. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Bibliografía: · Peregrín Gutiérrez, Fernando. Héroes y genios de la denostada cultura occidental. Artículo publicado en www.mundoclasico.com · Diario ABC. Hemeroteca. Notas de prensa publicadas por Óscar Bellot el 20 de Julio de 2004. · Banús Irusta, Rafael. Carlos Kleiber, el último caballero. Diverdi: www.diverdi.com ·
Hernando,
Bernardino M.
Profesor Titular de Periodismo
Discografía recomendada: A continuación, se ofrece a nuestros lectores una nutrida lista de compositores que fueron estudiados por Carlos Kleiber, con el correspondiente enlace URL donde podrán encontrar abundante discografía al respecto: http://www.thrsw.com/ckdisc/ Beethoven , Ludwig van ( 1770 - 1827 ) Coriolan - Overture to von Collins' play,op.62 Symphony No.4 in B-flat major,op.60 Symphony No.5 in C minor,op.67 Symphony No.6 in F major,op.68 "Pastoral" Symphony No.7 in A major,op.92 Berg , Alban ( 1885 - 1935 ) Wozzeck - Three Fragments Bizet , Georges ( 1838 - 1875 ) Carmen - complete Borodin , Alexander ( 1833 - 1887 ) Symphony No.2 in B minor,op.5 Brahms , Johannes ( 1833 - 1897 ) Symphony No.2 in D major,op.73 Symphony No.4 in E minor,op.98 Butterworth , George ( 1885 - 1916 ) English Idylls No.1 Dvorak , Anton ( 1841 - 1904 ) Piano Concerto in G minor,Op.33,B.63 Haydn , Franz Josef ( 1732 - 1809 ) Symphony No.94 in G major "Suprise" Mahler , Gustav ( 1860 - 1911 ) Das Lied von der Erde Mozart , Wolfgang Amadé ( 1756 - 1791 ) Symphony No.33 in B-flat major,K.319 Symphony No.36 in C major,K.425 "Linz" Nicolai , Otto ( 1810 - 1849 ) Die lustigen Weiber von Windsor - overture Offenbach , Jacques ( 1819 - 1880 ) Die Verlobung bei der Laterne - complete Die kleine Zauberflöte - complete Puccini , Giacomo ( 1858 - 1924 ) Puccini : La Bohéme - complete Schubert , Franz ( 1797 - 1828 ) Symphony No.3 in D major,D.200 Symphony No.8 in B minor,D.759 "Unfinished" Strauss , Johann ( 1804 - 1849 ) Radetzky Marsch , op.228 Pizzicato-Polka Strauss , Johann, Jr. ( 1825 - 1899 ) "Ritter Pazman" : Csardas Accelerationen , op.234 - Walzer An der schönen,blauen Donau , op.314 - Walzer Bauern-Polka , op.276 Bei uns z'Haus , op.361 - Walzer Der Zigeunerbaron - overture Die Fledermaus - complete Die Fledermaus - overture Eljen a Magyar , op.332 - Ungarische Polka schnell Frühlingsstimmen , op.410 - Walzer Im Krapfenwald! , op.336 - Polka francaise Künstlerleben , op.316 - Walzer Neue Pizzicato-Polka , op.449 Persischer Marsch , op.289 Stadt und Land , op.322 - Polka mazur Tausend und eine Nacht , op.346 - Walzer Tritsch-Tratsch-Polka , op.214 Unter Donner und Blitz , op.324 - Polka schnell Vergnügungszug , op.281 - Polka schnell Strauss , Josef ( 1827 - 1870 ) Die Libelle , op.204 - Polka mazur Dorfschwalben aus Österreich - walzer,op.164 Feuerfest! , op.269 - Polka francaise Jockey-Polka , op.278 Moulinet , op.57 - Polka Plappermäulchen , op.245 - Polka schnell Sphärenklänge , op.235 - Walzer Strauss , Richard ( 1864 - 1949 ) Der Rosenkavalier - Scenes from Act.II & III Der Rosenkavalier - complete Ein Heldenleben , op.40 Elektra - complete Telemann , Georg Philipp ( 1681- 1767 ) Musique de Table (Tafelmusik-Suite) Verdi , Giuseppe ( 1813 - 1901 ) La Traviata - complete Otello - complete Wagner , Richard ( 1813 - 1883 ) Tristan und Isolde - Isolde's Liebestod Tristan und Isolde - Prelude Tristan und Isolde - complete Weber , Carl Maria von ( 1786 - 1826 ) Enlaces web de interés:
· Diario EL MUNDO. Sección de Cultura. Junio de 2000: http://www.elmundo.es/2000/10/06/cultura/6N0156.html · http://www.lanacion.com.ar/Archivo/Nota.asp?nota_id=619960
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