Revista mensual de publicación en Internet
Número 83º - Abril, mayo y junio 2.007


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Paráfrasis operística

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

El viaje a Simorgh. Ópera de José María Sánchez-Verdú. Libreto del compositor en libre adaptación de Las virtudes del pájaro solitario de Juan Goytisolo. Reparto: Dietrich Henschel, Ofelia Sala, Carlos Mena, José Manuel Zapata, Marcel Pérès, Jesús Castejón, Paola Dominguín, Josep Ribot, Celia Alcedo, Itxaro Mentxaka, Oswaldo Martín, Sara Moros, Cesc Gelabert, Ara Malikian. Dirección musical: Jesús López Cobos. Director de escena y escenógrafo: Frederic Amat. Figurinista: Cortana. Iluminador: Vinicio Cheli. Director del coro: Jordi Casas Bayer. Coro y Orquesta del Teatro Real. Nueva producción del Teatro Real. Teatro Real, Madrid, del 4 al 17 de mayo de 2007. 

Es encomiable y también es obligado que una institución como el Teatro Real aborde el estreno de nuevos títulos. En sus diez años de renacida actividad lírica, el teatro ha promovido ya unos cuantos estrenos con desigual fortuna: no podría ser de otra manera. En esta ocasión el coliseo madrileño ha apostado por un compositor que aún no ha cumplido los cuarenta y que se puede considerar aún joven, aunque tiene a sus espaldas una exitosa carrera internacional. Se trata de José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968), que es un creador muy personal, sutil y exquisito. Así lo demuestra con esta nueva partitura, llena de ocurrencias sonoras y tímbricas sorprendentes, muy originales. A la orquesta se sumaron tres violas da gamba y también hubo música electrónica en vivo, con la colaboración del Estudio Experimental para Arte Acústico (Experimentalstudio für akustische Kunst) de Freiburg. El trabajo realizado por la Orquesta del Teatro Real, bajo las órdenes del maestro López Cobos, es extraordinario. Profesores y director se suman al triunfo indiscutible de la música en esta función. Pero, a pesar de la belleza sonora de la partitura y de los grandes recursos que el Teatro Real ha puesto en juego, la ópera que aquí se ofrece no llega a funcionar. Además de la música hacen falta otros ingredientes que son fundamentales en el género lírico: libreto, voces y dramaturgia. El libreto es una libre adaptación de una novela de Juan Goytisolo realizada por el propio compositor. El resultado, como ocurre en tantas óperas modernas, es muy poético, pero resulta indescifrable para el común espectador. Toda la acción parece limitarse a una celebración ritual, llena de símbolos cuya comprensión queda fuera del alcance de los no iniciados. Por otro lado, la participación de las voces es más sinfónica que lírica. Los cantantes se integran perfectamente en el discurso sonoro, como si fueran instrumentos de la orquesta, sin alcanzar el protagonismo que merecen en una ópera. Eso tampoco contribuye a la claridad narrativa aunque, probablemente, no era eso lo que se pretendía. Hay un reparto vocal excelente (Henschel, Mena, Mentxaka…), compuesto por grandes intérpretes con cualidades que están desaprovechadas. Destaca en su papel solista Marcel Pérès, con unas singulares “arias” que confirman la importancia de la voz y que el público agradece. Hay otras intervenciones puntuales y heterogéneas sobresalientes, como la del Coro del Teatro Real, la del violinista Ara Malikian, que toca en escena en diálogo con la electrónica, o la del incombustible, muy musical y veterano bailarín Cesc Gelabert. La colaboración como actor del maestro Jesús Castejón queda deslucida por una sonorización deliberadamente metálica y fría. Estas actuaciones individuales no se llegan a integrar plenamente en el espectáculo, pero mantienen cierto interés en el transcurso de la función, desencadenando alguna admiración. A pesar de los efectos escenográficos y de iluminación, la dirección de escena, que firma Frederic Amat, es completamente estática, sin apenas movimientos, y convierte la ópera es una especie de oratorio escénico. Encontramos en esta opción una solución habitual en muchas óperas modernas, que han sido creadas desde una perspectiva más musical que teatral. Todos los elementos técnicos de la producción son excelentes, salvo las proyecciones, pero en el resultado final falta espectacularidad. El Teatro Real ha arriesgado y ha obtenido un resultado con aciertos y desaciertos. La iniciativa nos hace reflexionar sobre la naturaleza del género y sobre su futuro, y nos permite disfrutar de la música, muy bella y sensual, de Sánchez-Verdú. 

Fotografía: Javier del Real