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¿Boris minimalista? Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.
Boris Godunov. Música y libreto de Modest Musorgski basado en el drama homónimo de Alexander Pushkin. Intérpretes: Samuel Ramey, Maria Gortsevskaya, Marina Zyatkova, Raquel Pierotti, Stephan Rügamer, Vasily Gerello, Anatoli Kotscherga, Misha Didyk, Vladimir Matorin, Alexander Podbolotov, Itxako Mentxaka, Dmitri Voropaev, Roberto Pomakov. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Klaus Michael Grüber. Escenógrafo: Eduardo Arroyo. Figurinista: Rudy Sabounghi. Iluminador: Dominique Borrini. Coro de Niños de la Comunidad de Madrid. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Nueva producción del Teatro Real en colaboración con el Théâtre de la Monnaie de Bruselas y la ópera Nacional du Rhin. Teatro Real, Madrid, 1 a 17 de octubre de 2007. La ópera rusa es uno de los capítulos más importantes del género, pero su difusión en España es escasa. Para hacer honor a esta ilustre tradición, el Teatro Real ha inaugurado la temporada con una coproducción de Boris Godunov que ha cosechado el año pasado el Premio de la Crítica Francesa cuando se estrenó en Bruselas. Se trata de una producción de gran interés musical, pues recupera la segunda versión del compositor, que fue orillada por las modas imperantes hace más un siglo a pesar de sus grandes valores artísticos. Es una obra extraordinariamente original entonces y hoy. Ni siquiera el propio compositor fue plenamente consciente de su fuerza y sus dudas le llevaron a realizar distintas versiones que luego otros completaron. Ha sido el tiempo el que ha colocado esta obra en el lugar de honor que merece dentro del repertorio. La partitura está dividida en grandes bloques, es magnífica y ha sido correctamente servida por la Orquesta del Teatro Real y por el maestro López Cobos, con el concurso del coro que dirige Jordi Casas. El coro se enfrenta a una colocación y movimientos que comprometen seriamente su trabajo y que ayudan muy poco a la exposición de la obra. A pesar de este confuso baile del coro, la dirección de escena es muy estática en todo lo demás, cerca del oratorio, lo cual resta fuerza al espectáculo y a los cantantes, que tienen ocasión de mostrar sus facultades vocales, pero nos habilidades las escénicas. La trama es política y no amorosa: denuncia la represión del pueblo a través del dolor y carece de protagonistas femeninas. Todas las voces principales son para hombres. El montaje es frío y poco brillante. El director de escena, Grüber, ha querido dejar todo el protagonismo a la música, asumiendo una decisión contraría a la grandiosidad que encierra esta obra. La escenografía está firmada por Eduardo Arroyo, que se revela mejor pintor que escenógrafo como ocurre en tantos otras incursiones en la escena desde el campo de la pintura. La propuesta minimalista también contraviene abiertamente la grandilocuencia de musical y teatral de Musorgski. Las bajadas de telón separan con precisión de relojero las escenas, manteniendo la tensión en exacta sincronía con la orquesta. El elenco masculino es todo lo poderoso que la música de Musorgski requiere y se presenta muy igualado. Sobresale Anatoli Kotscherga en el papel del monje Pimen, aunque no es su papel idóneo, además de Samuel Ramey como Boris. A pesar de la debilidad de la puesta en escena, la fuerza musical de la partitura sobrevivió haciendo las delicias de los melómanos y no tanto de los líricos. Fotografía: Javier del Real
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