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LA ¿CENSURA? SOBRE EL ASUNTO DE LOS INSTRUMENTOS ORIGINALESPor Ángel Carrascosa Almazán.
El 4 de octubre empecé con un programa en Radio Clásica, “Versiones comparadas”, que se emite cada jueves de 1 a 2 de la tarde. El espacio del 25 de octubre trataba del Tercer Concierto de Brandemburgo de Bach, y debí de decir cosas que no se suelen decir, ni escribir, porque he recibido una avalancha de llamadas... ¡todas de felicitación! Esto me hace pensar que en la realidad existe, acerca del asunto de los instrumentos originales, una especie de censura (que no se sabe muy bien quién impone), o que la mayoría de los críticos autocensuran sus opiniones, o qué sé yo... Debe de haber muchos melómanos que se guardan para sí sus opiniones, “políticamente incorrectas”; opiniones que casi ningún crítico exterioriza desde hace años. Como no pocas personas me han dicho que se han perdido ese programa y que les hubiera gustado seguirlo, se me ha ocurrido que no sería mala idea publicar aquí el texto que leí en el mismo (salvo lo de “van a ustedes a escuchar...” y “acabamos de escuchar...”). El 8 de noviembre habrá “más madera”, porqué trataré del Rondó en La menor, K 511 de Mozart, y, a propósito de la grabación de András Schiff en un fortepiano, abundo en el asunto. Texto del programa “Versiones comparadas” de Radio Clásica emitido el 25 de octubre de 2007: Como es bien sabido, los 6 Conciertos de Brandemburgo constituyen la cima de la música orquestal del Barroco, seguidos de cerca por los 12 Concerti grossi op. 6 de Haendel, los 12 de Corelli y alguna de las colecciones de Vivaldi. La singularidad, y el valor añadido si se quiere, de la colección bachiana es su variedad, pues son seis conciertos muy diferentes unos de otros, y no sólo en su instrumentación. El Tercero y el Sexto son los únicos escritos sólo para cuerdas, pero este último carece de violines. El Tercero está dispuesto en tres grupos de cuerdas que, con peso similar, se oponen entre sí al modo antifonal. Si a menudo se ha dicho que es, en lo formal, el más arcaizante de los seis, su gran extraversión es, paradójicamente, signo de modernidad. Bach escribió para él sólo dos movimientos, uno sin indicación de tempo (que suele llevarse como Allegro moderato) y un Allegro. Les llamaremos 1º y 2º, si bien es posible que Bach pensara intercalar entre ambos un movimiento lento. Algunos directores así lo hacen, mientras otros se limitan a incluir unas breves frases a modo de puente. En nuestra selección vamos a suprimir ese movimiento intermedio, cuando lo hay. El número de grabaciones de los Conciertos de Brandemburgo es incontable, y nos vamos a ajustar a las versiones de 1960 en adelante; a las anteriores podríamos calificarlas, sin intención de denostarlas, de arqueológicas. Anteriores a la primera que vamos a escuchar, la de Karl Richter de 1968, son las de Yehudi Menuhin con la Orquesta del Festival de Bath (EMI 1960), la de Otto Klemperer con la Orquesta Philharmonia de Londres (EMI 1961) y la de Karl Ristenpart con la Orquesta de Cámara del Sarre (Accord 1966), estimables pero que ciertamente hoy suenan anticuadas. La primera “revolución” interpretativa acerca de estas obras ocurre mucho antes de lo que algunos creen o admiten: fue en los años 60 y tiene como principal protagonista a Karl Richter, el organista, clavecinista y director alemán (1926-1981). Ya su primer registro, de hacia 1960, para Teldec y con una Orquesta de Cámara anónima, supuso un fuerte aldabonazo, pero no se concretó de forma palpable hasta 1967, en que fueron grabados por Archiv, con la Orquesta Bach de Múnich, por él fundada. Richter llevó a cabo una limpieza de adherencias románticas en toda regla: la sobriedad casi austera, la vitalidad y el fuego de su interpretación del Tercer Concierto son evidentes y aportan un aire fresco y nuevo. Hay en este Tercero más espontaneidad que afán de pulimento, pero ello no quiere decir, ni mucho menos, que su realización sea descuidada. La versión dirigida por el compositor Benjamin Britten a la ECO un par de años después, en 1969 y para Decca, es meritoria en muchos aspectos, pero concretamente el Concierto nº 3 no fue un acierto: es elegante y amable, pero un tanto tímido y retraído. Al igual que ésta, la versión de Sir Neville Marriner con la Academy of St Martin de 1972, para Philips, que sigue la revisión crítica de Thurston Dart y cuenta con un ilustre equipo de solistas, pertenece ya a al pasado: Marriner, fiel a sí mismo, es más bien liviano y casi pimpante, si bien enormemente pulcro y nítido. De 1975 data la grabación, para Philips, de Raymond Leppard, uno de los grandes impulsores de la renovación en la interpretación del Barroco, desde Monteverdi hasta Bach, Haendel e incluso compositores del Clasicismo y el Rococó. Perdida su batalla contra los instrumentos originales, hoy Leppard está proscrito y para muchos radicales es un apestado. Tremenda injusticia la cometida con él, que a buen seguro el futuro reparará. Escuchar su grabación del 3º de Brandemburgo (y en Haendel es una autoridad aún más indudable) puede que descubra para algunos oyentes a un músico excepcional, que prosiguió con algunas vueltas más de tuerca la renovación en la que se halló Karl Richter. Leppard dirige desde el clave (ha sido un solista de gran reputación, que grabó por ejemplo todos los Conciertos para uno y varios claves de Bach) con una energía y un entusiasmo contagiosos, explicando quizá como nadie la escritura gracias a una pasmosa claridad, y con un nivel en la ejecución de la English Chamber realmente extraordinario, tal vez nunca superado. De 1977 son dos versiones casi contrapuestas, en varios sentidos, de los Conciertos de Brandemburgo: la de Pinchas Zukerman dirigiendo, para D.G., la Orquesta de Cámara de Los Ángeles, y la de Gustav Leonhardt al frente de un grupo de conocidos solistas para Sony. El insigne violinista, que es también un estupendo director (mucho menos conocido en esta actividad) ofrece una visión tradicional del Concierto, pero espléndida y rebosante de ímpetu. Mientras, uno de los protagonistas del siguiente peldaño (peldaño que algunos consideran erróneamente el primero) en la renovación interpretativa del Barroco, el eminente clavecinista y organista holandés antes citado, ofrece una ejecución -más que interpretación propiamente dicha- plana, anémica, sin personalidad y bastante aburrida. Incluso no muy bien tocada ni planificada en las texturas. Es decir, que el director Leonhardt poco tiene que ver con el admirable y magistral instrumentista, y no sólo por menor pericia con la batuta: parecen dos músicos diferentes. La propuesta de Nikolaus Harnoncort al frente del Concentus Musicus de Viena, para Teldec y de esos mismos años, que fue saludada como radical en su momento, ha quedado bastante anticuada incluso para muchos de sus defensores de entonces, a lo que se añade una calidad de ejecución que ha sido bastante sobrepasada. Quizá la primera grabación con instrumentos originales plenamente conseguida y aún plenamente vigente es la de Trevor Pinnock, de 1982, para Archiv y con el English Concert. Lo es sobre todo por el empleo llamémosle sensato de los instrumentos de época, que además tocan admirablemente bien (nada de lo tantas veces escuchado de malos instrumentistas refugiados en lo de “originales”). Sensatez que también se aprecia en la interpretación propiamente dicha, sin búsqueda de originalidades a toda costa: es, por el contrario, bastante clásica, aportando la incisividad y la especial transparencia que pueden suministrar los instrumentos originales tocando casi sin vibrato. En 1984 se publica la interesante versión de Ton Koopman con la Orquesta Barroca de Amsterdam para Erato, y todavía un año después, en 1985, una de las mejores orquestas de cámara del mundo, la romana I Musici, se atrevía a grabar con instrumentos llamémosles convencionales los Conciertos de Brandemburgo. Lo hacían por segunda vez, de nuevo para Philips, y no de cualquier manera, sino reuniendo a varios de los mejores solistas del mundo: el trompa Hermann Baumann, el flauta Severino Gazzelloni, el flauta dulce Michael Copley, el oboe Heinz Holliger o el fagot Klaus Thunemann, además de contar como violinista con la entonces concertino del grupo, la añorada Pina Carmirelli, una música excepcional. La versión del Tercer Concierto, en concreto, está dentro de la mejor tradición: enérgica, vital y de gran espontaneidad, además de magníficamente tocada. Pero nada nuevo aporta. Tampoco lo hace en demasía, en la vía de instrumentos antiguos, la en todo caso estimable de Christopher Hogwood (Decca, del mismo año 1985) al frente de la Academy of Ancient Music londinense. Musica Antiqua Köln, bajo la dirección de Reinhard Goebel, lleva al disco en 1987, para Archiv, los Conciertos de Brandemburgo. Una versión controvertida desde el primer momento a causa de su radicalidad, pero que el tiempo ha afirmado, consiguiendo en pocos años cada vez más partidarios y ejerciendo una influencia indudable en muchas de las grabaciones posteriores. El primer movimiento, sin indicación de tempo como es sabido, lo llevan como un Allegro molto, y el segundo, como un Presto. Aparte de la gran velocidad, el primero es muy vital, vibrante, nervioso y agitado, y el segundo, a un tempo seguramente excesivo, es seco, cortante y casi convulso. Algunos opinan que es tan excesivo con objeto de provocar. Es posible, pero, por muy chocante que pueda resultar, no deja de ser una propuesta atractiva e interesante. La conclusión es extraña, abrupta, sin el menor énfasis conclusivo. Es difícil pronunciarse ante esta versión límite, que provoca entusiasmo en algunos y fuerte rechazo en otros. Pero no debe ser ignorada, máxime teniendo en cuenta cómo ha marcado a no pocas de las versiones que han venido después. Entre las grabaciones posteriores a 1990 pueden señalarse las de Jordi Savall con el Concert des Nations y la Capella Reial de Catalunya (Auvidis, 1992), la de Sigiswald Kuijken dirigiendo La Petite Bande (DHM 1994), la de Helmuth Rilling con la Orquesta de Cámara del Festival Bach de Oregon (Hänssler 1994, con instrumentos tradicionales), Giovanni Antonini al frente de Il Giardino Armonico (Teldec 1997), ésta particularmente destacable, la de I Barocchisti con Diego Fasolis (Arts), Masaaki Suzuki con el Bach Collegium de Japón (BIS 2000), Café Zimmermann (Alpha 2003), versión que demuestra que, con instrumentos originales, es posible compatibilizar ímpetu y elegancia, y la del Concerto Italiano con Rinaldo Alessandrini (Naïve 2005). Las interpretaciones que finalmente hicimos sonar en el programa fueron las de Karl Richter, Raymond Leppard, Trevor Pinnock, Musica Antiqua Köln y Café Zimmermann.
Versiones, con la duración de los movs. 1º y 3º:
1960 Menuhin/Bath Festival Orchestra EMI 11’34” 1961 Klemperer/Orquesta Philharmonia EMI 13’02” 196... Münchinger/Orquesta de Cámara de Stuttgart Decca 1966 Ristenpart/Orquesta de Cámara del Sarre Accord 10’07” 1968 K.Richter/Orquesta Bach, Múnich Archiv 10’22” 1969 Britten/English Chamber Orchestra Decca 11’58” 1972 Marriner/Academy St. Martin in the Fields Philips 10’53” 1975 Leppard/ English Chamber Orchestra Philips 10’53” 1977 Zukerman/Orq. Cám. Fil. Los Angeles DG 11’35” 1977 Leonhardt/S. Kuijken, etc. Sony 10’35” (6’07+4’28) 1980 Marriner/Academy St. Martin in the Fields Philips 1982 Pinnock/English Concert Archiv 10’29” 1984 Koopman/Amsterdam Baroque Orchestra Erato 1985 Carmirelli/I Musici Philips 10’32” 1985 Hogwood/Academy of Ancient Music Decca 1987 Goebel/Musica Antiqua Colonia Archiv 9’00” 1992 Savall/Concert des Nations, Capella Reial Auvidis 1994 S.Kuijken/La Petite Bande Deutsche H. Mundi 1994 Rilling/Orq. Cámara Festival de Oregon Hännsler 199... Diego Fasolis/I Barocchisti Arts 9’31” 1997 Giovanni Antonini/Il Giardino Armonico Teldec 10’18” (5’45+4’33) 2000 Suzuki/Collegium Bach Japón BIS 10’01” (5’53+4’08) 2003 Pablo Valetti/Café Zimmermann Alpha 9’29” (5’18+4’11) 2005 Alessandrini/Concerto Italiano Naïve 9’57” (5’37+4’20)
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