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SINFÓNICA DE SEVILLA: APROBADA Y CON NOTASevilla, Teatro de la Maestranza. 26 de octubre de 2007. XVIII Temporada de conciertos de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Grieg: Peer Gynt, suite nº 1. Concierto para piano. Mussorgsky-Ravel: Cuadros de una exposición. François-Fréderic Guy, piano. Pedro Halffter, director. Por Fernando López Vargas-Machuca. Los Cuadros de una exposición en la genial orquestación de Maurice Ravel (hay unas cuentas más en disco, entre ellas la interesantísima de Ashkenazy y la horripilante de Stokowski) son un arma de doble filo para cualquier orquesta, ocasión de lucimiento para todos sus solistas y secciones, pero también una trampa mortal que puede dejar al descubierto sus insuficiencias. Vjekoslav Sutej escogió la partitura para deslumbrar al público sevillano con el ya excelente nivel de la orquesta que él mismo se había encargado de formar, en los inolvidables conciertos inaugurales que tuvieron lugar el 10 y el 11 de enero de 1991 en el Teatro Lope de Vega. Ahora su más reciente titular, Pedro Halffter, nos ofrece de nuevo la obra para que podamos tomarle el pulso a una formación en cuya plantilla han cambiado muchos nombres, pero que conserva aún la mayoría de los que actuaron hace dieciséis años. Con algunas comprensibles desigualdades, la ROSS ha superado ampliamente la prueba. Y con nota. El comienzo no fue nada prometedor, con una trompeta destemplada y una batuta apresurada y escasamente musical, dando paso a un gnomo correcto sin más. Pero en el viejo castillo las cosas empezaron a cambiar. La batuta se sosegó, recreando la página con una serena y evocadora belleza, sin blanduras ni caídas de pulso, recreándose en el hermoso sonido de una cuerda tersa y aterciopelada y, sobre todo, en un solo de saxofón de admirable cantabilidad e impecable estilo raveliano. Se mostraron muy sensibles las maderas, al igual que lo hicieron a continuación en Tullerías. El solista de tuba salió airoso de su dificilísimo cometido en Bydlo, bien apoyado por un oscuro y redondo sonido de chelos y contrabajos. Lo pollitos resultaron en exceso acelerados, aunque fue una oportunidad para que violines y maderas mostraran gran limpieza y agilidad. Rotundidad y empaste en la cuerda presidieron el retrato de los dos judíos, con una trompeta que, aun pasándolas canutas, dejó un buen sabor de boca que nos hizo olvidar sus irregulares intervenciones anteriores. En Limoges los metales estuvieron algo estridentes, pero en catacumbas mostraron una redondez y una fuerza que no suelen alcanzar. Al fagot le faltó ironía y mala leche en su caricatura de la bruja, por lo demás trazada con extraordinaria fuerza por la batuta, que seguidamente ofreció una Gran puerta de Kiev decibélica y poco reposada en los pasajes líricos, aunque dicha con ganas y muy bien sonada, a lo que no fue ajena la excelencia de la amplia sección de percusión, desde siempre uno de los puntos fuertes de la Sinfónica. Nota alta, pues, para la formación sevillana en todas sus secciones en este examen difícil que son los Cuadros. En lo que a la “interpretación” propiamente dicha se refiere, Pedro Halffter dirigió mirando más a Mussorgsky que a Ravel, una opción inhabitual pero llena de lógica. Lo hizo con una batuta extrovertida y animada, más atenta a lo teatral y narrativo que a la sensualidad tímbrica, lo que tampoco es ningún desacierto, pero sí debemos reprochar que en general se mostrara superficial y no muy matizada en lo expresivo. Eso sí, hubo importantes aciertos puntuales -ya hablamos del viejo castillo y de la cabaña sobre patas de gallina-, un admirable trabajo técnico con la orquesta y mucha vida. Preferible esto, desde luego, al muermo discográfico insufrible de un Abbado especialmente rutinario con la gloriosa Filarmónica de Berlín, pongamos por caso. Las referencias en CD siguen siendo, dicho sea de paso, las de Giulini y Solti con la Sinfónica de Chicago, por encima incluso de las de Reiner con la misma orquesta o la del propio Giulini con la citada formación berlinesa, si bien la recientísima edición nipona en DVD de la realización de Celibidache con la Sinfónica de Londres, mucho mejor que su registro oficial en EMI, amenaza con quedarse con el primer puesto. Pero volviendo al concierto sevillano, la primera parte se abrió con la primera suite de la música incidental para Peer Gynt compuesta por Grieg. Se lució el magnífico flautista Juan Ronda Molina dentro de una recreación de llena de poesía y elegancia por parte de una batuta que se mostró enormemente centrada y musical. Lo siguió siendo en los dos primeros movimientos del bellísimo concierto para piano del compositor noruego, viniéndose abajo en un tercero que, pese a la de nuevo espléndida intervención de la flauta, le quedó más bien machacón, precipitado y vulgar. Se contagió quizá de la desidia y superficialidad de François-Fréderic Guy, pianista cuya indiscutible solvencia no logró soslayar su incapacidad para profundizar en el contenido expresivo de la partitura; el resultado fue absolutamente plano, mecánico y aburrido. Tampoco es que el estado del piano del Maestranza le ayudara precisamente. Claro que el principal problema, en esta página y en el resto de la velada, fueron los generados por las obras en el escenario, adelantado sobre tres filas del patio de butacas y sin concha acústica: la falta de empaste de los metales con el resto del conjunto resultaron evidentes. Es de esperar que Halffter cuente con esta circunstancia en sus conciertos de las próximas semanas.
ENLACES RECOMENDADOS Web de François-Fréderic Guy http://www.ffguy.com/ Web de Pedro Halffter: http://www.pedrohalffter.com/ Web de la ROSS: http://www.rossevilla.com Web del Teatro de la Maestranza: http://www.teatromaestranza.com/
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