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NORMA EN JEREZ: TOSCA MEETS RADAMÉS
Jerez, Teatro Villamarta. 4 de octubre de 2007. Bellini: Norma. Elisabete Matos, Albert Monstserrat, Encarnación Vázquez, Jin Seok Lee, Inmaculada Salmoral, Pablo García López. Coral Universitaria de Cádiz. Orquesta Filarmónica de Málaga. Enrique Patrón de Rueda, director musical. Pier Paolo Pacini, director escénico. Producción escénica del Teatro Verdi de Pisa. Por Fernando López Vargas-Machuca. Le debo a Elisabete Matos una de las más estremecedoras veladas líricas que recuerdo: una interpretación semiescenificada -aunque no con orquesta sino con piano- de La Voix Humanie, ya hace unos cuantos años en Sevilla, en la que la soprano portuguesa se dejó la piel en una interpretación vocalmente opulenta y de una apabullante sinceridad emocional. Aparte del título de Poulenc, le he podido disfrutar -siempre en el Teatro de la Maestranza- una interesante Chimène de Le Cid, una espléndida Sieglinde y una notable Tosca, esta última hace tan solo unos meses. Y se puede esperar bastante de la Senta que ha de ofrecer el próximo enero en la capital hispalense. Pero el que a uno le guste mucho un artista -o la programación de un teatro, o un partido político, o un equipo de fútbol- no debe jamás significar la concesión de un cheque en blanco y el aplauso incondicional de todo lo que se haga, salvo que no se tenga miedo de caer en un ridículo provincianismo o en un peligroso sectarismo que no benefician a nadie. En su encarnación del rol titular en la Norma que ha abierto la nueva lírica del Villamarta, un teatro donde aún no se había asomado Bellini, Elisabete Matos no me ha resultado convincente. Y eso que la artista posee dos importantes cualidades a la hora de abordar el dificilísimo papel. La primera de ellas, un instrumento que es en gran medida el que requiere el personaje. Es la suya una voz grande, bien timbrada, muy rica en armónicos y bastante amplia en su extensión, sobre todo en un poderoso registro agudo; el grave es más que suficiente, si consideramos que abarcar toda la tesitura que demanda el rol resulta casi imposible. Es además una voz de considerable homogeneidad, sin pérdidas ni cambios de color. La segunda cualidad de nuestra artista es una apreciable sinceridad dramática: la Matos pone toda la carne en el asador y se deja de narcisismos canoros (¿han escuchado el insufrible Casta Diva del último disco de la Bartoli?) para preocuparse mucho más de la caracterización psicológica del personaje. El problema es que el bel canto es el bel canto, no Wagner ni Puccini, y en él las diferentes situaciones expresivas han de estar canalizadas a través de una serie de recursos concretos -ya saben: filados, coloratura y todo tipo de ornamentación- que nuestra artista no domina en toda su complejidad, algo que sobre todo quedó en evidencia en un Casta Diva acogido con comprensible frialdad por el respetable. Su Norma estuvo lejos del mórbido, elegante y sutil estilo belliniano, encontrándose más próxima a los arrebatos temperamentales de la amante de Cavaradossi que a los conflictos internos de la sacerdotisa. Esta Norma fue demasiado… Eso, Tosca. En cualquier caso, y dadas las dificultades del rol, hemos de aplaudir esta esforzada realización de la Matos, que fue resultando más convincente en temperatura emocional, ya que no en estilo, a medida que transcurría la velada. Al final el público la premió con ovaciones. Lejanos ya sus tiempos baritonales, Albert Montserrat está realizando una ascendente y prometedora carrera como tenor lírico. Su Don José del año pasado en Jerez fue muy interesante, pero en Pollione, un rol que en principio le va como anillo al dedo a su vocalidad, le ha pasado un poco lo que a su partenaire: mucho “fuego militar” pero escaso estilo. Y unos cuantos problemas técnicos, sobre todo en una zona aguda algo sofocada. Si el catarro que padecía tuvo algo que ver eso ya no lo sabremos, pero independientemente de tal circunstancia su encarnación del romano pareció más bien la de un Radamés equivocado de ópera. Este joven tiene mucho talento, pero el bel canto no parece lo suyo. La mezzosoprano mexicana Encarnación Vázquez, de voz muy hermosa pero técnica no siempre impecable -los cambios de color en el grave resultaron excesivos-, fue una cumplidora Adalgisa, logrando muy buenos momentos en sus sublimes dúos con Norma, quizá lo más excelso de esta partitura. De voz fea e insuficiente, tosca línea de canto y escaso vuelo lírico resultó el Oroveso de Jin Seok Lee. Fue más bien floja la Clotilde de Inmaculada Salmoral, pero tuvo bastante interés el Flavio de Pablo García López, un joven de diecinueve años de voz bonita y línea sensible que quizá en el futuro pueda dar mucho de sí. La Coral Universitaria de Cádiz (se ha dejado descansar al Coro del Villamarta para que ensaye Il Trovatore) mostró muy buena materia prima, pero también un empaste muy precario y un estilo cuanto menos dudoso. Enrique Patrón de Rueda sigue siendo el más notable de los directores habituales en el foso del Villamarta. Por desgracia, y como era de esperar, la Filarmónica de Málaga supuso un importante lastre; en esta velada resultó especialmente mediocre la cuerda, con terribles patinazos de los violonchelos. Al menos el maestro mexicano trazó la ejecución con buen pulso, excelente gusto y notable temperamento dramático, aunque hemos de censurarle la falta de una mayor atención al matiz y que en más de una ocasión sepultara con la masa orquestal a los cantantes. En cualquier caso, si no hubiera sido por él esta Norma se hubiera hundido en el plano musical. La única virtud de la propuesta escénica procedente de Pisa fue hacer buena la horrorosa que vimos en Sevilla hace ya unos años (con nada menos que Ghuleghina y Urmana en lo musical: eso fue otro cantar). Porque esta que nos ha llegado al teatro jerezano resulta rancia e incompetente, pobre más aún en las ideas que en los medios, amén de anticuada en el peor sentido de la palabra, no por tradicional sino por mal hecha: escenografía pobre y fea a más no poder, vestuario ridículo desde cualquier punto de vista (Pollione iba de romano de desfile de Semana Santa, Adalgisa de María de Cleofás), movimientos de masa de verdadera pena y dirección de actores inexistente; todos ellos actuaron bastante mal, a veces bordeando el ridículo. Lo grave es que el Villamarta ha suscrito un acuerdo de intercambio y ahora nos toca en cada temporada recibir una nueva producción escénica del Teatro Verdi de la ciudad italiana. Como las demás sean por el estilo, menudo negocio. ENLACES RECOMENDADOS Web del Villamarta: http://www.villamarta.com
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