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Número 12º - Enero 2001


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De lo sagrado y lo pagano en la celebración popular de la Navidad.
El lugar de la música en el tiempo de la Natividad.

 Por Juan Luis de la Montaña Conchina. Lee su curriculum. 

 
¡Un Rey Mago!

La festividad navideña y la música

Existen numerosas hipótesis en torno al origen de la Navidad. Quizá la más acertada tiene que ver con los cambios y adaptaciones que la iglesia realizó en el ámbito de la festividad popular. Efectivamente, desde el siglo IV de nuestra era, la iglesia de occidente trató de cristianizar con más efectividad al pueblo empleando una de las mejores herramientas al uso: introducirse en el ámbito cotidiano asimilando y renombrando festividades. El resultado de ello fue que en el 354 el Papa Lísipo fijó la fecha del nacimiento de Jesucristo.

Toda esta operación, que incluso no acabaría hasta bastante siglos después, evidentemente tenía un objetivo claro y es el relacionado con la suplantación del culto pagano al sol realizado en amplias regiones del occidente europeo. El final del año significaba para el pueblo, que tanto dependía de la naturaleza y del medio, el cierre de un ciclo solar y por tanto la apertura o la muerte de otro nuevo. De otra forma, y como se ha señalado con acierto, para el pueblo moría un tiempo y esa muerte daba paso al “nacimiento” de un año nuevo que se correspondería con un ciclo solar completo. Para la iglesia esta realidad asumida y asimilada por la cultura popular tenía un origen pagano y, lejos de erradicarlo, adoptó una forma distinta, concretamente se vinculaba a la del nacimiento de Jesucristo.

Contamos pues, con un punto de partida esencial y es el que nos sitúa a Jesucristo con fecha de nacimiento en la finalización del año. La iglesia, que nunca olvidó su labor evangélica, siguió adaptando fechas, festividades y “cristianizando” prácticas y creencias. A este respecto debemos recodar que el calendario actual siguió sufriendo modificaciones hasta 1582,  bajo el papado de Gregorio XIII. De igual forma que las prácticas populares fueron paulatinamente perdiendo su contenido pagano, la música fue el elemento de mejores resultados en la cristianización de las masas, aunque nunca perdiese el fiel reflejo de las tradiciones más consolidadas y ancestrales al fusionar elementos claramente religiosos con elementos procedentes del pueblo.  

El lugar de la música en la celebración de la Navidad:

Evidentemente, en lo que se refiere al lugar que ocupa la música tenemos que distinguir dos ámbitos claramente definidos. El primero nos llega dado por las fastuosas celebraciones que la iglesia procuraba ofrecer a los creyentes. Era un día singular en el que nada debía faltar. De esta forma, las composiciones fueron abundantes y en algún caso se articularon en oficios completos dedicados enteramente a los distintos episodios que envolvían al extraordinario nacimiento. Todo ello respondía a un complejo y elaborado programa. No es de extrañar, desde esta perspectiva, encontrar motetes relacionados con el propio hecho del nacimiento, la adoración de los magos. Podemos citar los ejemplos de Puer natus es nobis de Cristóbal de Morales, e incluso más antiguo y de mayor tradición popular como es el Oh Reyes Magos de Juan del Enzina así como antífonas, maitines y otras piezas. Los ejemplos podrían multiplicarse hasta encontrar verdaderas joyas compositivas destinadas a tal fin. Sin embargo, el aspecto que más no interesa atañe al segundo ámbito.

La segunda celebración, siempre paralela a la primera, es la que ocupaba al pueblo llano. Y aquí llega un aspecto que nos parece transcendental: la fusión de los ritos incentivados desde la iglesia con los puramente paganos de raigambre medieval. La música está igualmente presente pero exhibe un matiz distinto en el que puede observarse tanto la pervivencia involuntaria de elementos populares ancestrales como la utilización voluntaria de formas musicales por parte de la iglesia en un proceso de asimilación de costumbres antiguas y modernas. Esta misa cuestión podría plantearse de forma distinta partiendo de que lo predominante es la introducción de elementos populares en las prácticas católicas, en un claro intento de imbricar ambas realidades.

No vamos a entrar en valoraciones sobre los intentos de la iglesia por asimilar prácticas o la influencia de lo popular en las costumbres impuestas nuevamente por la iglesia. Nos interesa centrarnos sobre la música que se deriva, y al respecto debemos señalar que la producción es vasta. Los mejores ejemplos lo constituyen los villancicos (que no hay que confundir con los villancicos actuales). Los villancicos eran composiciones poético-musicales de corte amoroso que se dividían en dos partes: estribillo y copla. Fueron habituales en las cortes castellanas desde el siglo XV. Posteriormente, su naturaleza fue mutando hacia formas religiosas debido a la fácil adaptabilidad y flexibilidad de la composición.

Otro ejemplo de música popular en el que se interpolaban textos religiosos, en algunos casos en latín, lo constituyen las ensaladas. Los primeros ejemplos de villancicos y ensaladas como Dinos, madre del Donçel  y ¿Querer vieja yo? Nos llegan de la mano del maestro Juan de Triana, que trabajó en la catedral de Sevilla en el último cuarto del siglo XV. En ambos ejemplos queda patente la existencia de una sola voz imitando las prácticas recitatorias de la Edad Media y las que luego se darán en el Barroco. 

Prácticas musicales de origen popular relacionadas con la Navidad

Ahora vayamos a lo práctico. Lo anteriormente señalado no tiene nada de casual. ¿Qué ocurría en nuestras iglesias desde la Edad Media?. Pues muchas y chocantes espectáculos en los que la música está presente. Las fuentes procedentes de las catedrales extremeñas pueden resultar más que ilustrativas sobre la vivencia de la Navidad por el pueblo. En el sínodo de Badajoz de 1501 se señalaba que:

 Fallamos que muchas vezes en algunas yglesias e monesterios, asi de la ciudad de Badajoz como de todo el dicho nuestro obispado, so color de commemorar cosas sanctas e contemplativas, fazen representaciones de los misterios de la Natividad e de la Passion e Resurreccion de nuestro Señor, Redemptor e Salvador Jesuchristo...cantando cantares torpes e feos, e faziendo otras deshonestidades.

 

 Incluso más adelante llega a señalar:

Que en las yglesias no se hagan danças ni vigilias ni deshonestidades, ni se junten a comer, ni jueguen, ni vendan ni apregonen cosas profanas en ellas.

 No menos significativo es el caso de Plasencia, lugar donde todavía en 1534 las prácticas que rayaban el paganismo estaba aun presentes. En el caso placentino las actividades eran todavía más explícitas:

Emos sido ynformado que en tiempos pasados en muchas yglesias de nuestro dioçesis, la noche del nasçimiento de Jesucristo nuestro Señor, con dos dias de Pasqua siguientes, en lugar de antiphona y bendiçiones de maitines y de las otras Oras, las quales la Santa Yglesia, movida y regida por el Espiritu Santo, tiene ordenadas para el resçibimiento del Hijo de Dios y de un nueva venida en el mundo cantan cantares torpes y deshonestos y consienten haçer y haçen representaçiones ympudicas y agenas de limpieza.

 Podemos observar con claridad que, incluso bien entrado el siglo XVI, las vivencias del pueblo no coincidían con las que la iglesia predicaba y trataba de aplicar: se imponía la consuetudo; es más, los  hechos “deshonestos” a los que aluden las fuentes eran habituales tanto para otras festividades del año como para el caso de la Navidad.

¿Y la música? Es factible que entre esa música que sonaba en las iglesias deba incluirse villancicos, bailes de todo tipo, letrillas y coplas muy diversas. ¿Es a eso a lo que se refieren las citadas fuentes?. Pues con toda probabilidad sí, e incluso podríamos hablar de entretenimientos musicales de mayor y más compleja elaboración. Aquí es donde se introducen los géneros que tan someramente hemos descrito más arriba chanzonetas, villanescas y ensaladas.

Sin embargo, estas cuestiones llevan impresas una casuística compleja. Las músicas que tanta popularidad alcanzaron y que fueron prohibidas en numerosas ocasiones por los poderes fácticos (es el caso de la prohibición que hizo Felipe II en 1596 relativa a la interpretación de villancicos en su corte), estaban rodeadas en su origen de una significativa ambigüedad. El efecto popularizante de dichas composiciones (cantadas generalmente en lengua vernácula) y su incorporación a los repertorios sagrados es una evidencia que ha dejado profundas e interesantes huellas en la producción de música religiosa. Cuantitativamente esta realidad es indiscutible. Sirvan como ejemplos los villancicos compuestos por Juan Bautista Comes usando técnicas “importadas” como es el policoralismo. Por otro lado, y ahí entra la actitud adoptada por la iglesia, es posible pensar en la predisposición de tan magna institución al permitir la fusión de tradiciones tan distintas. El resultado de todo ello fue la convivencia y paulatina asimilación de prácticas ancestrales a los nuevos ritos que una iglesia más poderosa que nunca se prestó a tolerar, mientras tanto el pueblo seguía celebrando la Navidad con el entusiasmo y el significado que se le atribuía desde siglos atrás.