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Número 16º - Mayo 2.001


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¡UN VERDI DOBLE, POR FAVOR!

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


   
Este año que tanto se habla de Verdi es buen momento para hacerse con esos títulos verdianos que aún faltan en nuestra discoteca o conseguir esa versión que desde hace tanto tiempo queremos o simplemente hacernos con un buen recital monográfico que, por cierto, no abundan. Este mes traemos a estas páginas dos recitales de EMI CLASSICS dedicados al compositor italiano con dos auténticas estrellas de la ópera actual: Roberto Alagna y Angela Gheorghiu en ambos casos acompañados por la Filarmónica de Berlín y Claudio Abbado.

Roberto Alagna, francés de nacimiento aunque de origen siciliano, hizo su debut internacional con La Traviata en la Scala bajo la dirección de Muti. Según el mismo cuenta se considera un autodidacta que aprendió a cantar escuchando discos de Caruso. Alagna posee una voz lírica pura con cierto cuerpo, ideal por tanto, para el Verdi más lírico: Duque de Mantua (Rigoletto), Alfredo (La Traviata), Rodolfo (Luisa Miller). No parece que pueda resistir en directo papeles como Manrico (Il Trovatore) u Otello aunque el primero ya lo ha incorporado a su repertorio. Comparándolo con los tenores de su generación es quizás el de mayor calidad, solo Ramón Vargas y ahora Marcelo Álvarez son verdaderas voces líricas, bellas, con facilidad en el agudo, lo que les convierte en los tres tenores líricos del momento. En cuanto a José Cura, digamos que es un tenor spinto, de voz más oscura y ancha que se deja ver por los escenarios más que Alagna, quien se limita bastante en este respecto.

Algunos críticos ya se han preguntado si la voz de Alagna durará mucho. De poco valen esas llamadas de atención. En los setenta también se dijo de Plácido Domingo que su voz se acabaría tras cantar Otello y ahí están sus logros en décadas posteriores. La evolución de las voces es algo misterioso. Además, para bien o para mal, ya se considera a Alagna el tercer tenor en reserva para cuando casque alguno de los otros tres astros lo cual parece estar ya muy próximo, según se cuenta.

El primer disco "Verdi Arias" (CDC 56567) recoge un amplio abanico de arias, algunas más conocidas que otras, elegido con muy buen gusto aunque llame la atención la inclusión en primer término de "La mia letizia infondere" de I Lombardi y más adelante, "Je veux encor entendre" de Jerusalem, casi la misma aria aunque en francés, versión esta que Alagna canta con una musicalidad de la que pocos de su generación pueden alardear.

A la vista de los resultados y como era de esperar, su voz se adapta perfectamente a los papeles líricos y, al menos en disco, también resuelve con desahogo aquellos más dramáticos como las escenas de Otello que resultan muy interesantes bajo la intensa e inspirada batuta de Abbado. Por ejemplo, con qué expresividad hace el "Or morendo" con un pp sobre el Sol agudo tal y como Verdi prescribe. Ciertamente es un placer escuchar una voz tan bella como la de Alagna matizando así. Parece que el tenor ha querido demostrar que puede con todo, al menos, en un estudio de grabación.

A lo largo de todo el disco Alagna se muestra escrupulosamente fiel a la partitura olvidando la tradición impuesta en muchas arias. Sirva como ejemplo, el final del "Celeste Aida" en la que Verdi indica hacer un diminuendo en la palabra "sol" que pocas veces se hace en disco (por ej. Corelli/Mehta) y menos aún en directo por la dificultad de apianar en una nota aguda y las ganas que siempre tienen los tenores de lucirse con los agudos cosa que el público además agradece. Alagna comienza en mezzo-forte y apiana maravillosamente secundado por un Abbado que "respira" con el cantante. Otro momento destacado es la brillante aria "O, tu che l'alma adora" de Ernani en la que tampoco hace el agudo final habitual. El recital termina con una "Di quella Pira" exultante aunque se nos muestre un poco justo de fuerzas lo que compensa con entrega y teatralidad, aspecto éste del que normalmente abusa en directo.

El segundo disco "Verdi per due" (CDC 56656) es el complemento ideal al primero con el atractivo añadido de contar con Angela Gheorghiu, mujer de Alagna, y artista que ha devuelto cierta esperanza (de ventas, claro) a la industria discográfica sumida en una profunda crisis de la que no sabe salir. Ambas portadas y las melosas fotos del libreto de este disco muestran la desesperación de esta industria por vender.

La soprano rumana saltó a la fama en 1994 en La Traviata del Covent Garden dirigida con maestría por un Solti de 82 años que se acercaba a la partitura por primera vez al igual que los solistas. Su Violetta, papel que ha convertido en suyo en los últimos años, fue increíblemente intensa, rica en matices, escénicamente impecable, de gran dramatismo y vocalmente espléndida. Angela Gheorghiu es una soprano lírica de imponente presencia escénica (cosa que ha sabido rentabilizar de maravilla) con unos agudos sensacionales y unos graves que aunque han mejorado últimamente aún siguen siendo su calvario.

Auténtica diva cuando sale a escena con gestos heredados de la Callas (como cuando saluda al público), da la impresión de mucho "pose" hasta que empieza a cantar y nos muestra su bello fraseo, natural, fluido y sin el menor atisbo de esfuerzo. Puede que el color de su voz no sea del agrado de todos, resulta un poco mate, al menos en disco, pero sin duda estamos ante una de las mejores cantantes del momento en su cuerda.

El programa del disco contiene dúos de títulos tan variados como I Masnadieri, Simon Boccanegra, I Vespri, Rigoletto, Don Carlo, Aida y Otello sin olvidar el inevitable "Libiamo" de Traviata. Por lo que se convierte en una excelente recopilación de los más famosos dúos verdianos.

Desde el principio el protagonismo recae más en ella que en el. Su cálida voz seduce como pocas además de demostrar un gran dominio del canto verdiano. Tampoco le falta potencia y carácter cuando la partitura lo demanda aunque a veces su canto resulte poco contrastado. Su Gilda (Rigoletto), su Amelia (Simon Boccanegra), su Elena (I Vespri) y también su Desdémona (Otello) son buenos ejemplos de su sensacional actuación en este disco. Alagna por su parte sale airoso de nuevo y tiene momentos brillantes como el fascinante "O terra addio" de Aida en donde ambos hacen una interpretación llena de embrujo con una dirección exquisita.

Abbado acompaña con mimo a ambos solistas y nos regala con todo su poso verdiano frente a una orquesta sensacional que conoce a la perfección. Otra recomendación, por tanto, para este disco que como el anterior es un monográfico Verdi de enorme interés bajo la batuta de uno de los últimos grandes maestros de la dirección. Si hay presupuesto, pues, no dejen pasar la ocasión.