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MÚSICA DEL SENTIMIENTO Por
María del Mar Gallego García.
Profesora de Lengua Extranjera. ¿Alguna vez te has parado a pensar lo que podemos llegar a sentir cuando afloran los sentimientos? La de sensaciones que se pueden experimentar... Y si este compendio de emotividades es promovido por la música, entonces no sería extraño que brotase un gran sentimentalismo... ¡La música es fuente de todo ello!
El
madrigal es una composición vocal polifónica (es decir, tiene una
escritura musical a varias voces que sigue las reglas del contrapunto),
sin acompañamiento (fomentando así su capacidad discursiva, rítmica y
expresiva) y por lo general, sobre un texto lírico. En
sus orígenes el madrigal constaba de varias estrofas que se cantaban con
la misma melodía (serie de sonidos ordenados en una estructura unitaria
que, al poder ser percibida de forma global, forman un conjunto), a
excepción del ritornelo (pequeño fragmento instrumental que precede o
concluye un aria vocal), presentando así una música distinta. Al
pretender servir cada vez más el auténtico sentido de las palabras, se
transforma en una forma intimista y de carácter delicado. La
cuna de esta composición musical estaba localizada en Italia, siendo P.
Casella el primer autor conocido que compuso madrigales y les dio este
nombre a fines del siglo XIII, seguido por G. Da Cascia y F. Landini. Con
el Renacimiento, el madrigal se extendió por toda Europa, tomó una forma
más libre y su polifonía se complicó, destacando autores como A.
Willaert, G. P. Palestrina, C. Monteverdi, Orlande de Lassus, Hans Leo
Hassler, Mateo Flecha, Clément Janequin y la importantísima escuela
inglesa, que incluye nombres de la talla de Thomas Morley y Orlando
Gibbons, entre otros. Esta
composición, expresa un afecto o pensamiento delicado con ligereza y
galanura, siendo expresión del sentimiento humano (como comenzábamos
diciendo): amor, odio... Sentimientos que se transmiten a través de una
partitura, y que sin duda penetran hasta lo más profundo del corazón
(como experimenté al deleitarme con las composiciones del Concierto de Jácara).
Todas
las circunstancias acompañaban al evento: el enclave ideal, el Castillo
de Bil – Bil junto al Paseo Marítimo de Benalmádena, (tratándose éste
de una construcción de estilo árabe, de enlucido rojo en su exterior y
decorado con azulejos y bajorrelieves que siguen la exquisita tradición
nazarí, siendo uno de los edificios emblemáticos de Benalmádena y la
Costa del Sol. Es, igualmente, un hermoso balcón al mar) con una puesta
de sol que dejaba entrever su gama cromática a través del ventanal, el
clima, el ambiente, ... Todo ello te transportaba a otra dimensión, cuando comenzaron a sonar las primeras notas de los instrumentos y las voces de los componentes del grupo invadieron el entorno; la acústica perfecta y la resonancia magnífica. Jácara tuvo su presentación como grupo vocal en la Navidad de 1.999, cuyo repertorio estuvo dedicado por una parte a la Navidad en el Nuevo Mundo, y por otra a la música tradicional navideña europea. El propósito del grupo era estudiar e interpretar música adecuada para conjuntos de cámara, ya sea a capella o con acompañamiento instrumental, abordando repertorios de diversos estilos y épocas musicales. Sus miembros pertenecen o han pertenecido a formaciones corales como la Coral Carmina Nova y el Coro de Ópera Ciudad de Málaga, Coro del Teatro de la Maestranza de Sevilla y Coro del Teatro Real de Madrid, igualmente cuentan con profesionales de una reconocida trayectoria a nivel solista. Recientemente ha trabajado, acompañado por un grupo instrumental (cuyos instrumentos de viento de madera son réplica exacta de los instrumentos utilizados en su época, hechos por Pepe Ivars de Alicante), un repertorio dedicado al Renacimiento y al estudio del madrigal español y europeo, que nos ocupa en este artículo. Los componentes vocales son: El grupo instrumental está formado por: El concierto se dividió en dos partes. La primera con canciones de Inglaterra y Francia. Inglaterra. o “Now is the month of maying” de Thomas Morley (1.557 – 1.603). En primavera las ninfas se ríen y esta estación triunfa sobre el invierno. o “The silver swan” de Orlando Gibbons (1.583 – 1.625). La muerte se acerca al cisne de plata y éste canta por última vez. Francia. o “De ta bouche tant vermeille” de Clément Janequin (1.485 – 1.558). De tu boca encarnada dame un beso que dure como cien. o “Tant que vivrai” de Claudin de Sermisy (1.490 – 1.561). El amor tiene muchas bondades. o “Il est bel et bon” de Pierre Passereau (1.509 – 1.547). Habla de la belleza y bondad del marido. o “Mon coeur se recommande a vous” de Orlande de Lassus (1.532 – 1.594). Mi corazón se encomienda a vos y maldigo a aquellos que me han desterrado de tus ojos. o “Reveci Venir Du Printemps” de Claude Le Jeune (1.530 – 1.600). Mirad la llegada de la primavera. El amor se funde en el placer. Dentro de la segunda parte, fuimos deleitados por canciones de Italia, Alemania y España. En este último bloque, los madrigales de España difieren en su vertiente, ya que en el siglo XVI los polifonistas españoles se codeaban con polifonistas europeos, pero tenía más arraigo el villancico. Por este motivo, el transfondo del madrigal tenía patente el villancico. Italia. o “Zéfiro, Zéfiro” de Claudio Monteveri (1.567 – 1.643). Alemania. o
“Ach
Elslein, lieben Elselei” de Ludwig Senfl (1.486 – 1.543). o “Tanzen und Springen” de Hans Leo Hassler (1.564 – 1.612). Obra que hizo vibrar a la audiencia que asistimos al concierto. España. o “Con qué me lavaré” y “De los álamos vengo” de Juan Vázquez (andaluz, 1.510 – 1.575). o “El fuego” de Mateo Flecha (1.481 – 1.553). Utiliza en esta composición una metáfora; el fuego es el pecado que debe tener la redención del agua que es Cristo. Se trata de una “ensalada” donde se mezcla la música, la letra, el ritmo y los instrumentos, dando la sensación de orden. Sin duda alguna, fue una velada magnífica, donde la música hacía aflorar los sentimientos inmersos en las partituras y que aquellas notas y voces sabían transmitirnos a la audiencia. Audiencia que, en la confluencia del mágico entorno, el lirismo que se desprendía de aquella música renacentista y las tonalidades del paisaje, se sintió motivada y vibró al unísono.
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