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Número 22º - Noviembre 2.001


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FERRUCCIO BUSONI (1866-1924)
Pianista, compositor y pensador visionario (I)

Por Juan Manuel Cisneros. Profesor superior de piano. 


Busoni

A través de tres entregas, que serán dedicadas a cada una de las facetas en las que hemos querido sintetizar la contribución del ilustre maestro toscano, pretendemos hacer una semblanza, más apasionada que exhaustiva, de una figura todavía no suficientemente apreciada tanto en el entorno de los aficionados como -quizá menos- en el de los propios músicos.

Busoni ha ocupado un lugar en la historia de la música sobre todo por haber realizado grandes y muy virtuosas transcripciones al piano de toccatas, corales o fugas de órgano de Bach, de lo que muchos habrán inferido que debió ser un pianista de condiciones excepcionales, y, a juzgar por las grabaciones y especialmente los testimonios, su dominio del piano llegó a cotas inusuales. Menos conocida es su producción musical puramente original, donde figuran hasta cuatro óperas y numerosas piezas para piano -entre ellas la monumental "Fantasía contrapuntística"- que sería difícil de clasificar en cuanto a su estilo, partiendo de un romanticismo que desborda sus límites buscando una música de construcción cada vez más sólida, que va a intuir como pocos las nuevas tendencias neoclasicistas. Y siguiendo esta línea ascendente que nos lleva desde el teclado a la inmaterialidad de las ideas, llegamos a su contribución como pensador y ensayista, que revelan a un hombre bastante dado a la especulación y brillante en sus intuiciones.

Alfredo Casella, en su célebre libro "El Piano", traza una figura de Busoni tan cargada de veneración que llega a parecernos casi sobrehumana. Al menos, nuestra impresión es la de estar ante un verdadero genio que reunía en sí las más elevadas cualidades terrenales y espirituales; maestro inigualable del piano, con esa aureola de leyenda que rodea a figuras como Paderewsky o Cortot, a la vez que audaz pensador que ya especuló seriamente con las divisiones del semitono, profesor entregado que invitaba a los alumnos a su casa, compositor de vanguardia, casi aislado, que se lanzó a arriesgadas aventuras expresivas...

Un buen ejemplo de sus particulares fusiones de teoría y práctica lo tenemos en la costumbre de añadir nuevas dificultades a algunas composiciones de Liszt, ya de por sí suficientemente cargadas de diabólicos malabarismos, cuando las tocaba en concierto. Esto hoy día, con tanta crítica musical a nuestras espaldas, a veces hecha de "espaldas" -valga la expresión- a la realidad profunda del arte de los sonidos, sería motivo de escándalo y rechazo -qué pronto hemos olvidado que los músicos de antaño eran magníficos improvisadores-, y nos parecería una injuria a la memoria del compositor, o un atentado al arte musical, etc., etc. Pero tras esta práctica Busoni escondía una arriesgada propuesta, que a más de un filólogo se le antojaría curiosa: el no creía ciegamente en el texto musical, y quería provocar en el público la misma impresión que esas obras causaron cuando fueron escritas. Obviamente, en la época de Busoni, con un pie en el siglo XIX y otro en el XX, el público ya no se amedrantaba ante el virtuosismo de corte lisztiano, e incluso podría ser menos sensible a él ya que se habían producido nuevos hallazgos aún más espectaculares en la técnica pianística. Busoni pretende, pues, devolver a esta música la vitalidad y el poder sobre el auditorio que tuvo en sus orígenes, buscando la autenticidad del lado de la sensación en el público, que al fin y al cabo es lo real, y no en la congelación del texto escrito. Como es lógico, se le pueden buscar todo tipo de pegas a una postura como esta, pero al menos da que pensar.

Busoni se inició en la música a través de sus padres, que pronto se preocuparon en darle una formación completa, convirtiéndose en poco tiempo en un pianista muy seguro de su oficio, conocedor también de las disciplinas de la composición, los secretos de la orquesta y con una cultura musical poco frecuente. Nacido en Empoli (Italia) cuatro años después que Debussy, va a desarrollar la mayor parte de su carrera como pianista y profesor en Alemania, donde será considerado como el verdadero sucesor de Liszt, músico por el que se interesó de mano de Wegelius, maestro de Sibelius, durante sus años enseñando piano en Helsinki (1888-90). Su estilo como intérprete era poderoso, monumental, pleno de energía y aliento épico, pero a la vez revelaba una espiritualidad extraña, como proveniente de un mundo infinitamente lejano, fantástico y vacío de sensualidad, todo hecho de mente y espíritu. Según el mayor conocedor de Busoni, Edward J. Dent, su Chopin era "espantosamente grandioso", sin duda muy criticado por su severidad al tocar una música tradicionalmente asociada a dulces sentimientos. Pero Busoni era un pianista creador, no un mero intérprete, y era capaz de otorgar a la música que salía de sus dedos una lógica y una pureza de sentido tales que hacían veraz cualquier visión que plasmara sobre el teclado. Su forma de tocar se ajustaba excepcionalmente a la música de Bach, Beethoven y Liszt, a quienes debía interpretar, seguro, de forma que pareciera estar revelando algo trascendental.

Busoni representa el arquetipo de "pianista intelectual". Con este vocablo algo queremos referirnos a un músico cuya vigorosa inteligencia y capacidad de concentración estaban enteramente aplicadas a su trabajo en el teclado. Está más cerca de la precisión del ingeniero que de la vaguedad del "artista", pero ello no le impedía ser un hombre sensible, cuya mente daba cabida a la intuición y a emociones profundamente sentidas.

Nuestro "recio toscano", según Casella, poseía la certeza interior de su infalibilidad técnica como pianista, algo que nos parece exagerado, ya que continuamente observamos pianistas de primera fila que, como seres humanos que son, rozan notas falsas en el directo, pero si debió ser un músico seguro como pocos, capaz de resolver las dificultades mentalmente, incluso en el transcurso de un concierto donde ideó una solución, mientras sonaba el tutti orquestal, para un pasaje que tocaba después, ejecutándolo luego sin problemas. Su disciplina de estudio le permitió poseer un repertorio enorme, dando muestras de ello en un ciclo de conciertos con orquesta en Berlín allá por 1898; Bach, Mozart, Schumann, Liszt...

No he tenido acceso a grabaciones suyas, pero parece que sólo grabó en rollos de piano, sobre los que hay opiniones de lo más diverso en relación a su fiabilidad. Mi posición frente a este asunto es de una clara reserva, ya que han llegado a mis oídos interpretaciones bastante desnaturalizadas de otros pianistas que han grabado en estos sistemas, ya sea para la Aeolian Company o Welte-Mignon, y me consta que en el caso de Busoni ya su propia viuda decía no recococer a su marido oyendo una de las grabaciones.

Hemos hablado al principio de este trabajo sobre las transcripciones de Busoni, que junto con sus ediciones de los estudios de Liszt, o de "El clave bien temperado" de Bach son quizá las referencias más inmediatas a nuestro músico. En estas transcripciones Busoni pretende llevar al piano los efectos del gran órgano con pedalera, buscando muchas veces en la escritura pianística un registro particular mediante determinadas duplicaciones y aprovechando al máximo las posibilidades del pedal de resonancia. Son obras extremadamente difíciles, y si no que se lo digan al gran A. Ugorsky que se vio en apuros en un concierto no hace mucho con una de estas transcripciones. Sobre sus ediciones, especialmente en Bach muchos aspectos de fraseos y articulaciones, como pasa con Bartók, son muy personales y difícilmente aprovechables hoy día, pero las digitaciones pueden enseñar mucho; poseen una lógica no siempre fácil de ver, y como Liszt, exige una eficacia completa de los cinco dedos, sin excepciones.

Dejamos en este punto al Busoni pianista para ocuparnos, en la próxima entrega, del Busoni compositor, poco conocido e interpretado; para muchos de valor discutible -P. Rattalino-, pero en todo caso interesante, a la vanguardia de su época, y aún hoy día, desconcertante.