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FERRUCCIO
BUSONI (1866-1924)
Pianista, compositor y pensador visionario (I)
Busoni
A través de
tres entregas, que serán dedicadas a cada una de las facetas en las que
hemos querido sintetizar la contribución del ilustre maestro toscano,
pretendemos hacer una semblanza, más apasionada que exhaustiva, de una
figura todavía no suficientemente apreciada tanto en el entorno de los
aficionados como -quizá menos- en el de los propios músicos.
Busoni ha
ocupado un lugar en la historia de la música sobre todo por haber
realizado grandes y muy virtuosas transcripciones al piano de toccatas,
corales o fugas de órgano de Bach, de lo que muchos habrán inferido que
debió ser un pianista de condiciones excepcionales, y, a juzgar por las
grabaciones y especialmente los testimonios, su dominio del piano llegó a
cotas inusuales. Menos conocida es su producción musical puramente
original, donde figuran hasta cuatro óperas y numerosas piezas para piano
-entre ellas la monumental "Fantasía contrapuntística"- que
sería difícil de clasificar en cuanto a su estilo, partiendo de un
romanticismo que desborda sus límites buscando una música de
construcción cada vez más sólida, que va a intuir como pocos las nuevas
tendencias neoclasicistas. Y siguiendo esta línea ascendente que nos
lleva desde el teclado a la inmaterialidad de las ideas, llegamos a su
contribución como pensador y ensayista, que revelan a un hombre bastante
dado a la especulación y brillante en sus intuiciones.
Alfredo Casella,
en su célebre libro "El Piano", traza una figura de Busoni tan
cargada de veneración que llega a parecernos casi sobrehumana. Al menos,
nuestra impresión es la de estar ante un verdadero genio que reunía en
sí las más elevadas cualidades terrenales y espirituales; maestro
inigualable del piano, con esa aureola de leyenda que rodea a figuras como
Paderewsky o Cortot, a la vez que audaz pensador que ya especuló
seriamente con las divisiones del semitono, profesor entregado que
invitaba a los alumnos a su casa, compositor de vanguardia, casi aislado,
que se lanzó a arriesgadas aventuras expresivas...
Un buen ejemplo
de sus particulares fusiones de teoría y práctica lo tenemos en la
costumbre de añadir nuevas dificultades a algunas composiciones de Liszt,
ya de por sí suficientemente cargadas de diabólicos malabarismos, cuando
las tocaba en concierto. Esto hoy día, con tanta crítica musical a
nuestras espaldas, a veces hecha de "espaldas" -valga la
expresión- a la realidad profunda del arte de los sonidos, sería motivo
de escándalo y rechazo -qué pronto hemos olvidado que los músicos de
antaño eran magníficos improvisadores-, y nos parecería una injuria a
la memoria del compositor, o un atentado al arte musical, etc., etc. Pero
tras esta práctica Busoni escondía una arriesgada propuesta, que a más
de un filólogo se le antojaría curiosa: el no creía ciegamente en el
texto musical, y quería provocar en el público la misma impresión que
esas obras causaron cuando fueron escritas. Obviamente, en la época de
Busoni, con un pie en el siglo XIX y otro en el XX, el público ya no se
amedrantaba ante el virtuosismo de corte lisztiano, e incluso podría ser
menos sensible a él ya que se habían producido nuevos hallazgos aún
más espectaculares en la técnica pianística. Busoni pretende, pues,
devolver a esta música la vitalidad y el poder sobre el auditorio que
tuvo en sus orígenes, buscando la autenticidad del lado de la sensación
en el público, que al fin y al cabo es lo real, y no en la congelación
del texto escrito. Como es lógico, se le pueden buscar todo tipo de pegas
a una postura como esta, pero al menos da que pensar.
Busoni se
inició en la música a través de sus padres, que pronto se preocuparon
en darle una formación completa, convirtiéndose en poco tiempo en un
pianista muy seguro de su oficio, conocedor también de las disciplinas de
la composición, los secretos de la orquesta y con una cultura musical
poco frecuente. Nacido en Empoli (Italia) cuatro años después que
Debussy, va a desarrollar la mayor parte de su carrera como pianista y
profesor en Alemania, donde será considerado como el verdadero sucesor de
Liszt, músico por el que se interesó de mano de Wegelius, maestro de
Sibelius, durante sus años enseñando piano en Helsinki (1888-90). Su
estilo como intérprete era poderoso, monumental, pleno de energía y
aliento épico, pero a la vez revelaba una espiritualidad extraña, como
proveniente de un mundo infinitamente lejano, fantástico y vacío de
sensualidad, todo hecho de mente y espíritu. Según el mayor conocedor de
Busoni, Edward J. Dent, su Chopin era "espantosamente
grandioso", sin duda muy criticado por su severidad al tocar una
música tradicionalmente asociada a dulces sentimientos. Pero Busoni era
un pianista creador, no un mero intérprete, y era capaz de otorgar a la
música que salía de sus dedos una lógica y una pureza de sentido tales
que hacían veraz cualquier visión que plasmara sobre el teclado. Su
forma de tocar se ajustaba excepcionalmente a la música de Bach,
Beethoven y Liszt, a quienes debía interpretar, seguro, de forma que
pareciera estar revelando algo trascendental.
Busoni
representa el arquetipo de "pianista intelectual". Con este
vocablo algo queremos referirnos a un músico cuya vigorosa inteligencia y
capacidad de concentración estaban enteramente aplicadas a su trabajo en
el teclado. Está más cerca de la precisión del ingeniero que de la
vaguedad del "artista", pero ello no le impedía ser un hombre
sensible, cuya mente daba cabida a la intuición y a emociones
profundamente sentidas.
Nuestro
"recio toscano", según Casella, poseía la certeza interior de
su infalibilidad técnica como pianista, algo que nos parece exagerado, ya
que continuamente observamos pianistas de primera fila que, como seres
humanos que son, rozan notas falsas en el directo, pero si debió ser un
músico seguro como pocos, capaz de resolver las dificultades mentalmente,
incluso en el transcurso de un concierto donde ideó una solución,
mientras sonaba el tutti orquestal, para un pasaje que tocaba después,
ejecutándolo luego sin problemas. Su disciplina de estudio le permitió
poseer un repertorio enorme, dando muestras de ello en un ciclo de
conciertos con orquesta en Berlín allá por 1898; Bach, Mozart, Schumann,
Liszt...
No he tenido
acceso a grabaciones suyas, pero parece que sólo grabó en rollos de
piano, sobre los que hay opiniones de lo más diverso en relación a su
fiabilidad. Mi posición frente a este asunto es de una clara reserva, ya
que han llegado a mis oídos interpretaciones bastante desnaturalizadas de
otros pianistas que han grabado en estos sistemas, ya sea para la Aeolian
Company o Welte-Mignon, y me consta que en el caso de Busoni ya su propia
viuda decía no recococer a su marido oyendo una de las grabaciones.
Hemos hablado al
principio de este trabajo sobre las transcripciones de Busoni, que junto
con sus ediciones de los estudios de Liszt, o de "El clave bien
temperado" de Bach son quizá las referencias más inmediatas a
nuestro músico. En estas transcripciones Busoni pretende llevar al piano
los efectos del gran órgano con pedalera, buscando muchas veces en la
escritura pianística un registro particular mediante determinadas
duplicaciones y aprovechando al máximo las posibilidades del pedal de
resonancia. Son obras extremadamente difíciles, y si no que se lo digan
al gran A. Ugorsky que se vio en apuros en un concierto no hace mucho con
una de estas transcripciones. Sobre sus ediciones, especialmente en Bach
muchos aspectos de fraseos y articulaciones, como pasa con Bartók, son
muy personales y difícilmente aprovechables hoy día, pero las
digitaciones pueden enseñar mucho; poseen una lógica no siempre fácil
de ver, y como Liszt, exige una eficacia completa de los cinco dedos, sin
excepciones.
Dejamos en este
punto al Busoni pianista para ocuparnos, en la próxima entrega, del
Busoni compositor, poco conocido e interpretado; para muchos de valor
discutible -P. Rattalino-, pero en todo caso interesante, a la vanguardia
de su época, y aún hoy día, desconcertante.
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