|
|
Alta temperatura costarricense: calidad sinfónica y magia de trombones Por
Elisa Ramos. Lee su curriculum. Salamanca,
28 de Octubre de 2001. Palacio de Congresos de Castilla y León. Ciclo A
de la Sociedad de Conciertos de Salamanca. A. Ginastera: Suite
Estancia en Do mayor. V.A. Meza: Cuarteto
para cuarteto de trombones y orquesta P. I. Chaikovsky: Sinfonía nº 4 en Fa menor, op. 36. Orquesta Nacional de Costa
Rica: Irwin Hoffman, director. Cuarteto de Trombones de Costa Rica:
Alejandro Gutiérrez, Martín Bonilla y Leonel Rodríguez , trombón
tenor; Iván Chinchilla, trombón bajo. La
Sociedad de Conciertos de Salamanca inició brillantemente su temporada
con la Orquesta Nacional de Costa Rica y el Cuarteto de
Trombones. No me refiero solamente al brillo de los metales, que lo
hubo, sino a la altura que los intérpretes alcanzaron, a la insólita
maravilla de los solistas y a la eficiente, elegante y comedida batuta
gestual de su director titular. A ello se añadió la oportunidad de
disfrutar con una excelente obra del joven y polifacético músico costarricense Vinicio
Meza. Irwin
Hoffman dirigió firme, pero sin aspavientos. A pesar de la energía
implícita de las obras del programa no hubo ningún gesto superfluo
para arrancar a la orquesta desde el piano más delicado al forte más
potente. Demostró que la compostura, elegancia y sobriedad no están reñidas
con la eficacia musical para dirigir con decisión. Con más razón
cuando una endiablada rítmica y una amplia sección de percusión
protagonizaron muchos fragmentos del concierto. En ningún momento se le
descompuso la figura, ni se desmelenó en los pasajes más apoteósicos.
Méritos
que, por supuesto, también habrá que achacar a la buena formación,
entrega y sensibilidad musical de los integrantes de la orquesta. De sus
instrumentos emergieron con expresividad, en una espléndida riqueza de
contrastes sonoros, la
dulzura melódica, los trepidantes ritmos percutientes y el protagonismo de instrumentos o secciones solistas junto
al vigor de enérgicos tutti. Mención especial se merece la increíble
sección de percusión que domina un amplio abanico de instrumentos.
Confieso que me tenía hipnotizada la envidiable versatilidad y aparente
facilidad de sus componentes jugando con el ritmo. La Suite Estancia se paseó por el imaginario rancho argentino y la evocación de sus sonoridades nacionales populares. Color local cuyo ‘nacionalismo objetivo’, tal como el mismo compositor bautizó a su primera etapa, se adereza con acentos stravinskianos. Ginastera hace uso aquí de elementos populares y folklóricos para describir varias escenas de la vida rural argentina con el gaucho como personaje central. Se omitió el tercer número Los peones de hacienda aunque se mantuvo el espíritu expresivo general de la obra. La orquesta transmitió el carácter belicoso del primer movimiento (Los trabajadores agrícolas), con sus ritmos fuertemente percutidos que remiten al primitivo enfrentamiento de razas y culturas. El lírico contraste, sensual y melódico, de la Danza del trigo transcurrió con delicado, brillante y equilibrado colorido instrumental y un destacable acompañamiento en el pizzicato de las cuerdas. La fiesta frenética de Malambo, expresiva danza final asociada a las ‘justas’ de los gauchos, disparó de nuevo los resortes con su vigoroso y rápido ritmo sincopado que, a modo de tocata, conduce al triunfo final. El carácter de la partitura, la magnifica escritura de Ginastera en la percusión y su habilidad para explotar los registros tímbricos fueron bien administrados y resueltos. El dominio del ritmo acentuó el carácter percusivo sin descuidar la expresividad y el lirismo de los tranquilos pasajes melódicos evocadores de estampas pamperas. En
la obra de Vinicio Meza se aprecia un compositor de estupenda factura y
un cuarteto solista de increíble altura. La partitura, compuesta para
el Cuarteto de Trombones de Costa Rica, concede en su versión orquestal
idéntica importancia al cuarteto solista y a la
orquesta. La obra, en cuya interpretación participa el propio
compositor como clarinetista de la orquesta, transmitió la mixtura de
la música latinoamericana con la europea. Junto a armonías
tradicionales y melodías románticas, acentos populares del continente
sudamericano, ritmos africanos, melodías pentatónicas, armonías
modales y acentos españoles impregnaron el ambiente. Una rica y fresca sonoridad que evidencia la excelente formación de
Meza en la música académica de tradición europea. Academicismo en el
que tiene cabida la diversidad de otras tradiciones musicales, la
inspiración melódica, el dominio del lenguaje armónico y el excelente
tratamiento del ritmo, en complicada polirritmia, junto a la capacidad
de colarse de rondón en
el sentimiento. El
Cuarteto de Trombones de Costa Rica hace gala de una técnica excelente
adornada con una magnifica expresividad. Asombra la soltura y agilidad
que alcanzan, la comunión que logran como cuarteto, su perfecta
integración con la orquesta, los increíbles matices en delicado pianísimo
a velocidades insospechadas y, por si fuera poco, la comunicación
expresiva que transmiten. Una experiencia auditiva de las que dejan poso
en la memoria y provocan el deseo de volver a escucharlos en directo.
Los encendidos aplausos del público les obligaron a interpretar en
solitario varias propinas, en las que demostraron su versatilidad para
abordar un amplio repertorio estilístico. Entre piezas de música clásica
pusieron el toque festivo con un Mambazo,
también de Meza, que incitaba a bailar en la butaca. Menos
brillante resultó la segunda parte del concierto. La interpretación de
la Sinfonía
nº 4 en Fa menor de Chaikovsky
fue correcta pero el hilo conductor parecía hilvanado en una sucesión
de temas cuyo fraseo restaba intensidad dramática a la obra. Técnicamente
respondieron con idéntica calidad a la ofrecida en la primera
parte. Los diálogos solistas de las maderas,
acompañados por la orquesta, permitieron escuchar con claridad
el tema de la desesperanza del primer movimiento. El Andantino in modo di canzona transcurrió de forma similar con el
protagonismo de oboe, violonchelo y fagot, y el Scherzo fue bien acompañado con el característico pizzicato de las
cuerdas. Solos y secciones
funcionaron efectivamente pero, a pesar del excesivo volumen en
las cumbres, se echó en
falta una mejor dirección sonora que mantuviera la tensión expresiva.
El Finale resulto abrumador en un
ardiente fuocco de excesivos decibelios. Faltó un poco de esa chispa que
transforma la interpretación de una obra de buena en excelente. Tal vez
las cotas alcanzadas en las dos obras anteriores pusieron el listón
demasiado alto. Quizá los músicos se identificaron menos con
Chaikovsky o, acaso, referencias
a alguna otra lectura de la obra jugaron una mala pasada a mi percepción
auditiva. Fue
en suma un concierto memorable. Excelente comienzo de
una temporada musical, cuya variada programación augura el
disfrute de otras interesantes veladas musicales.
|