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BARROCO DE MUCHOS QUILATES Por
Elisa Ramos. Lee su curriculum. Palacio
de Congresos de Castilla y León. 29 de Octubre
de 2001.J. D. Zelenka: Missa
Dei Filii, ZWV 20. G.F. Händel: Dixit
Dominus, salmo 110.
Akademie für Alte Musik Berlin y Collegium Vocale Gent. Hans-Christoph
Rademann, director; Katharine Fuge, soprano; Cécile Kempenaers,
soprano; Gunther Schmid, contratenor; Friedemann Büttner, tenor;
Sebastian Noack, barítono. Todo
un lujo poder escuchar repertorio barroco de tan buena factura y con tan
buenos intérpretes dentro de un abono de temporada. No tendría que ser
raro, pero suele ser más habitual que la interpretación de música
barroca – especialmente la sacra-
tenga su propio espacio en ciclos específicos y para un
determinado tipo de público. Afortunadamente va encontrando hueco en
programaciones variadas que la acercan al público general. La apuesta
en este caso no pudo ser mejor. El numeroso público congregado en el
auditorio disfrutó con una velada musical de muchos quilates. Si Händel conjuga en su Dixit Dominus la belleza melódica y belcantística de influencia italiana junto a una impresionante fuerza coral, Zelenka se revela como otro gran compositor. Aunque por el momento no se le atribuya un trono tan cargado de oropeles y su nombre suene menos que el de otros muchos compositores merece también el título de grande. Su estilo es otra cosa, muy bueno, tan personal y poco influido por sus maestros que no admite comparación. La
obra que escuchamos en esta ocasión reúne ingredientes más que
suficientes para acaparar la atención. Los primeros cuarenta minutos
del concierto se pasaron en un suspiro. La
Missa Dei Filii tiene una
viveza excepcional que hace caminar la música con alegría en los
pasajes más gloriosos y la mantiene ligera en los mas recogidos. El
bajo continuo se alía con una cuidada y fuerte rítmica, apabullante
contrapunto, gusto por el colorido cromático y abundante juego de
pasajes en ágiles escalas. Líneas melódicas de gran belleza se
conjugan con secciones fugadas protagonizadas por todas las cuerdas
corales, vigorosos pasajes homofónicos y delicados fragmentos solísticos
de carácter más intimista. El
conocido y admirado Dixit Dominus
fue un espectacular broche de oro para rematar la noche. Una partitura
compuesta por un joven Händel, a cuyos exigentes requerimientos la
agrupación respondió excelentemente. No es para menos si se aplican
criterios de interpretación que buscan un resultado acorde con el carácter
y estilo de un determinado
tipo de música. Cuando además se dan cita una virtuosa orquesta con
instrumentos de época, un coro que lo borda, unos estupendos solistas y
dos obras de calidad el resultado del concierto no puede ser otro que
soberbio. Un sonido aquilatado y matizado por una dirección
espectacular. Rademann
dirigió con una entrega encomiable llegando incluso a botar
literalmente sobre el piso del escenario. Anecdótico si se tiene en
cuenta el resultado que consigue. Alta densidad sonora teñida de vigor,
sutilidad y excelentes contrastes. La riqueza de todas las gamas dinámicas
se hizo patente en un equilibrado conjunto que impregnó a la música de
genuinas características barrocas: espectacularidad, movimiento ritmico,
melodías con proyección, intimidad espiritual y enorme carga afectiva.
Razones más que sobradas para demostrar que el barroco cuando está
bien hecho puede entrar sin dificultad en los gustos del público.
Claridad, naturalidad, expresividad y fuerza pueden muy bien ser
adjetivos adecuados para definir el resultado global de la
dirección de Rademann. Collegium
Vocale Gent funciona como una agrupación homogénea, muy bien
compensada, con precisión en las entradas, afinación, vigor,
delicadeza y buena dicción. Al
margen de pequeños detalles de pronunciación
el texto es inteligible incluso en momentos de intrincado
contrapunto y rápidos pasajes fugados. Ni que decir tiene que se
refuerza en los enérgicos episodios homofónicos. En la cuerda de altos
una acertada mezcla de voces masculinas y femeninas alcanzó un logrado empaste cuya sonoridad redundó en
beneficio de su integración en el conjunto y de la clara audición de
sus intervenciones. En los abundantes juegos escalísticos del elaboradísimo
Gloria de Zelenka, el coro se asemejaba a una clase musical de
avezados pupilos dominando con frescura y alegría los secretos
vericuetos de la música. Espectacular la fuerza lograda en los
impresionantes pasajes corales händelianos “Juravit Dominus” y
“Dominus a Dextris tuis”, secundados por el conjunto instrumental y
la destacable calidad de las sopranos en divisi. Akademie für Alte Musik Berlin mantiene un alto nivel, con un bajo continuo que aporta movimiento, soporta y dota de sentido a la música. Todo el conjunto acompaña muy bien a solistas y coro enlazando con acierto el protagonismo de sus interludios instrumentales. Algunos pequeños matices se le escapan, en finales un poco bruscos de algún que otro fragmento puramente instrumental. Parecía como si el vigor y la fuerza que el conjunto transmitía no pudiera liberarse de cierta agresividad que pedía mayores matices. Sin embargo, su ponderado volumen sonoro general respetó el trabajo de los solistas aunque, en momentos muy puntuales, la acústica de la sala no ayudara precisamente a unos cantantes situados detrás de la orquesta e incluso, en la primera parte, en el centro del coro. En
el cuarteto de solistas brilló con luz propia la excelente soprano
Katharine Fuge. Su voz se eleva a las alturas con una agilidad asombrosa
haciendo gala de sutiles fraseos de largo aliento. Una voz potente,
llena de colorido, que transita con naturalidad por un generoso registro
proyectando en cada momento el timbre adecuado. Articula con
flexibilidad y musicalidad en una interpretación que caracteriza y da
vida a cada línea de los pentagramas a ella asignados: del forte,
al piano,
pasando por el sforzando
y toda una gama de envidiables reguladores plenos de sonido,
logra que se escuchen con nitidez hasta los más
delicados matices dinámicos. Destacables todas sus
intervenciones solistas. En el “Qui
tollis peccata mundi”, lírico y hermoso fragmento del Gloria
de Zelenka para lucimiento del cuarteto, demostró en el solo inicial su
excelente técnica y expresividad. Virtuosismo vocal -con conmovedores miserere
y súscipe
deprecationem-
respondido muy bien por el barítono Sebastian Noack y secundado
en la parte final por Gunther Schmid y Friedemann Büttner en fenomenal
conjunción sonora. El “Tecum principium”
händeliano
se erigió en un nuevo alarde de la inteligencia con la que la cantante
saca partido a su privilegiado instrumento. En el dúo de sopranos “De
torrente” volvió a demostrar sus dotes, acompañada por una Cécile
Kempenaers que estuvo a la altura de las circunstancias. Imbuida de carácter
y estilo barroco se mostró un poco indecisa en la entrada y algo escasa
de dirección en el fraseo.
El
contratenor Gunther Schmid fue otro de los protagonistas del concierto.
La potencia de su registro vocal, ágil y claro, se conjuga con la
precisión en la emisión, fraseos y matices en una interpretación de
altos vuelos. Sus solos fueron todo un alarde de sus capacidades técnicas
y expresivas. “Tu solus Dóminus” (Missa
Dei Filii), plagado de acrobacia vocal -un corto fragmento textual
se convierte en un extenso pasaje ornamentado- fue resuelto por Schmid
con envidiable técnica, estilo y buen gusto.
En el segundo, más lírico y tranquilo, demostró la riqueza y
el buen uso que hace de su color vocal y el gusto por un fraseo matizado
al servicio de la expresividad. Si dos estupendos Gloria estuvieron presentes, uno por cada una de las obras programadas, en la gloria estuvimos y a otras glorias similares aspiramos. Esperamos que el Amen final haya sido tan solo la conclusión de una obra y un concierto. Difícil se pone alcanzar el nivel que nos han deparado los conciertos iniciales de sendos ciclos. Deseamos que se repita otro atracón de buena música como el que hemos tenido la fortuna de disfrutar. Que así sea, por el resto de la temporada. Amén. |