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Número 22º - Noviembre 2.001


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PLÁCIDO, TENOR VERDIANO

Por "Don Profondo".

 

No podía Plácido Domingo dejar pasar el año Verdi sin ofrecer testimonio de su labor como intérprete del de Busseto pues, como él mismo señala, un cuarenta por ciento de su carrera ha estado consagrada al autor de Aida. Así, nos entrega una caja de cuatro compactos con todas sus arias de tenor, incluyendo páginas alternativas y rarezas varias como las que grabara Pavarotti con Abbado en aquél registro titulado Pavarotti Premieres (CBS). Una nueva marca en la fulgurante carrera del madrileño, pues, que viene así a recordarnos que ha sido y es uno de los más grandes cantantes de la era de la fonografía.

Un cantante genial, sin duda, por mucho que en España goce a menudo de mala prensa y no sean pocas las voces, tanto de críticos como de aficionados, que ponen en entredicho su valía. A juicio de quien suscribe es ésta una actitud bastante corta de miras, cuando no llena de prejuicios. Hay determinados comportamientos de Domingo que resultan censurables, pero en ningún momento éstos nos deben hacernos olvidar su extraordinario talento. Claro que en ciertos círculos defenestrar a Plácido es signo de sabiduría, buen gusto y distinción.

Pero, a lo que vamos: Plácido, tenor verdiano. ¿Una obviedad? Más bien un embuste para los que rara vez han aceptado las maneras de hacer del tenor madrileño, tal vez por no encontrar justificable su relativa heterodoxia técnica, y le contraponen a artistas presuntamente más ortodoxos y idiomáticos; incluso hay quienes le comparan con un belcantista nato como Alfredo Kraus. A estos últimos habría que recordarles que Verdi no es Donizetti, y que una de las principales innovaciones del primero fue definir una nueva tipología de tenor, dotados de instrumento y línea vocal que han de responder a demandas dramáticas hasta entonces insólitas. Por lo que a la carencia del Do di petto respecta, quizá haga falta insistir en que la ópera es mucho más que dar agudos.

Lo que a nuestro juicio debe contar es que Plácido ha reunido gran parte de las condiciones vocales necesarias para afrontar los principales roles de tenor verdiano (¡incluido Otello!) y que, aun sin alcanzar su fraseo la propiedad estilística e inigualable elegancia del gran Bergonzi, vence y convence merced no ya a esa materia prima, sino a su extraordinaria comunicatividad. Y es que Domingo es quizá una de las voces que, poniendo una amplia gama de recursos técnicos al servicio del compositor –jamás del lucimiento personal-, más intensa emoción trasmiten en su canto. Por no hablar de sus grandes dotes escénicas. Claro está, algunos personajes le salen mejor que otros: no es lo mismo su meramente correcto Alfredo (La Traviata) que sus memorables Manrico (Il Trovatore) o Radamés (Aida).

Esta edición se divide en dos partes bien diferenciadas. Por un lado tenemos las grabaciones antiguas. En ellas nos encontramos con diversas sorpresas, ya que en lugar de acudir siempre a registros para DG en el caso de que los hubiese, se ha rastreado en los archivos de otras compañías para incluir aquellas interpretaciones en las que se encontrase en mejor forma vocal. Por ejemplo, en lugar de recurrir al Trovatore de Giulini (cuya discreta ‘Pira’ es, paradójicamente, la incluida en el sampler que nos ha llegado), se ha optado por la memorable grabación de RCA con Metha. Incluso se han tenido en cuenta retrasmisiones televisivas (‘Niun mi tema’ del Otello con Solti en el Covent Garden, ‘Io la vidi’ de Don Carlo del concierto que ofrecieron Barenboim y la Filarmónica de Berlín en El Escorial en 1992). Enorme acierto.

Por otro lado tenemos las grabaciones nuevas, que suman algo más de cien minutos. Para ello se ha contado con el concurso de dos batutas que, la verdad, hasta ahora no han mostrado especial sintonía con Verdi: el funcionarial Gergiev y el muy talentoso pero irregular Chung, al frente de sus huestes del Kirov y de La Bastilla, respectivamente. Claro que nuestro artista grabó su parte cómodamente en un estudio de Nueva York. ¡Cosas de Plácido! Del sampler no podemos sacar muchas conclusiones, pero suponemos que en algunos roles estará muy bien –aun contando con cierta merma de sus facultades vocales, que siguen siendo impresionantes- y en otros se encontrará fuera de tiesto, por evidente inadecuación  (Fenton de Falstaff). Sea como fuere, impagable testimonio de un inmenso cantante, y concretamente del mejor tenor verdiano de la era post-Bergonzi.

 

Domingo, the Verdi tenor.
Arias de Verdi por Plácido Domingo.
Diversas orquestas y directores.
59’.
Deustche Grammophon 471 478-2.