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PLÁCIDO, TENOR VERDIANOPor "Don Profondo". No
podía Plácido Domingo dejar pasar el año Verdi sin ofrecer testimonio
de su labor como intérprete del de Busseto pues, como él mismo señala,
un cuarenta por ciento de su carrera ha estado consagrada al autor de Aida.
Así, nos entrega una caja de cuatro compactos con todas sus arias de
tenor, incluyendo páginas alternativas y rarezas varias como las que
grabara Pavarotti con Abbado en aquél registro titulado Pavarotti
Premieres (CBS). Una nueva marca en la fulgurante carrera del madrileño,
pues, que viene así a recordarnos que ha sido y es uno de los más
grandes cantantes de la era de la fonografía. Un
cantante genial, sin duda, por mucho que en España goce a menudo de mala
prensa y no sean pocas las voces, tanto de críticos como de aficionados,
que ponen en entredicho su valía. A juicio de quien suscribe es ésta una
actitud bastante corta de miras, cuando no llena de prejuicios. Hay
determinados comportamientos de Domingo que resultan censurables, pero en
ningún momento éstos nos deben hacernos olvidar su extraordinario
talento. Claro que en ciertos círculos defenestrar a Plácido es signo de
sabiduría, buen gusto y distinción. Pero,
a lo que vamos: Plácido, tenor verdiano. ¿Una obviedad? Más bien un
embuste para los que rara vez han aceptado las maneras de hacer del tenor
madrileño, tal vez por no encontrar justificable su relativa heterodoxia
técnica, y le contraponen a artistas presuntamente más ortodoxos y idiomáticos;
incluso hay quienes le comparan con un belcantista nato como Alfredo Kraus.
A estos últimos habría que recordarles que Verdi no es Donizetti, y que
una de las principales innovaciones del primero fue definir una nueva
tipología de tenor, dotados de instrumento y línea vocal que han de
responder a demandas dramáticas hasta entonces insólitas. Por lo que a
la carencia del Do
di petto
respecta, quizá haga falta insistir en que la ópera es mucho más que
dar agudos. Lo
que a nuestro juicio debe contar es que Plácido ha reunido gran parte de
las condiciones vocales necesarias para afrontar los principales roles de
tenor verdiano (¡incluido Otello!) y que, aun sin alcanzar su
fraseo la propiedad estilística e inigualable elegancia del gran Bergonzi,
vence y convence merced no ya a esa materia prima, sino a su
extraordinaria comunicatividad. Y es que Domingo es quizá una de las
voces que, poniendo una amplia gama de recursos técnicos al servicio del
compositor –jamás del lucimiento personal-, más intensa emoción
trasmiten en su canto. Por no hablar de sus grandes dotes escénicas.
Claro está, algunos personajes le salen mejor que otros: no es lo mismo
su meramente correcto Alfredo (La Traviata) que sus memorables
Manrico (Il Trovatore) o Radamés (Aida). Esta
edición se divide en dos partes bien diferenciadas. Por un lado tenemos
las grabaciones antiguas. En ellas nos encontramos con diversas sorpresas,
ya que en lugar de acudir siempre a registros para DG en el caso de que
los hubiese, se ha rastreado en los archivos de otras compañías para
incluir aquellas interpretaciones en las que se encontrase en mejor forma
vocal. Por ejemplo, en lugar de recurrir al Trovatore de Giulini
(cuya discreta ‘Pira’ es, paradójicamente, la incluida en el sampler
que nos ha llegado), se ha optado por la memorable grabación de RCA con
Metha. Incluso se han tenido en cuenta retrasmisiones televisivas (‘Niun
mi tema’ del Otello con Solti en el Covent Garden, ‘Io la vidi’
de Don Carlo del concierto que ofrecieron Barenboim y la Filarmónica
de Berlín en El Escorial en 1992). Enorme acierto. Por
otro lado tenemos las grabaciones nuevas, que suman algo más de cien
minutos. Para ello se ha contado con el concurso de dos batutas que, la
verdad, hasta ahora no han mostrado especial sintonía con Verdi: el
funcionarial Gergiev y el muy talentoso pero irregular Chung, al frente de
sus huestes del Kirov y de La Bastilla, respectivamente. Claro que nuestro
artista grabó su parte cómodamente en un estudio de Nueva York. ¡Cosas
de Plácido! Del sampler no podemos sacar muchas conclusiones, pero
suponemos que en algunos roles estará muy bien –aun contando con cierta
merma de sus facultades vocales, que siguen siendo impresionantes- y en
otros se encontrará fuera de tiesto, por evidente inadecuación
(Fenton de Falstaff). Sea como fuere, impagable testimonio
de un inmenso cantante, y concretamente del mejor tenor verdiano de la era
post-Bergonzi. Domingo, the
Verdi tenor.
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