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FANTINI
NO ES LA CALLAS
Por Asier
Vallejo Ugarte. Estudiante de piano.
Darío Volonté
Bilbao, Palacio Euskalduna, 12 de noviembre de
2.001. Tosca. Ópera en tres actos. Libreto: G. Ciacosa y L. Illica. Música:
G. Puccini. Estreno: Teatro Constanzi, Roma, 14 de enero de 1.900.
Floria Tosca: Norma Fantini; Mario Cavaradossi: Dario Volonté; Barón
Scarpia: Jean Philippe Lafont; Cesare Angelotti: Pablo Pascual;
Spoletta: Eduardo Santamaría; El Sacristán: Matteo Peirone; Sciarrone:
Alex Pérez; Carcelero: Xabier Lizaro; Pastor: Mª Elena Alkiza.
Dirección musical: Paolo Arriveni; Dirección escénica: Filippo
Crivelli. Coro de la Ópera de Bilbao (dir: Boris Dujin); Coro del
Conservatorio de la Coral de Bilbao (dir: J. L. Ormazábal); Bilbao
Orkestra Sinfonikoa. Producción del Teatro San Carlo de Nápoles.
Tras
siete años de silencio, Floria Tosca volvía, de la mano de la ABAO, a
Bilbao. Siendo, sin duda, una de las óperas más queridas por el público,
se empezaba a echar de menos. Evidentemente, nadie espera repartos como
aquel que visitó el Coliseo Albia allá por el 68, en el que Giuseppe
Taddei y Montserrat Caballé encarnaban respectivamente a Scarpia y a
Tosca, o ningún iluso tratará sin duda de encontrarse ante un
Cavaradossi de la talla de Plácido Domingo, Franco Corelli o Jaume
Aragall, que ya visitaron la villa en alguna ocasión. No, ya no existen
voces como aquellas, y no queda otro remedio que conformarse con
repartos relativamente modestos, o mejor dicho, menos grandes.
La
Tosca que nos presentó la ABAO, siendo producción del Teatro San Carlo
de Nápoles, ha merecido todo tipo de comentarios por parte de público
y crítica. Como ejemplos representativos, mencionaré el entusiasmo
de mi acompañante, que en su primera asistencia a una
representación operística, ovacionó intensamente a los artistas. Por
otra parte, recuerdo las palabras de un veterano aficionado comentando a
un compañero suyo la baja calidad del reparto; es más, llegó a
afirmar que “a ver cuándo traen a alguien de la talla de María
Callas”. Ignoro si el hombre hablaba en serio, pero lo que sí que
estoy en condiciones de afirmar es que exigente ya era.
Norma
Fantini no es, no será, María Callas, pero no nos ofreció, en su
presentación en Bilbao, una Floria Tosca pobre. Sobre el escenario
demostró ser dueña de una voz seductora, de volumen y riqueza
importantes, y bien llevada en una correcta línea de canto, además de
un registro agudo impresionante en su potencia y brillantez. Se le
exigiría un estilo más “a la italiana”, mayor fraseo, y mayor
entrega o apasionamiento; en definitiva, un poco más de lirismo y
bastante más de dramatismo. Su juventud y su voz, destaco una vez más
la valía de ésta, consiguieron que su encarnación del celoso
personaje fuese bien recibido, pero talento tiene para hacerlo mejor,
como demostró en el célebre “Vissi d´arte” del segundo acto.
El
tenor protagonista estuvo más flojo. Debutaba, al igual que Fantini, en
Bilbao, y su interpretación
fue resultona, pero el suyo fue un Cavaradossi muy distante, cuya
timbrada voz tiene interés en el agudo, pero pierde mucho en el
registro medio, siendo a menudo incapaz de exponer el discurso por
encima de la orquesta. En su debut en Bilbao, Volonté no dejó un
recuerdo excesivamente feliz.
Bastante
mejor estuvo Jean Philippe Lafont, ya conocido por los bilbaínos. Tras
unos 200 Scarpias a sus espaldas, y en templos tan significativos como
la Ópera de Viena, el Metropolitan o la Bastilla de París, el barítono
galo nos mostró un barón malvado y bien construido, con una voz
contundente y buenos y cuidados gestos y movimientos en escena. Su
constancia, regularidad y perfecto conocimiento de la obra y de su
personaje han de ser factores a valorar muy positivamente. Cruel, pérfido,
tosco, aristocrático… en resumen, magnífico. A buen seguro que
triunfará en la Scala en su próxima presentación en el coliseo milanés
en el papel del malvado barón.
Del
resto del reparto, sería conveniente destacar al bajo italiano Matteo
Peirone, que construyó un Sacristán impactante, muy cómico,
recordando las míticas creaciones de Fernando Corena.
Funcionó
la dirección de Paolo Arriveni durante el íntegro transcurso de la
obra, al mando de una Bilbao Orkestra Sinfonikoa muy metida en su papel
y de la que extrajo un muy bello sonido. Vamos a reprochar a la orquesta
falta de empuje y tensión en el segundo acto. Ambos coros, tanto el de
niños del Conservatorio de la Coral, como el de la Ópera de Bilbao
merecen una buena valoración tanto escénica como vocal. Nos brindaron
un Te Deum tan bello que incluso la gente del público dejó de toser a
boca abierta.
La
escenografía mantuvo fidelidad a la historia, clásica y bella, llena
de detalles, aunque alguno reprochó en el segundo entreacto cierta
sensación claustrofóbica en el segundo acto. Volvemos a insistir en la
belleza del Te Deum, que si ya hemos mencionado que vocalmente fue espléndido,
escénicamente, sobre un imponente escenario eclesiástico, fue
realmente espectacular. Giusi Giustino fue el encargado de diseñar un
vestuario eficaz. Realmente, daba la impresión de que estábamos en
plena Italia.
Resumiendo,
es obvio, insistamos, que no asistimos a una representación de María
Callas, ni mucho menos, pero nadie puede presumir de poder hacerlo en el
presente. Y la noche del 12 de noviembre, en Bilbao pudimos confirmar
que aunque los protagonistas no rindan a un nivel elevado (me refiero,
en este particular caso, al tenor y, en menor medida, a la soprano), el
resultado final de la representación puede ser satisfactorio. Y lo fue.
Agradecimientos
a José María Mielgo, de la ABAO, no sólo por el excelente trato
recibido por su parte, sino por el interés mostrado hacia la revista y
hacia nuestro proyecto.
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