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UNA RETROSPECTIVA SOBRE PHILIP GLASS Y SU GLASSWORK Por Pablo Vázquez Gómez. Guionista y articulista. Me gustaría hablarles, por fin, de uno de los mejores y más importantes músicos de este último cuarto de siglo y de toda la Historia melómana (no megalómana) y filarmónica, pese a quien pese. Me refiero, sin ir más lejos, al discutido Philip Glass. Mi ”encuentro” con su música, fue, cuando menos curioso. La primera vez que oí un Cd de Glass fue hace unos 2 años, cuando pude alquilar “Music in 12 parts” en una Biblioteca de la ciudad. Recuerdo que el sonido minimal, repetitivo y tan “Glass” de ese (triple, aunque solo escuché uno) Cd me llegó a exasperar tanto que al día siguiente lo devolví y no quise volver a saber nada de Glass, cosa que me fue imposible ya que su importancia en todos los medios (especializados o no), es innegable. La misma obra volví a intentar escuchar de nuevo, ya sin ningún ánimo, poco tiempo después, y la dejé definitivamente, a pesar de que con el tiempo y la “maduración” musical hoy está entre mi colección y me resulta muy agradable su audición, además de que reconozco su grandísima importancia como innovadora.. Pues bien, ya el año pasado, (en otra Biblioteca) encontré otro álbum de Glass, que llevaba por título “Glassworks” y que tenía una preciosa presentación y una estética muy atractiva. En principio, lo vi entre las referencias e intenté ignorarlo, pero me fue imposible, igual que pensé que, ya que es músico tan admirado, merecía que indagase mejor sobre el “Fenómeno Glass” . Así pues, lo escuché tranquilamente y, a partir de ahí, el resto es historia. Pues bien, hoy me gustaría esgrimir mejor esta gran obra de Glass y, porque, de hecho, está declarada como una de las más grandes del mundo clásico. Y ahora, permítanme y perdónenme que me introduzca en el campo de la subjetividad, ya que quiero destacar especialmente como Glass es uno de los autores que más se ha tenido que enfrentar a la petulancia, prepotencia, ignorancia y estupidez de aquellos que proclaman (sin saber siquiera definirlo) el término “Música culta”, y que, por desgracia, todavía abundan en algunos medios, aunque ya no en todos. Las innovaciones de Glass no han sido siempre bien comprendidas, así como sus excelentes y eclécticas colaboraciones con otros grandes artistas de todos los géneros posibles, como Linda Ronstadt, Brian Eno, David Bowie, Suzanne Vega, The Roches, Paul Simon, David Byrne, etc., que dieron lugar a grandes discos que callarían a los más detractores de cualquiera de ellos (Heroes Simphony, “Songs from liquid days”, ...), incluso (para sorpresa de los que atacan contra su persona, y que, cosa de la que estoy seguro, ni siquiera han escuchado su música o apenas) tiene el reconocimiento de grandes músicos contemporáneos, que incluso han trabajado con él (como Cristóbal Halffter en el Concierto para Cuarteto de Saxofón y Orquesta, un encargo de este último). No se perdona tampoco su mediatismo (cosa increíble, ya que a mediocres intérpretes que son aclamados no se sabe por qué, e incluso a compositores, se les perdona haber salido con ¡Gloria Estefan! en una película de un antiguo director de serie Z). Tampoco se valoran sus grandes trabajos para cine, cosa que, como dijo el gran Copland, es un apartado de la música moderna (la “música de películas”). Pero ahora pasemos ha dar información más detallada del compositor y de este disco. NOTAS
BIOGRÁFICAS: Poco hay que decir de Philip Glass (que, por su aspecto, bien parece salido de un cuaderno de dibujos de Cocteau, al que también homenajeó en alguna de sus grabaciones) que no se sepa. Nacido en Baltimore (en el estado de Maryland, ciudad que, curiosamente, ha servido de “cuna” a otros artistas de esta época, como el guitarrista Bill Frissell), Estados Unidos, el 31 de Enero de 1.937, sus inicios no fueron fáciles. Fue su padre, un reparador de radios y muy aficionado a la música, el primero que les inculcó a sus hijos el amor por las piezas camerísticas. Así, comienzan las primeras influencias de Glass, que recuerda especialmente de estos tiempos a Beethoven, las sonatas de Schubert, o las sinfonías de Shostakovich, a pesar de que no es hasta su adolescencia cuando comienza a interesarse más a fondo por otros compositores que no sean clásicos del estándar. Glass empezó tocando el violín a los 6 años, y continuó con la flauta a los 8, a pesar de que ya a los 15 años se mostraba frustrado con el limitado repertorio que estos instrumentos le ofrecían y las pocas posibilidades que tenía en el Baltimore de posguerra. Más tarde, se trasladaría a la Universidad de Chicago a estudiar, donde las cosas también serían difíciles, y tuvo que trabajar en un aeropuerto. El tiempo que tenía restante se concentraba en las obras de Ives y Webern. A los 19 años se gradúa con altas calificaciones en Matemáticas y Filosofía. Pero, decidido ya a ser un compositor, se muda a Nueva York y entra a estudiar en la muy prestigiosa Juiliard School. Deja así, por fin, la técnica de 12 tonos que había estudiado en Chicago y se centra con Copland y Schuman. A los 23 años, Glass ya había estudiado con Peter Persichetti, Darius Milhaud, y William Bergsma, y sentía un cierto rechazo al rígido serialismo que se imponía por esas épocas en las escuelas, se inspiraba más en Harry Partsch, Ives, Moondog, Henry Cowell y Virgil Thompson, pero aún no había conseguido el estilo que buscaba, aquel que le ayudaría a definirse musicalmente, así que, por medio de una beca de la Rockefeller Foundation, marcha a París a estudiar con Nadia Boulanger, la cual (según el propio compositor) fue quien le enseñó más profundamente el contrapunto básico y la armonía, y, a pesar de la experiencia de éste (ya había escrito más de 40 piezas) fue su gran humildad y ganas de aprender las que le llevaron a adquirir ingentes conocimientos musicales de todos los campos y lugares. Poco después, en busca de recorrer lo poco que le faltaba para terminar su “tesis” musical, y por encargo de un realizador de cine que le encargó una transcripción para los compositores franceses de la música india, recorre durante seis meses el Norte de África, Asia, y la India estudiando aquí junto a Ravi Shankar. Estos viajes se reflejaron en obras posteriores sobre música africana (“The screens”, junto a Foday Musa Suso), y en la propia y excelente colaboración que el maestro Shankar hizo con Glass en el álbum “Passages”. Sobre estas experiencias, Glass relata: “La idea de que una estructura rítmica se convirtiera en el principio único de una pieza era completamente nueva para mí”, y fue lo que más le ayudó a que su música tuviera por fin su “propia” voz. A su vuelta a NY, las cosas seguían complicadas. En 1.968 crea su Philip Glass Ensemble, y malviviría junto al compositor haciendo música para el grupo de teatro de éste y otros pequeños trabajos. En el 74, Glass ya tenía una gran colección compuesta, período que culminaría con el ya conocido “Music in 12 parts”. Pero, sin duda, es el año 76 el que marcará un punto de inflexión en la carrera de Glass y una nueva etapa para la música clásica, con el montaje (junto a Robert Wilson) de la obra mítica en el teatro musical “Einstein on the beach”. Dos años más tarde, la ópera conseguía un lleno histórico en el Carneggie Hall y un éxito sin precedentes allá donde iba. Pero, no solo las colaboraciones netamente “artísticas” han ido de la mano de Wilson (con el que también hizo “CIVIL WarS- Act V (Rome Section)”, también con Twila Tharp (“In the Upper room”), el poeta beat Allen Ginsberg (“Hydrogen jukebox”), Doris Lessing, etc., lo que le ha llevado a “tocar” absolutamente todos los estilos posibles de composición (ópera, BSO, teatro, sinfonía, piezas de baile, corales, orquestales, musical, ...). Sus trabajos cinematográficos también son destacables, ya que ha trabajado con Martin Scorsese (“Kundun”), Paul Schrader (“Mishima”), John Irvin (“The hamburger hill”), Errol Morris (“The thin blue line”), Peter Weir (“The Truman show”), y, especialmente, famosas son sus composiciones para películas de terror, que ya son parte de la Historia del cine, como “Drácula” (junto al Kronos Quartet, una nueva adaptación realizada para la primera versión de Tod Browning con Bela Lugosi en el papel del vampiro), o “Candyman” (acaba de ser reeditada). Por estos trabajos ha ganado 2 Globos de Oro y ha estado nominado al Emmy. Destacables son los encargos que ha atendido para las Olimpiadas de 1.984 (“White raven”), la actual Sinfonía nº 5 para el Festival de Salzburgo, la Expo 98 de Lisboa (“Monsters of Grace”, una ópera tridimensional para celebrar las épocas del descubrimiento), y otros más que se harían interminables en su enumeración. Actualmente, Nonesuch (el sello para el que trabaja), y CBS, han reeditado gran parte de su discografía (prácticamente toda) en ediciones de lujo, acaba de sacar al mercado “Philip on Film” (un recopilatorio de sus 25 años componiendo música para películas), y ha vuelto a ser homenajeado (algo constante en NY) con una retrospectiva sobre su obra en imágenes (cortometrajes realizados por directores de prestigio, como Atom Egoyan o Peter Greenaway), y prepara “Naqoyqatsi”, que será la tercera y definitiva BSO para la trilogía “QATSI” que prepara el realizador y amigo Godfrey Reggio (al que ya elaboró “Koyaanisqatsi”, “Powaaqatsi”, y “Anima Mundi”), junto a otros proyectos de variada índole. EL DISCO: Esta grabación, realizada en 1.982 junto al Philip Glass Ensemble (sección de viento de ocho músicos y cinco de viento) y conducida por Michael Riesman (otro “nombre” importante en la carrera de Glass, junto al del productor Kurt Munkacsi) fue la consecuencia del contrato que el músico acababa de firmar con la ya desaparecida CBS (hoy Sony Music) y que suponía todo un hito, ya que era la primera vez en la historia, desde Igor Stravinsky y Aaron Copland, que un autor vivo de música no-pop firmaba y alcanzaba un acuerdo así. Esta obra destaca especialmente por ser una de las que más respira el “aroma” Glass, y, a su vez, ser la que más se distancia de las otras de este autor. El disco sorprende por el gran desarrollo de las melodías, y como juega perfectamente con dos importantes factores como el relax y la tensión, dejando así atónito al oyente mas despistado y consiguiendo mucha más accesibilidad que otros de sus trabajos, lo que le convierte en idóneo para empezar a conocerle. La primera pieza y la final, “OPENING” (6:25), y “CLOSING” (5:59), sorprenden por su delicadeza, su ritmo, su estilizada composición y su agradable escucha. Ambas son prácticamente similares, apenas hay diferencias entre ellas en la instrumentación empleada, en la primera destaca el piano solo y en la segunda aparecen las demás secciones. Son los temas más puramente “clásicos” de este Cd y más melódicos, que se apartan mucho del autor y su idea minimalista. “ISLAND” (7:40), y “FACADES” (7:21), siguen reflejando el lado más plácido del compositor, solo que de una manera más tenue e inquietante, que recuerda a otras composiciones pero que no varía el estado de la escucha. Ya con “FLOE” (5:59) comienza a brotar el lado más minimal y áspero del autor, con un sonido intermedio entre los demás cortes del álbum, que viene a ser una especie de “resumen” de la grabación. En “RUBRIC” (6:05) (también está incluida esta pieza en “Dancepieces”, otro Cd del autor), surge el lado más árido y que se espera de Glass (con la sección de viento “alocada”, por así decirlo), pero no por eso menos interesante, ese que no es fácil de escuchar y que altera la tensión del oyente de manera abrupta pero que llega a volverse agradable en su repetición continuada y que impide finalizar la audición. Es, como ya he dicho, una obra altamente recomendable, y que Sony Classical acaba de poner a la venta de nuevo en una edición especial (junto a otros autores, como Bach, Mozart, etc.) en una línea que ha sacado para conmemorar los clásicos de todas las épocas, a un precio magnífico (comparado con otros discos de Glass), que hacen que sea casi una “obligación” que aparezca en la colección del buen filarmónico. |