De
mis soledades vengo. Los clásicos y el flamenco. Textos
clásicos de los siglos XVI y XVII. Adaptación musical y literaria:
José María Velázquez-Gaztelu. Arreglos musicales: Joan Albert Amargós.
José Menese (cantaor) y Enrique de Melchor (guitarrista). Ginesa
Ortega (cantaora) y Jerónimo Maya (guitarrista). Manuel Pantoja
“Chicharro” y Gregorio Fernández (palmas). Carmen Ledesma
(bailaora). Orquesta de Cámara. Director: Joan Albert Amargós.
Dirección artística y escenografía: Luis Torres Rubio. Coreografía,
dirección técnica y luces: Juan Sampedro. Teatro Real de Madrid, 8
de noviembre de 2001.
Desde que en 1922 personalidades
como Federico García Lorca, Manuel de Falla o Andrés Segovia
promovieran el primer concurso de cante jondo, el flamenco ha
conquistado la fama y el prestigio artístico que merece. No hay géneros
mayores ni menores, sino arte y artistas grandes o pequeños. El arte
verdadero está más allá de los estilos y de las etiquetas. La
iniciativa de programar flamenco en el Teatro Real es un reto que
merece todos los aplausos, pero que aún no ha sido plenamente
dominado. Se percibe falta de hábito, junto a unos complejos
infundados que nos remiten a viejos debates. Así interpreto yo la
ocurrencia de recurrir a los poetas clásicos y a una orquesta
(orquestina más bien) clásica para respaldar la actuación. Si juzgáramos
esta convocatoria como un duelo entre clásicos y flamencos, fueron éstos
últimos quienes ganaron y con ventaja. Menese tiene una voz y un arte
de autoridad. A pesar de comparecer intimidado por el marco, hizo gala
de sus magníficas cualidades, secundado con acierto y tacto por
Enrique de Melchor. Debido a un fallo técnico, Menese interpretó
“a pelo” algunos cantes, demostrando las bondades de la sala, que
tiene una acústica ideal, y las de su voz, que atesora unas
condiciones sobradas como para prescindir de ayudas tecnológicas.
Ginesa Ortega y Jerónimo Maya proclamaron su arte, soltura y compás.
Dejaron probado que junto a la tradición hay un flamenco joven y bien
fundado, lleno de vitalidad. La orquestina no añadió ningún interés
al flamenco. Los arreglos fueron pobres y los profesores estuvieron
muy por debajo del nivel que la cita requería. Del señor que movía
un palito emulando a un director de orquesta, mejor no hablar. El
sonido y la iluminación también dejaron bastante que desear. Son
muchas y muy sugerentes las posibilidades que ofrece el encuentro
entre el flamenco y la música clásica, pero este es un camino que aún
tiene muchas sorpresas que deparar. Público e intérpretes
vislumbraron el desencuentro y solo pudieron celebrar la grandeza de
los artistas principales. A pesar de todo, hay que felicitar a los
organizadores por la iniciativa. El arte debe vivir al borde del
peligro para conquistar nuevos horizontes y nuevos espacios.
(Fotografías
de Javier del Real)
Próximos
espectáculos
12
a 24 de enero
Pelléas et Méllisande de Debussy
Producción del Grand Théâtre de Ginebra
14
de febrero a 6 de marzo
Falstaff de Verdi
Producción del Teatro alla Scala de Milán.
www.teatro-real.com
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