Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Lucia di Lammermoor. Drama trágico en tres actos con música de Gaetano Donizetti y libreto de Slavatore Cammarano. Edita Gruberova (Lucia), José Bros (Edgardo), Anthony Michaels-Moore (Enrico), Alastair Miles (Raimondo), Ángel Rodríguez (Lord Arturo), Mireia Pintó (Alisa), Francisco Vas (Normanno). Director musical: Friedrich Haider. Director de escena: Marco Gandini. Producción del Teatro Maggio Musicale Fiorentino y del Gran Théâtre de Ginebra. Teatro Real de Madrid, octubre y noviembre de 2001.

El último cuadro de Lucia  es de traca y siempre se adueña del público. Sobre todo si la protagonista es, como en este caso, Edita Gruberova, una de las más insignes especialistas en el papel. Así ha ocurrido en el Teatro Real, con una producción correcta pero anodina que a pesar de su tristura no ha podido romper la irresistible magia del cuadro final. Lo mejor de la función han sido las voces, todas bellas y equilibradas. Junto a la Gruberova ha destacado José Bros, que resolvió bien su papel como Edgardo, que es muy comprometido. También cuenta con unas arias maravillosas, difíciles y muy lucidas. La puesta en escena no fue muy estimulante y tampoco lo fueron los decorados basados en una caja neutra. La luz solo sacó partido de ello en algunos momentos. Coro y orquesta estuvieron en su punto, gracias a la precisión de la batuta gobernada por Friedrich Haider. Tal vez por la insipidez del montaje, ni los artistas ni el público se animaron hasta poco antes del final. Todos sabían que la mejor artillería vocal se reservaba para ese desenlace virtuosista, que no decepcionó en absoluto. El maravilloso placer de poder disfrutar de las portentosas cualidades vocales de Edita Gruberova vale por todo el espectáculo. Lo bueno a veces se hace esperar y por eso, a veces gusta más.

(Fotografía de Javier del Real)

 

 

 

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