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CINE Y MUSICA: TOCAR MÚSICA CON
EL CORAZÓN
Por Angel
Riego Cue. Lee su Curriculum.
Muchas
veces se ha escuchado el tópico de que la música "amansa a las
fieras", pero parece que no creyeran en ello ni los que lo repiten
una y otra vez, pues en una sociedad como la nuestra, donde la violencia
de las bandas juveniles es una seria preocupación, sin embargo cuando
llega la hora de recortar presupuesto la perjudicada suele ser la música
ya que, como es sabido, "eso no sirve para nada".
Por todo ello, no es extraño que muchos contemplen la historia de Roberta
Guaspari como un modelo a seguir. En 1981, la Guaspari comenzó a dar
clases de violín a los niños de una escuela pública del barrio
neoyorkino de Harlem, que en principio parecería uno de los lugares menos
indicados para esa labor. Sin embargo, su éxito fue notable, consiguió
despertar en cientos de niños el amor a la música (y el saber superar
cualquier dificultad que se les presente) y cuando diez años después la
escuela dio por terminados los cursos, debido a un recorte presupuestario,
Roberta pudo continuar enseñando gracias a una fundación creada al
efecto, llamada "Opus 118", que se financiaba a través de
donaciones privadas y conciertos benéficos; para estos últimos
ofrecieron su desinteresada colaboración artistas de la talla de Isaac
Stern o Itzhak Perlman.
La actividad de la "Opus 118" y su "Programa de violín en
Harlem Este" ya aparecieron en la pantalla en 1996, cuando se rodó
un documental titulado Small Wonders (Pequeñas Maravillas),
donde aparecía la verdadera Roberta Guaspari enseñando a sus alumnos,
con observaciones de Isaac Stern, y luego la actuación de estos en el
Carnegie Hall (la famosa sala de conciertos de Nueva York, generosamente
cedida para estas ocasiones por influencia de Stern). Este documental, que
también se conoce con otro título (Fiddlefest o Fiesta del violín),
dirigido por Alan y Lana Miller, estuvo nominado a un Oscar en la categoría
de mejor documental, y fue el punto de partida para el proyecto de filmar
una película basada en la vida de Roberta Guaspari, que se estrenaría en
1999 con el título de Music of the Heart (Música del corazón).
La película comienza cuando el marido de Roberta, un oficial de marina,
la ha dejado por otra. Roberta está desolada, se pasa todo el tiempo al
teléfono suplicándole que vuelva. Por él había abandonado su carrera
musical, para atender a sus dos hijos, Nick y Lexi; si bien para ser
profesional de la música había empezado sus estudios ya muy mayor, al
menos quería dedicarse a la enseñanza. Sin embargo, el ser esposa de un
militar (con los previsibles cambios de residencia ante los nuevos
destinos de su marido) hizo que apenas pudiera impartir clase de forma
reglada, y tuviera que conformarse con dar algunas clases particulares y
enseñar a sus hijos.
Su madre la convence de que hay que afrontar la nueva situación, de nada
sirve lamentarse, y lo primero que debe hacer es buscarse un trabajo. Así,
Roberta comienza a envolver paquetes en unos grandes almacenes, pero allí
la descubre Brian, un antiguo compañero de estudios, y la convence de que
eso no es para ella, que podría dedicarse a enseñar música a niños,
que es lo que le gusta, y que conoce a la directora de una escuela pública
de Harlem que la podría contratar.
Dicho y hecho, Roberta se presenta ante Janet Williams, la directora, pero
esta rechaza contratarla al no tener ninguna titulación que la acredite.
Roberta no se desanima, no pierde el optimismo, y a pesar del rechazo
insiste en que la directora pueda escuchar a sus hijos tocando el violín
con ella. La "demostración" tiene éxito, pues Janet le
pregunta si puede hacer que todos los niños toquen tan bien el violín, a
lo que Roberta contesta que cualquier niño puede aprender. Queda
contratada como suplente.
Aún le espera lo más difícil, el saber motivar a sus alumnos. El primer
día de clase encuentra la batalla habitual en las escuelas de suburbios,
que estamos acostumbrados a ver en las películas: los alumnos se le
rebelan, le toman el pelo, pero solamente expulsando a uno consigue
imponerse a ellos. A otro alumno, DeSean, que pide que le expulse porque
el violín son "cosas de nenazas" se niega a echarle. En la
siguiente clase ya le prestan atención: si parecía asombroso lo fácilmente
que pudo conseguir el puesto, esto ciertamente es más asombroso aún.
Roberta comienza a enseñar canciones infantiles a los niños, y surgen
los primeros problemas. La madre de Naeem, un niño negro, se niega a que
su hijo toque música "de blancos muertos" y pregunta cuántos
compositores de música clásica han sido de raza negra (Roberta no le
supo mencionar a Scott Joplin; también podría haberse acordado de
directores como Henry Lewis o pianistas como André Watts). Siguiendo el
discurso típico de los líderes negros radicales, la madre de Naeem acusa
a Roberta de ser de aquellas personas que quieren salvar a los que no
quieren ser salvados. El problema tiene una solución también
asombrosamente fácil: un día, Roberta aborda a la madre de Naeem, le
argumenta qué hubiera pasado si Arthur Ash (famoso tenista negro) nunca
hubiera jugado al tenis por ser un deporte de blancos, y le dice que el
rostro de Naeem "se ilumina" cuando toca el violín. Poco tiempo
después, su madre traerá a Naeem de vuelta a clase: así de sencillo.
Otra de sus alumnas es Guadalupe, una niña con problemas de movimiento
(debe llevar una estructura de refuerzo en las piernas). Roberta enseña
un día a sus alumnos la posición de un violinista, con los dos pies
formando ángulo recto, de modo que aunque recibieran un empujón no
perdieran el equilibrio; al recibirlo Guadalupe, se cae, y así Roberta
descubre su situación y la hace tocar sentada. Guadalupe está deprimida,
piensa que no será capaz de hacer lo que los demás, todos son mejores
que ella, y entonces Roberta le habla de Itzhak Perlman, uno de los más
famosos violinistas del mundo, que tiene los mismos problemas que ella, y
le dice que la firmeza no es sólo cuestión de las piernas, también se
tiene desde dentro.
Los métodos de Roberta, para exigir autodisciplina a sus alumnos,
empiezan a ser denunciados por algunos padres, que creen que sus hijos
reciben malos tratos cuando se enteran que la profesora les dice cosas
como "vuestros padres vomitarán si os oyen tocar así de mal en el
concierto de fin de curso". Hay una llamada de atención de la
directora al respecto, y Roberta decide, para no perder el puesto,
suavizar el tono y ser menos exigente. Los resultados no se hacen esperar,
los alumnos tocan de forma horrible y ellos mismos piden la vuelta a la
disciplina anterior, incluso Becky, la misma niña que se había quejado a
sus padres del lenguaje "agresivo" de Roberta. Todos los
problemas parece que vayan teniendo solución.
Lo más grave que se encuentra Roberta es el ambiente de delincuencia
habitual en barrios como Harlem. Un día, Roberta le pregunta a una
alumna, Lucy, por qué no ha practicado en casa y ella le contesta que han
matado a su abuela en un atraco. Otro día es su propio hijo Nick el que
casi estrangula a otro niño en una pelea, y Roberta piensa que Nick sufre
carencias afectivas por no tener un padre con él. Al poco tiempo se ser
abandonada, había iniciado una relación con Brian, y piensa que sería
un buen padre para sus hijos; en efecto, Brian se comporta como un padre
con Nick, ayudándole a recuperar el equilibrio emocional, y Roberta
piensa en formar una familia con él. Pero Nick no quiere comprometerse,
prefiere seguir en libertad, y por ello Roberta rompe la relación, con
gran disgusto de Nick. También despide a todos los obreros que había
contratado para remodelar la casa que se ha comprado en Harlem, para que
sus hijos tuvieran al menos un hogar: todos ellos eran ex-presidiarios y
gente que estuviera dispuesta a trabajar por poco dinero, pero su
rendimiento era extremadamente bajo.
Llega por fin el día del concierto de fin de curso y es todo un éxito...
hasta el punto de que 10 años después, no sólo continúan los cursos
sino que ya da clase a 150 niños de 3 escuelas, y no hay número de
plazas suficientes para todos los que se desean apuntar, hasta el extremo
de que hay que recurrir al sorteo. Las clases de Roberta ya son objeto de
atención en reportajes de la prensa.
Uno de sus actuales alumnos es un niño hispano llamado Ramón, que se
toma muy en serio el practicar en casa para superarse, teniendo que luchar
con sus familiares, que solamente quieren ver tranquilamente los programas
deportivos de la TV y no oír los maullidos del violín del niño; llegará
a poner en la puerta de su habitación un cartel de "Manténganse
afuera". Su identificación con la profesora hace que cuando otro niño,
Justin, interrumpe una clase tirando un atril al suelo, Ramón le desee
que se muera. Poco después, Justin muere en un tiroteo y Ramón se siente
culpable; Roberta le convencerá que él no ha tenido nada que ver, que
"no es tan poderoso".
Otra alumna es Vanessa, que parece hija de "familia bien", y se
olvida traer el violín a clase. Al ser reprendida por Roberta, su padre
la disculpará diciendo que es hija de padres divorciados, ya se sabe, en
los continuos traslados se pierden cosas: una situación que Roberta
comprende perfectamente porque es la suya propia. También está Rachel,
una niña negra de gran talento para la música a la que Roberta quiere
recomendar para que estudie con una beca en la prestigosa Juilliard
School; por desgracia, la madre de Rachel es maltratada por su marido
hasta el punto que madre e hija deben esconderse fuera de la ciudad, y
perder esa oportunidad.
Los propios hijos de Roberta
quieren encontrarle pareja: para ello no se les ocurre mejor idea que
insertar un anuncio de búsqueda de relaciones, describiendo a su madre
como guapa, violinista, con 30 y tantos, etc. y añadiendo frases del tipo
de "Con mi violín saciaré tu alma". Roberta se enterará
cuando vea que le llegan montones de cartas, y decide contestar a una de
ellas, por lo que conoce a Dan Paxton, un caballero de aspecto respetable
que es profsor de periodismo, con el que comienza a salir, aunque sin
saber si desea formalizar una relación.
Cuando faltan 10 días para el concierto de fin de curso, Roberta se
entera que la han despedido. Al ir a exigir explicaciones a la directora,
Janet, esta le dice que han sufrido un recorte presupuestario y que han
tenido que suprimir su clase, ya que ella siempre fue
"suplente". La plaza fija de profesor de música la tenía un
estúpido llamado Dennis Rausch, que no ha conseguido nunca motivar a sus
alumnos más allá de una mera rutina, dentro de la enseñanza
"oficial" de la flauta. Roberta está dispuesta a luchar porque
su clase continúe, y recibe el apoyo de Janet para conseguir, ya que no
recortar el presupuesto por otra asignatura, que aparezca por algún sitio
una financiación para las clases de violín.
Durante el concierto de fin de curso, Roberta se dirige a los padres para
advertir que puede ser el último que haya, debido a los recortes, y más
tarde los invita a su casa para pensar en una solución. De momento,
gracias a la influencia de Dan, el caso ha saltado a la prensa. La madre
de una de las alumnas de Roberta, que es fotógrafa, se negó una vez a
cobrarle unas fotos a la profesora de su hija, como agradecimiento por lo
que hacía por la niña; hablando con ella, Roberta descubrió entonces
que era la esposa de Arnold Steinhardt, el primer violín del Cuarteto
Guarneri (en el doblaje español, que debe estar hecho "al oído",
Roberta dice "Cuarteto Ganeri"). Pues bien, la esposa de
Steinhardt propone en la reunión recaudar fondos mediante un concierto
benéfico donde podría tocar su marido e invitar a otro violinista amigo
suyo que es nada menos que... ¡ Itzhak Perlman !
Los preparativos para el concierto son arduos: los niños ensayan sábados
y domingos, deben presentar un contrato firmado por sus padres para que
garanticen que no podrán faltar a ningún ensayo, aprenden obras algo más
"serias" que las canciones infantiles que tocan habitualmente,
ya se han impreso los programas que anuncian a Perlman y Steinhardt...
cuando surge un nuevo imprevisto, el teatro que pensaban alquilar para la
ocasión ha quedado inutilizado por una inundación y no hay ningún otro
disponible en la zona. La solución a este contratiempo parece propia de
los cuentos de hadas: la mujer de Steinhardt ha recurrido, a través de un
amigo común, a Isaac Stern y este les ha cedido nada menos que el
Carnegie Hall, la sala de conciertos más famosa de Nueva York, que en
1960 se salvó de la demolición gracias a una campaña protagonizada por
el propio Stern. Además, Stern pide a Roberta que le deje tocar en el
concierto e invitar a "algunos amigos" a que también toquen.
El día del concierto en el Carnegie Hall supone para Roberta un
reencuentro con el pasado: vuelve a ver a Brian, quien le dice que
"sabía que llegarías a tocar aquí"; además, antiguos alumnos
suyos de su primer año en la escuela, como Naeem, Guadalupe DeSean o
Lucy, han regresado para tocar en la orquesta. A todos les da esta
instrucción: "Tocad con el corazón" (lo que da título a la
película). No hará falta decir que el concierto resulta un éxito apoteósico.
La película termina recordándonos que Roberta Guaspari continúa dando
sus clases en la actualidad, que el concierto del Carnegie Hall (que se
dio en 1993) sirvió para costear el programa durante 3 años, y que en la
actualidad esa tarea la lleva a cabo una fundación, la "Opus
118".
La secuencia del concierto en el Carnegie Hall ofrece una de las mayores
reuniones de músicos célebres que se hayan visto en la pantalla en mucho
tiempo. Además de Perlman y Stern (tocando codo a codo con los pequeños
Ramón o Vanessa) y Steinhardt, tenemos a otro célebre violinista, aunque
más joven, como Joshua Bell; a Mark O'Connor, violinista famoso como intérprete
de sus propias composiciones, basadas en el folklore norteamericano y que
podríamos encuadrar en el género normalmente conocido como
"crossover"; Michael Tree, también del Cuarteto Guarneri; otros
violinistas de estilo "crossover" como Karen Briggs, Charles
Veal Jr. (que recibió clases nada menos que de Heifetz), Sandra Park o
Diane Monroe, o el pianista Jonathan Feldman, que ha grabado discos acompañando
al violinista Gil Shaham. Todos ellos se interpretan a sí mismos, y no
participan en los diálogos. Sólo hay dos excepciones: se ve a Steinhardt
cuando telefonea a Perlman para proponerle tocar en el concierto benéfico
("Itzhak, soy Arnold...") y también podemos ver a Isaac Stern
dirigirse a Roberta, dentro del Carnegie Hall, para recordarle el pasado
esplendor de la sala: allí han tocado Tchaikovsky, Rachmaninov, Heifetz,
Horowitz...
Aparte de estos músicos famosos, en el reparto encontramos algunos
nombres de tanto prestigio como el de Meryl Streep, que da vida a Roberta
Guaspari (en la película usa a veces como nombre de casada "Roberta
Demetras"; en la realidad, el apellido de su marido era Tzavaras, y
como Roberta Tzavaras aparece en el documental de 1996). Seguramente el
nombre de la Streep (que acumula 2 Oscar a la mejor actriz y otras 10
nominaciones, una de ellas por esta interpretación) habrá abierto muchas
puertas a la distribución de la película, y a su éxito, que no hubiera
tenido si Roberta se hubiera interpretado a sí misma.
Por otra parte, cabe preguntarse cuánto hay en su personaje de Roberta
Guaspari y cuánto de Meryl Streep, que en todo caso sabe expresar muy
bien el registro optimista de su personaje, esa energía que no se arredra
ante las dificultades. Un mérito indudable que hay que reconocer a la
Streep (y que casi le valdría el Oscar) es haber aprendido a tocar el
violín para la película, siguiendo el mismo camino que los niños a los
que se la veía dar clase, de piezas fáciles a obras de Bach.
Otro nombre famoso del reparto es el de Angela Bassett, conocida por películas
de gran éxito como Esperando un respiro y nominada una vez el
Oscar, que interpreta a la directora del centro, Janet Williams. Aidan
Quinn (nada que ver con Anthony Quinn) es Brian y es obligatorio citar
también como la madre de Roberta (Assunta Guaspari) a la veterana Cloris
Leachman, nombre habitual en las películas de Peter Bogdanovich, como La
última sesión o Texasville, donde interpretaba a Ruth
Popper: la primera de ellas le valió en 1972 el Oscar a la mejor actriz
secundaria.
Todos los niños que aparecen en la película tocando el violín han sido,
lógicamente, alumnos de Roberta en la vida real. En cuanto al repertorio
que tocan, en sus primeros conciertos se limitada a piezas como la canción
infantil Twinkle, twinkle, little star, que es la misma que la
que se conoce en francés como Ah vous dirai-je, maman (y sobre
la que Mozart escribiría unas famosas variaciones) y en español como Campanitas
del lugar. En esta pieza, Roberta hacía a sus alumnos introducir un
"rallentando", antes de lo que serían los dos últimos versos
de la canción, que causaba un gran efecto entre el público, preguntándose
a qué venía esa detención: un detalle tomado de la vida real (puede
verse en el documental), pero por supuesto mucho más exagerado en la película.
En la época en que Roberta es despedida de la escuela, podemos oír en
varios momentos cómo sus alumnos tocan de modo bastante lento la música
conocida como "el can-can de la Obertura de Orfeo en los
Infiernos de Offenbach", que no es un can-can sino galop, y
tampoco fue incluido por Offenbach en esa Obertura, sino acoplado
posteriormente; pese a todo, así es como se conoce. En uno de esos
momentos, cuando están ensayando en plena calle solos, sin su profesora,
un transeúnte les echa algunas monedas en una caja de violín abierta en
el suelo.
Cuando surge la idea del concierto "de verdad", el que se acabará
celebrando en el Carnegie Hall, es preciso aprender un repertorio nuevo,
pues según dice Roberta "la gente va a pagar mucho dinero y no querrán
oír Campanitas". De ahí que les haga ensayar lo que ella
llama "El Minueto nº 1 de Bach" (que originalmente pertenece al
Libro de Anna Magdalena Bach, sin ser uno de los más conocidos).
En el concierto final, con la orquesta llena de músicos famosos,
escucharemos el primer movimiento del Concierto para 2 violines
de Bach.
Aparte de estas músicas, en la película suenan otras muchas y gran parte
de ellas no son música clásica: parece como si el carácter
"universal" que se buscara de las enseñanzas del film hiciera
que todas las tendencias musicales debieran estar representadas en él. Así,
podemos encontrar un Trío de Haydn que están tocando Roberta y sus dos
hijos, Nick (cello) y Lexi (piano), cuando reciben la primera visita de
Dan, que viene "por lo del anuncio"; o antes, a Nick ensayar en
solitario el Preludio de la Suite para cello nº 1 de Bach. Pero
cuando el Carnegie Hall en pleno ovaciona a Roberta y a sus alumnos lo que
escuchamos es la banda sonora totalmente convencional compuesta por Mason
Daring; y en los créditos finales escuchamos una canción pop compuesta
para ser "la canción de la película": su título, Music of
My Heart; su autora, Diane Warren; y su intérprete, la famosa
cantante cubano-americana Gloria Estefan, quien de paso interpreta un
pequeño papel en el film, el de una profesora del colegio que apoya a
Roberta desde el principio, y que supone su debut en la pantalla (no
interpretándose a sí misma, se entiende).
El mensaje que nos trae Música del Corazón es el ya conocido de
que es posible superar las dificultades que uno se encuentra en la vida si
se lucha lo suficiente. En el concierto del Carnegie Hall, la directora
del colegio pronuncia unas palabras preliminares, donde no dice que a lo
largo de estos 10 años haya habido 1.000 alumnos que aprendieran a tocar
el violín, sino que "han ampliado su visión de lo que es posible en
la vida". De hecho, de los alumnos que han pasado por las clases de
Roberta, alguno tiene ya el título de médico o al menos es un estudiante
aventajado en la Facultad. Lo que nos quiere decir la película es que
posiblemente nunca hubieran llegado tan lejos de no haber aprendido a
superarse a sí mismos con un simple violín.
Es posible que este tipo de mensajes parezca excesivamente conservador, al
descargar la responsabilidad en el individuo y no en la sociedad, que debe
ser más justa y dar más oportunidades, pero por muy justa que pueda ser
la sociedad una parte del éxito del individuo siempre tendrá que ver con
su propio esfuerzo. Aunque algunos problemas se resuelvan en la película
con una facilidad que parece excesiva, en cualquier caso nos encontramos
ante un producto bastante superior a otros que insistían en una línea
parecida, como Billy Elliot, comentado en el pasado número, y
cuyas trampas del guión eran mucho más visibles. Un mérito el de Música
del Corazón que habrá que atribuir, al menos en parte, a su
director, Wes Craven, extrañamente alejado aquí de su habitual
especialidad, el cine de terror (recordemos Pesadilla en Elm Street
o la serie Scream), para realizar una película de esas que puede
ver junta toda la familia.
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