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Magia
y experiencia Larrocha Por
Víctor Pliego de Andrés.
Lee su curriculum. Recital
de la pianista Alicia de Larrocha. Obras de Soler, Albéniz, Montsalvatge
y Granados. Ciclo de Grandes Intérpretes. Auditorio Nacional de Madrid,
11 de junio de 2002. Alicia de Larrocha cautivó al público madrileño con un inesperado recital del Ciclo de Grandes Intérpretes de Scherzo, ofrecido en sustitución de Krystian Zimerman que se haya temporalmente retirado afectado por la reciente muerte de su padre. A pesar de esta inesperada y triste circunstancia, el recital fue un grandioso triunfo. Larrocha dedicó la velada a la memoria de su amigo, el maestro Xavier Montsalvatge, que también ha fallecido hace pocas semanas. De este maestro catalán interpretó Impromptu del Generalife y Sonatine pour Yvette, dos obras redondas que la pianista conoce perfectamente y que traduce en versiones de lujo. Fue un espléndido y merecido homenaje, secundado por el público con entusiasmo: una vez más comprobamos que la música contemporánea (¡del siglo pasado!) llega al público si está servida en interpretaciones de calidad. Alicia de Larrocha tocó además dos sonatas del Padre Soler, “Evocación” y “El Albaicín” de la Suite Iberia, de Isaac Albéniz, y el segundo libro de Goyescas de Enrique Granados (“Balada”, “Epílogo”, “El pelele”) en versión revisada por la propia ejecutante. El programa ofrecido estuvo compuesto en su integridad por música española. La señora de Larrocha tocó todas las piezas con absoluta naturalidad y facilidad. El sonido fue diáfano y terso, pero nunca frió ni duro. La intérprete demostró una serenidad apabullante, no exenta de una emoción interior y pudorosa. La personalidad de Alicia de Larrocha no se caracteriza por las efusiones sentimentales, sino por el servicio a la música desde un hondo respeto y un gran rigor profesional. Así y todo, electrizó al público desde su primera aparición en escena, que fue recibida con un clamoroso cariño y con algunos señores puestos en pie. La delicadeza de su apariencia contrasta con la fuerza de sus versiones. Todo es claridad, transparencia, maestría y precisión en el piano de Alicia de Larrocha. Su arte convierte lo que es, sin duda, excepcional en algo aparentemente normal. La costumbre y la magia se entremezclan en sus dedos. El recital fue brillante por sus cualidades intrínsecas, pero también por la complicidad y entrega del público que dedicó a la señora pianista todo tipo de piropos. Además de los viejos incondicionales, asistieron muchos jóvenes estudiantes de música, atraídos por el magisterio de esta legendaria figura, que está a punto de cumplir ochenta gloriosos años. Doña Alicia de Larrocha sigue en su sitio, más segura, más serenas, si cabe, y más artista que nunca. (Fotografía
de Rafa Martín)
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