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PIANGERE, AINHOA! Por Asier Vallejo Ugarte. Estudiante de piano. Bilbao,
Palacio Euskalduna, 24 de septiembre de 2002. Turandot. Drama lírico en
tres actos y cinco cuadros. Libreto: Giuseppe Adami y Renato Simoni. Música:
Giacomo Puccini (completada por Franco Alfano). Estreno: Teatro alla Scala
de Milán, 25 de abril de 1.926.
Y
por fin llegó la última de las óperas del genio Puccini a Bilbao. No es
que llevase demasiado tiempo sin ser representada en la villa (apenas
cinco años si la memoria no me resulta traidora), pero la audición de
esta partitura precisa de cierta periodicidad, para así poder recordar
los aficionados el porqué de nuestra afición vehemente al arte operístico. Turandot
es el título con el que se inaugura la quincuagésimo primera temporada
de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Opera. La segunda jornada, la
del día 24 de septiembre, estuvo marcada por la emoción y la euforia
fausta, muy a pesar de las ya excesivas anécdotas de las alarmas, teléfonos
móviles y toses durante la representación. El auditorio lleno a rebosar,
los canapés inaccesibles en los entreactos, y la calle secuestrada por el
frío. La
producción fue de las más bellas que uno recuerda haber presenciado en
la villa desde la espectacular `Khovantchina´ de Mussorgski que la compañía
del Mariinski de San Petersburgo expuso en Bilbao con motivo de la
inauguración del Palacio Euskalduna como teatro de ópera. Nuria
Espert, encargada de la dirección escénica, tuvo como privilegiados
colaboradores a los oscarizados Ezio Frigerio y Franca Squarciano como
escenógrafo y encargada de vestuario respectivamente. Excelente el
trabajo desarrollado por ambos, como lo fue el de Vinicio Cheli, encargado
del diseño de iluminación. Todos ellos consiguieron crear una atmósfera
fría adecuada al razonamiento argumental de la ópera, tanto en la oscura
y gris plaza del pueblo como en el angelical y espectacular trono
imperial, ubicado, como es costumbre en esta ópera, en lo alto del
escenario, cercano al cielo oriental. El escenario estuvo constantemente
lleno de una agradecida fuerza teatral, y por ello muchos echarían en
falta que esa constancia se mantuviera hasta el instante último de la
obra. Y es que en la presente producción la trama tiene como desenlace el
suicidio de Turandot ante la presencia única de Calaf, privando al
espectador de disfrutar una vez más del espectáculo visual que
representa el pueblo reunido ante el trono imperial entonando el “O
sole! Vita! Eternità!”. Se
encargó de dar vida a Turandot la célebre soprano norteamericana
Alessandra Marc, debutante en la ABAO. La suya es una voz que se adecua al
papel de la gélida princesa oriental, robusta y amplia, de importante
registro y potentes agudos. Una Turandot tal vez poco matizada, pero muy
elogiable. Tuvo especial brillo en su intervención tras los tres enigmas,
cercano ya el final del segundo acto. Una soprano dramática de referencia
en estos tiempos de sequía. El
público castigó la mediocre interpretación de Ignacio Encinas como
Calaf. Aun cuando mostró la entrega de quien no teme enfrentarse al
peligroso rol, estuvo francamente mal de voz, sin tener ésta proyección
en el agudo y con un fraseo tosco y desagradable. Un disgusto para los que
esperábamos más de un leonés que ya ha actuado en los grandes templos
operísticos del planeta. Tendrá, no obstante, la oportunidad de
reconciliarse con el público bilbaíno esta misma temporada en las
representaciones de Zigor!, del
maestro Escudero, en abril de 2.003.
Contrastó
la frialdad de la acogida por parte del público al debutante Encinas con
la calurosa ovación brindada a la soprano vasca Ainhoa Arteta. Marcada
por la vanagloria, la interpretación de la tolosarra estuvo llena de
sutiles detalles poéticos, con unos fiatos
bellísimos. Destacó especialmente en el tercer acto, cuando la joven
esclava se convierte en heroína y adquiere mayor peso dramático; aquí
Arteta pudo lucir ese vibrato
tan conquistador que ella tiene. Supo, además, exprimir al máximo las
posibilidades escénicas del personaje, creando una Liù de ensueño. Quien
también debutaba en la ABAO era el joven bajo Erwin Schrott, con una
propuesta de Timur alejada de lo que debería ser un anciano débil y casi
moribundo, pero que ya desde su “O mio figlio! Tu! Vivo!” expuso una
voz grande y clara, estilísticamente rigurosa. Su homogénea interpretación
conmovió al público, que recompensó al bajo uruguayo con la segunda de
las ovaciones de la noche en calor. También
rindieron a gran nivel Luis Sintes, José Ruiz y Eduardo Santamaría,
encarnando, respectivamente, a Ping, Pong y Pang, los tres ministros
imperiales, al igual que José Manuel Díaz y, acaso un poco menos, Pedro
Calderón. La
Orquesta Sinfónica de Euskadi no logró definir su sonido hasta bien
entrado el primer acto. A partir de entonces resultó brillante, con un
inspirado José Collado que alargó los acordes finales de los tres actos
hasta el infinito, y que optó por cerrar el aria del tenor “Nessun
Dorma” en cadencia perfecta. Se llevó en su debut abaístico un gran
reconocimiento por parte del público. También funcionó el Coro de la
Opera de Bilbao, así como el coro de niños de la Escolanía de Ntra.
Sra. de Begoña, aun cuando no faltaron los perdonables deslices. Hubo tiempo, ya finalizada la representación, para una emotiva efeméride, pues el maestro Collado, tras saludar al respetable, dio la orden a la orquesta de hacer sonar el “Zorionak Zuri” (“Cumpleaños feliz”) ante la sorpresa de Ainhoa Arteta, que, conmovida y emocionada, recibió un ramo de flores y rompió a llorar por la felicidad del momento. Todos, público, coros y solistas, entonamos como pudimos la célebre melodía, con desigual suerte. La soprano vasca, a continuación, se fundió en un abrazo con la mujer que minutos antes había ordenado su tortura ficticia, Alessandra Marc, y los llantos de emoción llegaron incluso al público. Pero Ainhoa sabe que no le hace falta llorar; el público la quiere, y el futuro es suyo.
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