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El Messiaen más contenido. Crítico Musical. La Transfiguración fue escrita por Messiaen entre los años 1965 y 1969, fruto de un encargo proveniente de la Fundación Gulbenkian de Lisboa (donde se estrenó el 7 de junio de 1969), ciudad ésta a la que, por cierto, regresará el próximo año (con la Orquesta Sinfónica de Baden Baden y la dirección de Sylvain Cambreling, el 6 de abril del próximo año). Conocido el catálogo de Messiaen, se comprueba como estamos ante una de las composiciones más grandiosas, en número de efectivos de su autor, así: coro mixto de cien voces, siete solistas instrumentales (flauta, clarinete, piano, violonchelo, vibráfono, marimba, y xilorimba) y una orquesta de más de cien músicos. En su estreno se dieron cita nombres como Rostropovich, Loriod o Baudo, encargado de la dirección. Posiblemente con La Transfiguración, nos encontremos ante una de las obras más esenciales y austeras del corpus creativo del músico francés. Pese a carecer de la brillantez y efusividad de obras como "Des canyons aux etoiles" (que en breve conocerá un nuevo registro por Chung en Deutsche Grammophon) o la riquísima tímbrica de la Sinfonía Turangalila, este singular oratorio (sin solistas vocales) de Messiaen, participa de todas las características de aquellas, pero dentro de un grado de contención máximo, asemejándola a la monumental "Et expecto resurrectionem mortuorum". Dividida en dos grandes bloques, y cada uno de ellos a su vez, en siete partes, Messiaen acumula en el libreto escrito en latín referencias religiosas tomadas de diversos episodios bíblicos, de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino y, en especial, del Evangelio de San Mateo. La idea de escribir una Transfiguración le surgió al compositor después de que - como comenta el libreto del disco - a los cuarenta años escuchase "a un anciano sacerdote predicar un sermón sobre la luz y la filiación", convirtiéndose estas en los dos ejes principales sobre los que gira el trabajo de Messiaen. La edición que ahora
presenta Deusche Grammophon viene a sumarse al importante y referencial número
de grabaciones que el sello amarillo viene dedicando a la obra de
Messiaen. El director coreano Myung-Whun Chung se situa con esta nueva
entrega, como un gran especialista en la obra del, para muchos, compositor
más importante de la segunda mitad del siglo XX. Su Transfiguración,
bien es verdad que cuenta con mejores intérpretes, que la versión de
Reinbert de Leeuw en Auvidis. Pero allí donde el oriental imprime un
sonido más elevado, arrebatado, como si efectivamente quisiera rozar el
cielo, el holandés es fiel a su estilo: sequedad, hieratismo, máxima
introspección. Dos posibles visiones de una misma obra. Ninguna de ella
se estorba. Aunque si tuviéramos que elegir una, la de Chung cuenta con
un valor añadido: la concisas pero clarificadoras notas de Paul Griffiths
y Harry Halbreich, en los idiomas de rigor, dentro del libreto que acompaña
el disco.
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