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MÚSICA Y TRABAJO Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.
Llega un lunes más, el despertador nos ha recordado que no somos multimillonarios y que tenemos que levantarnos temprano para ir a trabajar. Conforme pasan los minutos el enfado va disminuyendo progresivamente, hasta el punto en el que nos despertamos totalmente. Una vez que llegamos al lugar de trabajo nos vemos inmersos en la rutina diaria. Algo que nos puede echar una mano es el oír música, más concretamente una emisora de radio. Quizás muchas veces no le prestamos la menor atención, pero nos hace compañía. Por supuesto que todo depende del trabajo que se esté desempeñando y de los gustos de cada uno. Si se está solo en una oficina depende de los gustos particulares de cada uno, pero si la radio es escuchan varias personas se opta por una radio que no se encasille en un tipo de música en concreto, de esta forma no hay problemas y todos escuchan un poco de lo que le guste. En ocasiones en las que suene una canción preferida o que esté especialmente de moda siempre está el forofo que sube un poco el volumen (siempre que esto sea posible) para apreciar en toda su magnitud la belleza de la composición. A quién no le guste la canción tendrá que esperar la ocasión para devolver la moneda. Cuando la actividad que se desarrolla es mayoritariamente física, como por ejemplo en un taller de coches, el volumen de la música es más que considerable, teniendo en cuenta que la actividad que se desarrolla en estos locales produce un ruido más o menos alto. Junto con el volumen se asocia un tipo de música más o menos rockera o heavy. Si estamos hablando de música en el trabajo no nos podemos olvidar de los hilos musicales. Siempre me he preguntado quién compone ese tipo de canciones. La verdad es que en la consulta de un médico quedan muy bien, e incluso en el ascensor. Son lugares en los que con suerte no pasas mucho tiempo y no notas la pesadez de la melodía. La cosa es más grave cuando estás haciendo cola para solucionar algún trámite y la machacona melodía del hilo musical va por la tercera repetición. Se entra casi en un estado de hipnosis en el que no importa esperar un par de horas más. Me parece que eso es ilegal ¿no?. Pues bien, después de haber pasado por el despacho, por el taller, por el médico, por la interminable cola de algún sitio y haber cogido el ascensor llega el momento de ir a la compra. El otro día vi en un programa de televisión lo bien controlado que tienen el tema de la música las grandes superficies comerciales. Conforme se acerca la hora del cierre van poniendo música más rápida para que la gente se apresure a comprar y salir del recinto. Si nos lo proponemos somos capaces de llenar el carro de la compra al ritmo de la canción de moda. Aunque eso queda reservado para aquellos que tienen mucha práctica, que conste. En conclusión, y cayendo en el imperdonable pecado de la generalización (encima de apócrifo, pecador) podemos decir que la música más marchosa y con más volumen se dejan para el desarrollo de actividades físicas, mientras que la música a un nivel de volumen más reducido se deja para actividades más intelectuales. Como siempre, esta clasificación esta sujeta a los gustos de cada uno. Ahora que ya estoy terminando, están poniendo por la radio una de mis canciones favoritas. Vaya, eso me inspira, hace que me contonee al ritmo de la música, creo que voy a subir un poco el volumen,... así esta mejor. Ahora sí que puedo decir con toda propiedad que me voy hasta el mes que viene con la música a otra parte.
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