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EL CANCIONERO DE MONTECASSINOPor Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum. Conmovedor: Jordi Savall chasquea sus dedos y vuelven al redil casi todos sus hijos pródigos, ahora nombres emblemáticos en la interpretación de la música antigua y líderes de prestigiosos grupos, para colaborar en una nueva exploración por el mundo de los cancioneros tardomedievales y renacentistas, una década después de aquellos emblemáticos registros realizados para Auvidis auspiciados por los fastos de la Expo'92. Así, en esta soberbia grabación del Cancionero de Montecassino podemos disfrutar del arpa de Andrew Lawrence-King, del sacabuche de Richard Cheetham, del corneto de Jean-Pierre Canihac, del laúd de Rolf Lislevand y de la percusión del genial Pedro Estevan, entre otros. Deslumbra ver reunidas tantas estrellas. Entre las voces, pues ya se sabe: la discutida e inevitable Montserrat Figueras, figuras de toda la vida como Lambert Climent, Francesc Garrigosa y Daniel Carnovich, y otras más recientes como el fantástico contratenor Carlos Mena. Todos juntos ofrecen un soberbio trabajo de filiación puramente savalliana. En este sentido no hay la menor sorpresa. La música religiosa -a la que se dedica el primer cedé- se aborda incorporando una plantilla instrumental, práctica nada ortodoxa en la tradición discográfica -Savall fue uno de los primeros en atreverse- pero absolutamente corroborada por la investigación musicológica. Asimismo, el tratamiento flexible, mórbido y muy sensual de las diferentes voces de la polifonía resulta extraordinariamente sugerente, tan alejado de la fría perfección de otros conjuntos. Las páginas profanas -que ocupan el segundo compacto- impresionan por la riqueza tímbrica que despliega La Capella Reial de Catalunya, por el abrumador virtuosismo de los instrumentistas congregados y por su fantasía para ornamentar. El problema es que aquí se evidencia el gran talón de Aquiles de las voces reunidas por Savall: una pronunciación ininteligible. Por no hablar, claro está, de la expresividad peculiar -por decir algo- de la Figueras, no apta para todas las sensibilidades. Sea como fuere, globalmente el nivel interpretativo es altísimo. ¿Y la música? De enorme interés. La corte napolitana de Alfonso el Magnánimo (1396-1458) fue un paradigma de esa fascinante mezcla de culturas y tendencias artísticas que se dio en el siglo XV, a caballo entre dos tipos diferentes de modernidad: el Gótico renovado que propone Flandes y la vanguardia renacentista que empieza a desarrollarse en el norte de Italia. Y ello con la tradición popular siempre presente. Así, en el disco se mezclan idiomas y fórmulas por completo dispares, conformando un mosaico revelador de las diferentes opciones estéticas del momento que puede servirnos para aclarar ideas y romper los tópicos que aún circulan sobre la transición entre el medioevo y la Edad Moderna. En fin, disco hermosísimo y de gran interés para los amantes de la historia de la cultura.
REFERENCIAS Alfons V El
Magnànim. El Cancionero de Montecassino. Distribuidor en España: DIVERDI diverdi@diverdi.com
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