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EL DÍA QUE APARECIÓ BARENBOIM
Oviedo, Auditorio Príncipe
Felipe. 24 de octubre de 2002. Franck: Sinfonía en Re menor. Ravel:
Dafnis y Chloe (suite nº 2). Mozart: Concierto para 2 pianos K 365, 2º
mov (Karim B. Said y Shai Wosner, pianos)
Coro de la Fundación Príncipe de Asturias (dir. José Esteban García
Miranda). Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Dir.: Maximiano
Valdés
El concierto de clausura de la XI Semana de Música de Cajastur contaba
con la presencia, añadida al programa a última hora, de dos jóvenes músicos
que habían trabajado en el "West Eastern Divan", el taller
impulsado por Barenboim para colaborar en el entendimiento de israelíes y
palestinos y que había sido galardonado con el Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia.
Podría pensarse que, dado que el propio Barenboim recibía este Premio en
Oviedo al día siguiente, al menos se pasaría por el lugar donde iban a
tocar dos de sus alumnos. El presidente de la Fundación Príncipe de
Asturias había declarado hacía días a la prensa que "Barenboim daría
un concierto en Oviedo", pero nada de ello figuraba en el programa,
no se habló más en la prensa del tema, y hasta el mismo día del
concierto la radio local seguía diciendo que "es probable la
asistencia de Barenboim al concierto", ni siquiera que tocara.
Sin embargo, el hecho de que al concierto asistiera el propio Príncipe
hacía pensar que no le habrían traído sólo para oír a la OSPA; también
parece que Barenboim debería estar, al menos, para saludar a los dos jóvenes
músicos del Divan. O sea que merecía la pena ir al concierto, "por
si acaso".
El concierto en sí no mejoró en gran cosa el nivel habitual de la OSPA,
bien en el aspecto técnico (afinación, ajuste, etc.) pero de vuelo poético
más bien pobre. Debe destacarse, en todo caso, la gama dinámica aplicada
a la Sinfonía de Franck, que hizo que la obra sonara
"trepidante". A menor nivel estuvo el Dafnis y Cloe de
Ravel, que estuvo algo sobrado de decibelios. lO más aplaudido, desde
luego, fue el Andante del Concierto para dos pianos de Mozart,
con la participación de dos jóvenes pianistas del galardonado
West-Eastern Diwan, uno judío (Shai Wosner) y otro palestino (Karim B.
Said). Como propina ofrecieron a cuatro manos la famosa Marcha militar
de Schubert
(curioso lo de tocar una marcha militar por músicos que se supone están
reunidos con un fin pacifista, pero bueno, era lo más socorrido para
tocar a cuatro manos).
Acaba, pues, el concierto, pero nadie se va, y sale un portavoz de la
Fundación a anunciar que "el maestro Barenboim aparecerá en breve
en el escenario". Gran expectación. Pasa el tiempo y no aparece. Por
fin, sale otra vez el portavoz y anuncia que Barenboim ya se encontraba en
el edificio, y que en breves momentos se presentaría ante el público. Y
de hecho, antes de que pudiera retirarse, Barenboim ya había aparecido.
Barenboim apareció caminando con paso inseguro, como vacilante. Fue a un
micrófono y empezó hablando de que acababa de llegar de un largo viaje,
de lo emocionado que se encontraba por estar allí, de su agradecimiento
por la concesión del Premio, su pesar por no haber llegado a tiempo para
oír el concierto y a los dos jóvenes músicos de su Diwan, etc. Luego,
siempre en tono de gran humildad, se dirige al público y dice
"Ustedes estarán esperando que toque algo..."; tras unos
segundos de silencio, con un resignado "Bueno...", que levantó
las risas del público, fue al piano donde los dos jóvenes habían tocado
la Marcha de Schubert y nos regaló la "Evocación" de la Iberia
de Albéniz. En la siguiente salida a saludar, tomó de nuevo la palabra
para, con nuevo gesto de humildad, decir "soy un maleducado" por
no haber dirigido un saludo al Príncipe, pues nadie le había advertido
de su presencia. En fin, aunque la crónica del concierto de aquel día se
ha centrado más en el lado humano que en el aspecto musical, mereció la
pena haber estado allí.
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