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III FESTIVAL DE CUERDA PULSADA EN
LA FELGUERA
Por tercer año consecutivo se celebró en La Felguera el Festival
Internacional de Música de Cuerda Pulsada de Asturias, una cita que pasa
prácticamente sin repercusión a pesar de congregar nombres de indudable
prestigio dentro de su terreno, lo que quizá sea debido a la situación
de la sede elegida, en plena cuenca minera asturiana, un sitio en el que
inicialmente no se pensaría como sede de eventos musicales. El programa
de los dos días que duró el Festival mezclaba obras para instrumentos de
cuerda pulsada con otras para orquesta de cámara y, en ambas, obras de
repertorio con piezas contemporáneas, incluso estrenos absolutos.
En cuanto al repertorio de cuerda pulsada, el día 22 pudimos escuchar en
la primera parte dos obras. La primera fue Frivolité de Xavier
Boliart, para guitarra y orquesta, en la que la percusión tiene quizá la
parte más destacada, y que pasó sin mayor pena ni gloria a pesar de los
esfuerzos del solista Miguel Ángel Sanz (que tocó con la guitarra
amplificada). La segunda fue Ida y vuelta, un arreglo de danzas
populares (Habanera, Chotis y Tango) para bandurria y orquesta, música
muy asequible compuesta e interpretada por Araceli Yustas. En la segunda
parte, Alberto Artigas nos hizo conocer el bellísimo Concierto para
mandolina de Hummel, una página digna de haber sido escrita por el
propio Mozart, y su interpretación estuvo a la altura de obra tan
exquisita.
Al día siguiente, 23, en la primera parte el repertorio de cuerda pulsada
estuvo dominada por el arpa, y escuchamos a la solista de este instrumento
de la OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias), Miriam del Río,
en unas correctas lecturas de la Serenata para arpa sola del
compositor romántico Elías Parish-Alvars y las Danzas sagrada y
profana para arpa y orquesta de Debussy. Pero el gran atractivo
estaba en la segunda parte, con el estreno mundial del Concierto para
guitarra y orquesta nº 13 de Carlo Domeniconi (presente en la sala),
una obra que explora todos los recursos expresivos de la guitarra durante
un solo movimiento de media hora de duración y que, pese a su complejidad
resultó bastante asequible para el público; mérito que en gran parte
puede atribuirse al solista, Marco Socías, a quien está dedicada, y que,
aparte de la proeza que supone aprenderse una obra así de memoria, hay
que destacar que tocó sin amplificación, a pesar de lo cual se le pudo oír
con total claridad. Todo un lujo el poder contar en La Felguera con el que
es, sin duda, el guitarrista español más destacado de su generación.
Los dos días, los programas se completaron con obras puramente
orquestales interpretadas por el mismo conjunto que acompañó a los
solistas antes citados, que en este Festival fue la Orquesta Filarmónica
de Cataluña (antes Orquesta de Cámara de l'Empordá) dirigida por Carles
Coll: un conjunto, si no perfecto, sí que iba más allá de la simple
rutina profesional. El primer día nos ofrecieron el Intermedio de
Goyescas de Granados y el Vals Triste de Sibelius, dos
conocidas páginas con inicio muy semejante, lo que quizás se quisiera
hacer notar al ponerlas juntas. El comienzo de la pieza de Sibelius,
totalmente "embalsamado", fue lo más flojo de la actuación de
una orquesta que en general tuvo un nivel satisfactorio.
El segundo día, el concierto se abrió con la deliciosa Contradanza y
Vals del adiós de Nino Rota, correspondiente a la música que
escribiera para la película El Gatopardo de Visconti, y tras
ella una muestra de la creación actual como es Secuencias de Ramón
Barce quien, sobre el escenario, presentó al público su obra, en parte
inspirada en la música árabe y que no acabó de conectar con el público.
Por razones de horarios de salida del último tren desde La Felguera, no
pudimos escuchar las obras que cerraban cada uno de los programas, que
eran el primer día la Sinfonía nº 92 "Oxford" de
Haydn y el segundo día la Suite para cuerdas del propio Nino
Rota. Con todo, la impresión que nos quedó es que mereció la pena
presenciar este Festival.
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