|
|
Sección del Apócrifo: Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.
Un buen amigo mio (desde hace más de cinco años) ha pasado últimamente por un proceso de transformación que casi me impide reconocerlo en la actualidad. Cuando le conocí no era muy sociable, casi no se relacionaba con la gente. De hecho, su grupo de amistades era muy restringido y reducido. En aquella época (cuando nos conocimos), a la hora de salir por ahí seleccionábamos lugares tranquilos, donde se pudiera charlar amigablemente. También nos pasábamos por los sitios donde la música era, digamos, más rítmica. Pero siempre era un periodo de tiempo muy inferior en comparación a una velada completa. Pues bien, hará cosa de unos tres meses que no lo veo casi nada. Nunca esta en casa, y parece ser que "ha cambiado de amistades". Pero la cosa no queda aquí, incluso ha perdido mucho peso. No exagero ni un pelo si digo que estoy ante un caso de metamorfosis. La verdad sea dicha. Es una persona totalmente distinta. Yo sabía que se estaban produciendo cambios, pero nunca sospeché lo que iba a encontrarme. Hace un par de semanas, en un paseo nocturno por la zona de fiesta descubrí hasta qué punto había llegado el cambio de mi amigo. Estaba con dos chicas hermosísimas (una rubia y otra morena) que no se despegaban de él. Tuvo la amabilidad de presentármelas, a mi y a otro componente de esta revista que por razones conyugales no voy a nombrar. En fin, no daba crédito a lo que veían mis ojos, de hecho no reconocía a la persona que tenía delante de mis ojos. Tras recomponerme un poco de la impresión me puse a buscar la causa de tal cambio. Por un lado había un par de razones femeninas, algo que me parece de lo más normal. Y mucho más visto lo visto. Si yo hubiera estado en su lugar hubiera hecho lo mismo. De todas formas no me parecía un motivo lo suficientemente importante como para que una persona cambiara tanto. Tras los saludos y una rápida puesta al día de lo que había sido de nuestras vidas (hacía mucho tiempo que no hablábamos) me dijo que lo acompañáramos a un local de moda en el que lo íbamos a pasar en grande. La idea de diversión que tenía en mi recuerdo se había quedado más que anticuada. Lo de aquella noche fue otra cosa. En una sola palabra: salsa. Al entrar en la pista de baile mi amigo se transformó. El ritmo parecía poseerle. No tengo que mencionar que las dos señoritas eran una pareja de baile difícil de igualar. Siendo totalmente fidedignos con la realidad de aquella noche estaríamos hablando de un trío de baile. Algo que ya de por sí suena bien, pero que en persona es un espectáculo sin parangón (por lo menos para mí). Ese local, y en concreto la música de salsa, habían cambiado la vida de mi amigo. Y si les soy sincero creo que también esta cambiando la mía propia. Si no fuera porque no puedo diría que a mi otro amigo, al innombrable (a ese que si lo nombro va a tener problemas conyugales), también esta cambiándole algo. Ya veremos como acabamos. Si me lo contaran, como yo os lo estoy contando a vosotros, no me lo creería. Lo que pasa es que lo estoy (estamos) viviendo en mis (nuestras) carnes. Concluyendo. La música puede cambiar a las personas (por lo menos a mí y a mis amigos). Y creo que siempre es para mejorar. Feliz navidad a tod@s. Este artículo tiene una doble dedicatoria. Por un lado esta dedicado a mi amigo "el bailarín". Por otro lado esta dedicado a una amiga mía, Carolina, porque quizás de esta forma pueda conseguir que saque a pasear esa preciosa sonrisa que tiene.
|