¿Cuál es su opinión sobre la Orquesta Filarmónica de Málaga que
acaba de dirigir?
Me ha gustado mucho. La dirigí hace dos años y medio con un programa muy
bueno y ya entonces me llamó la atención, pero esta vez la he encontrado
más compacta. Es una orquesta muy grande con muchísimas posibilidades;
sin duda es una de las mejores orquestas de España. Hay gente muy buena,
la cuerda especialmente, así como la sección de viento. La Orquesta
Filarmónica de Málaga es muy homogénea y da gusto trabajar con ellos
porque contagian unas ganas de trabajar impresionantes.
Quizás tenga algo que ver que la mayoría de la cuerda es extranjera...
No hay duda de que en los países del este como Rusia, la escuela de
cuerda tiene un tradición mayor que la española. En cambio, en España
la escuela de viento no tiene nada que envidiar, es francamente buena. Una
orquesta con una sección de cuerda de calidad es una ventaja. En España,
poco a poco, va mejorando. Posiblemente en 20 años existan orquestas
españolas con secciones de cuerda formadas por músicos del país.
¿A qué se debe el hecho de que músicos extranjeros tengan que
cubrir los puestos de las orquestas españolas?
Básicamente ha habido una formación no demasiado buena en la cuerda
española. La cuerda necesita una gran disciplina; su afinación es muy
difícil y requiere un alto nivel. Quizás este nivel de exigencia no haya
existido todavía. Así como existe gran tradición de bandas no ha habido
tradición de orquestas de cuerda, de orquestas de cámara, etc.
Háblenos de la tradición musical en su familia.
Procedo de familia de músicos. Mi padre y mi abuelo fueron flautistas, lo
cual fue una ventaja para mí porque he tenido siempre una disciplina
musical... Mi padre me aconsejó estudiar piano, pues es un instrumento
imprescindible para la formación de un músico. Me ayudó mucho para la
composición. El tener el profesor en casa facilitó mi formación.
Su carrera tiene una proyección internacional ; ¿en qué medida le
influyó la beca fulbright?
Llegó un momento en mi vida en el que me sentía limitado. Era flauta
principal en la Orquesta del Teatro Liceo de Barcelona así como en la
Orquesta Ciudad de Barcelona. Acabé dirección de orquesta, me casé y
decidí entre quedarme en Barcelona o probar cosas nuevas en otro país y
comenzar de nuevo. Mi curriculum y las cartas de recomendación me
ayudaron a conseguir la beca Fulbright y me cambió la vida completamente.
En Estados Unidos comencé de nuevo, prácticamente. Fue un reto que me
marqué en la vida y estoy orgulloso de ello.
¿Considera imprescindible salir de España para triunfar?
No diría imprescindible pero sí muy importante para saber dónde estás,
para adaptarte. Hay que tener en cuenta que por ahí hay un nivel muy
diferente, nuevos métodos... lo cual te motiva al máximo, te exige lo
mejor de ti mismo. Lo recomiendo a todo aquel que tenga la oportunidad de
ampliar sus horizontes.
¿Qué diferencias encuentra entre la música en Estados Unidos y la
música en España?
Estudié en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona donde adquirí
una buena formación pero teóricamente hablando; armonía, contrapunto,
fuga....yo diría que más nivel que en Estados Unidos; tuve unos
profesores extraordinarios. Lo que verdaderamente es diferente es la
práctica:
En Barcelona no había orquestas en el conservatorio, ni grupos para
que, como compositor, pudieras oír tus obras. Hoy día esto está
mejorando y se cuida más la práctica . Lo que más me llamó la
atención fue la parte práctica; pude dirigir la Orquesta de la
Universidad, la Banda, orquestas de vientos, pude estrenar obras
mías....había un ambiente muy propicio; por primera vez tenía la
oportunidad de componer obras así como de dirigirlas.
¿Qué opinión le merece su profesor Xavier Montsalvage?
Fue una gran suerte estudiar con él los dos últimos años antes de su
jubilación. No le gustaba enseñar. Decía que no podía enseñar a
componer porque era compositor; sin embargo fue un gran maestro; nos
decía que nos ayudaría a conocernos a nosotros mismos, pero no a
componer. Nunca te obligaba a seguir su camino compositivo. Todo lo
contrario, fomentaba tus propias ideas.
¿Qué directores de orquesta admira?
No busco imitar a ninguno. Sí destacaría las figuras de Leonard
Bernstein y Eduardo Toldrá. De los actuales me gusta Zubin Mehta,
Ricardo Mutti...pero no sigo sus pasos como ídolos; en el escenario
quiero ser yo mismo.
¿Y en la composición?
He tenido muchas influencias pero intento conseguir un estilo personal que
me defina. A pesar de que mi lenguaje sea actual destaco las fuerza y el
carácter lúdico y luchador de Beethoven; la grandiosidad y la
instrumentación de Wagner, las finas melodías de Puccini... de la
música de s. XX destaco a Prokofiev, Shostakovich, Bartok, Hindemith,
Stravinsky y muchos otros.
¿Qué le parece la vuelta al pasado de compositores como
Penderecki?
Lo entiendo. Se ha llegado muy lejos en la música contemporánea. En los
años 60, 70 y 80 hubo una lucha por ver quién hacía más experimentos
sin un público preparado para ello. Comprendo que Pederecki, sin perder
su personalidad, quiera buscar éxito y acogida entre el público.
Parece que en España para ganar un concurso hay que presentar una
obra en lenguaje tímbrico, ¿qué opina de ello?
Parece que en lugar de juzgar la obra como producto musical se valora más
su presentación. He tenido enfrentamientos con los tribunales por este
tema. Pero hay que valorar el equilibrio y el trabajo contrapuntístico de
las obras a concurso.
¿Por qué cree que el público actual prefiere el repertorio
antiguo frente al contemporáneo?
Son diversas razones. Los compositores llegan muy lejos con su lenguaje.
En tiempos de Puccini, por ejemplo, el público esperaba con ánimo
la composición de una ópera nueva; hoy día nadie espera una nueva
sinfonía de ningún compositor ni ninguna ópera. El compositor ha
avanzado pero se ha producido una ruptura demasiado grande con el
público. Hoy día, el serialismo y el dodecafonismo tienen poca cabida en
las salas de conciertos porque es una música fría compuesta con la
cabeza, no con el corazón.
Por otro lado, el público tiene que hacer un esfuerzo por comprender
al compositor no conformándose con los grandes como Brahms o Tchaikovsky
sino sabiendo que detrás de cada nueva obra se esconde mucho trabajo por
parte del compositor.
La música tímbrica ya no es nueva y los efectos que hace años
llamaban la atención hoy día aburren.
¿Cómo es su técnica compositiva? ¿Sigue algún método?
Es difícil de explicar. Cada vez es diferente. Una veces lo tengo claro y
otras no. Persigo la obra hasta que la termino; no hay un sólo día que
me olvide de la obra en la que trabajo. Cualquier momento es bueno para
componer o retocar. No creo en esperar a la inspiración sino que hay que
provocarla trabajando. Llega a ser algo obsesivo.
¿Cómo un flautista consagrado llegó a ser director de orquesta?
Es un proceso lógico. Estudias un instrumento hasta que se queda
pequeño. Me ocurrió con la flauta, un instrumentos monofónico no era
suficiente. Estudié piano y composición y empezó un nuevo horizonte
hasta que llegué a conocer la gran orquesta. A veces lo directores no
trabajan lo suficiente las obras contemporáneas y los compositores
componen cosas intocables para la orquesta; llega a ser todo demasiado
teórico; la dirección de orquesta te ofrece la oportunidad de conocer la
magnitud y las posibilidades de la orquesta.
¿Fue una dificultad el cambio de solista a director?
La dirección de orquesta es una actividad muy intimidadora. Hay que estar
muy preparado musicalmente, conocer mucho repertorio, saber mucha música.
Se trata de dirigir a auténticos profesionales en sus respectivos
instrumentos y tienes que conseguir su respeto. Se llega a prender mucho
de ellos.
¿Quién se encarga de las programaciones de su orquesta?
Pongo en común mis ideas junto a un comité artístico. También tenemos
en cuenta el criterio y las solicitudes del público.
¡Muchas gracias por su entrevista, maestro!