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Número 35º - Diciembre 2.002


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CINE Y MUSICA: UN MOZART DIFERENTE

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


         A pesar del éxito alcanzado en 1984 por Amadeus, la película no llegó a satisfacer a muchos melómanos por la imagen que daba de Mozart como un adolescente descerebrado al estilo de tantos protagonistas del cine de "movidas universitarias". Es posible que fuera tras ver este film cuando el director de cine checo Slavo (Miloslav) Luther se propusiera llevar a la pantalla la "versión europea" de la vida de Mozart, realizando un trabajo de mayor complejidad intelectual que el de Amadeus, aunque tiene en común con ella que el argumento, escrito por Zdenek Mahler, tampoco respetaba al pie de la letra la realidad histórica y prefería en ocasiones dar rienda suelta a la imaginación. La película de Luther, de 1985, se llamó Olvidar Mozart (Vergiss Mozart).

La acción comienza con Mozart ya muerto, y con la presencia en su vivienda ese mismo día de su mujer, Constanze, de Schikaneder (empresario y libretista de La Flauta Mágica), del barón Van Swieten (antiguo mecenas de Mozart y encargado de la censura oficial de la corte vienesa), del compositor Salieri (presunto rival de Mozart), del médico que atendía a Mozart y del jefe de la policía vienesa, Conde Pergen, que ordena que no salga nadie de la casa hasta que esté aclarada esa extraña muerte.

El interrogatorio al que somete Pergen a los presentes nos permite conocer escenas de la vida de Mozart evocadas en "flash-back". En la primera de ellas está en un parque de Viena, originalmente pensado como lugar de convalecencia, pero que Mozart ha preparado para dar conciertos al aire libre. Asiste el emperador de Austria, José II, y músicos célebres de la corte, como Haydn y Salieri. Haydn se muestra admirado ante la música que toca Mozart y afirma que tanto él como Salieri son incapaces de crear algo así, mientras que Salieri dice que Mozart tiene demasiadas ideas y se estorban entre ellas. Hay un "torneo" pianístico donde cada uno toca su música y el emperador prefiere la de Salieri. Mozart no respeta la decisión del soberano, afirmando que la música de Salieri sólo le produce aburrimiento.

Vemos a Mozart afiliarse a una logia masónica, donde escucha un discurso que habla de la igualdad y fraternidad humana, y más tarde tocando en casa del arzobispo Colloredo, mientras los presentes (nobles, obispos...) toman la música como un fondo agradable para conversar. Mozart se niega a seguir tocando si no hay silencio y es despedido por el arzobispo de una patada. Se marchará insultando a las altas jerarquías presentes ("Malditos cabrones").

La investigación del conde Pergen llega ahora hasta un hecho curioso. El mismo día que murió Mozart, quizás incluso a la misma hora, era asesinado a puñaladas Franz Demel, conocido escultor de figuras de cera que retrató a todos los personajes célebres de su época: La reina María Antonieta de Francia, Montgolfier, el capitán Cook, el emperador José II... y por supuesto compositores como Haydn, Gluck y Salieri. Lógicamente, también deseaba un molde en yeso de la cara de Mozart para hacer una escultura suya, y así fue como conoció al compositor. Mientras prepara el molde, le cuenta que su mujer, Magdalena, desea que Mozart le dé clases.

Se recuerdan otras escenas de la vida de Mozart, como cuando fue "obligado" a casarse con Constanze por los padres de esta, con la alternativa de pasarle una pensión anual debido a la "pérdida de su honra"; o más tarde, cuando muere un hijo de ambos, al poco de nacer. También a Mozart componiendo el Fígaro (que no gusta al emperador en el estreno, pero decide que no se retire hasta que él lo ordene) y más tarde el Così, época en la que está agobiado por las deudas y pide un préstamo al Barón Van Swieten, compañero de logia; la negativa de este irrita a Mozart, que llega a dar un puntapié a su perro Bimperl, aunque inmediatamente se arrepiente de ello.

Mozart, como mujeriego que era, seduce a la mujer de Demel, que se desmaya en su presencia. Por otra parte, el propio Demel tiene un comportamiento bien extraño, representando a María Antonieta ante la guillotina años antes de que esto suceda o afirmando que a Mozart le quedan a lo sumo dos años de vida. Interesado por saber acerca del escultor y su mujer, Pergen se entera de que ella era infeliz por la negativa de él a tener hijos.

Por aquella época, Mozart está componiendo la Flauta Mágica, encargada por el empresario Schikaneder y recibe el encargo de componer La Clemenza di Tito para la coronación en Praga de Leopoldo II (quien sucede al fallecido José II) y la emperatriz María Luisa de Austria, un encargo que al menos estará bien pagado. Recibe también la visita de un misterioso personaje enmascarado que le encarga un Requiem. Mozart llega a estar aterrorizado con esa figura, y para "curarle" Schikaneder le prepara un "recibimiento" donde al llegar a casa, Mozart se encuentra a varios enmascarados que al descubrirse resultan ser mujeres desnudas. Sobre La Flauta Mágica, al decir Mozart a Van Swieten que la obra es una alegoría de los ritos masónicos, el barón no da crédito a lo que oye: no están las cosas fáciles para la masonería como para llegar a la provocación de una propaganda abierta, y además todo masón ha jurado no revelar lo que presencia en la logia, bajo pena de que "sea maldito y se le entierre en un lugar desconocido" (lo que le acabó pasando a Mozart, curiosamente).

Hay, pues, muchos posibles sospechosos: la masonería pudo ser quien envenenó a Mozart; también pudo morir al tomar mercurio como remedio contra una enfermedad venérea (la cual pudo contraer en un burdel al que llevó Salieri), pues se encuentra una botellita de mercurio en el bolsillo de Schikaneder; el médico es acusado de haberle practicado una sangría unos días antes, que le sacó tres litros de sangre (lo que era necesario, según el propio médico). Pudo ser Salieri por envidia profesional, Demel por celos (en realidad, Demel es el hombre de la máscara que le ha encargado el Requiem para irle matando de angustia poco a poco, y cuando Magdalena lo descubre, mata a su marido), Constanze por celos de las otras mujeres (ha necesitado ir a reponerse de la enfermedad venérea que presuntamente le contagió su marido), el médico debido a sus errores... Al final, los presentes acuerdan que el culpable por omisión de su muerte es el propio conde Pergen, que no protegió a Mozart si conocía las conspiraciones contra él, y este decide echar tierra al asunto y dejar como versión oficial que "Mozart murió debido a su fracaso como compositor" (!!!) y acto seguido ordena a los presentes que "olviden a Mozart".



Las hipótesis que se presentan en la película sobre la muerte de Mozart son precisamente las que se han barajado durante muchos años: su viuda contaría en 1829 a los esposos Novello que Mozart había tenido conciencia en sus últimos días que alguien lo envenenaba con "aqua toffana". La leyenda atribuyó la autoría a Salieri, por envidias, y de ahí el argumento de Amadeus; otros como Baumer llegaron a atribuir la muerte de Mozart a un castigo de la masonería por haber revelado secretos de esta. No falta la explicación de que murió a causa de las sangrías que le practicaron los médicos para curarle otras dolencias, o la muerte "accidental" debida a tomar mercurio para curarse de una enfermedad venérea. Sin embargo, parece que la pista más segura apunta a enfermedades, pues Mozart padeció varias dolencias en el último período de su vida, aunque es difícil precisar cuál le mató. La última explicación que hemos leído sobre la muerte de Mozart es que falleció por contraer una triquinosis tras comer carne de cerdo en mal estado. Posiblemente la causa real de su muerte siga siendo un misterio.

La mezcla de realidad y ficción está muy conseguida en el guión de Olvidar Mozart, aunque el aficionado sabrá, por ejemplo, que el personaje de la máscara que encargó a Mozart su Requiem no era el tal Franz Demel, escultor de figuras de cera, sino un enviado del conde Walsegg. Algo que está muy en primer plano es el componente político, pareciendo lógico que un director de lo que entonces era aún la Europa del Este destacaría en su film los elementos que mostraban en su época la lucha de clases: los poderosos ven abrirse el abismo bajo sus pies, llegan noticias intranquilizadoras de Francia, se teme por la vida de la reina María Antonieta, hermana del emperador de Austria (y eso incluso años antes de que estalle la Revolución Francesa, pues cuando se estrena Fígaro es aún 1786). Fígaro es una arenga dirigida contra el poder, La Flauta Mágica una defensa de las logias masónicas en una época en la que empiezan a estar mal vistas, cuando Mozart se niega a tocar para que los poderosos tengan música de fondo para su charla está influido por los ideales de la masonería de igualdad entre todos los hombres (en realidad se afilió tres años después del episodio en el que es despedido por el arzobispo Colloredo)... En fin, el tocar estos aspectos le da aún más interés al argumento, aunque tanta carga política puede llegar a parecer excesiva.


En el reparto, todos los actores cumplen con su cometido de manera muy satisfactoria, aunque el único conocido para el gran público será el intérprete del Conde Pergen, que es el veterano actor alemán Armin Müller-Stahl, ganador de un Oscar por su interpretación del padre de David Helfgott en la película Shine y sobradamente conocido por muchos otros papeles, generalmente como secundario, en películas de los años 80 y 90, aunque su carrera profesional dura ya más de 40 años. El intérprete del Barón Van Swieten, Wolfgang Preiss, es un rostro que será sin duda familiar a los aficonados al cine bélico, concretamente a las películas sobre la Segunda Guerra Mundial, pues en su día interpretó a los mariscales alemanes Kesselring (La batalla de Anzio), Rommel (Comando en el desierto), Von Rundstedt (Un puente lejano) y al general Brauschitz en la serie de TV Vientos de guerra, aparte de apariciones en otras películas como El día más largo. Mucho menos conocido es Max Tidof, intérprete de Mozart, pero da a su personaje mucha mayor dignidad que Tom Hulce en Amadeus.

Lo mejor de Olvidar Mozart es su parte plástica, la fotografía (debida a Dodo Simoncic, Martin Bartko y Jozef Kostal) y la ambientación, que crean un sugerente mundo dieciochesco, con jardines donde se "respira" el aire de la época, con ese mundo inquietante de esculturas de cera de Franz Demel que nos sugieren un misterio detrás de ellas, y que tan bien encaja en una sociedad en la que parece esperarse que todos se comporten con la exquisitez de las figuras de porcelana. El vestuario de Barbara Grupp y Zdenek Sansky, también excelente, ayuda a recrear un siglo XVIII perfectamente creíble.


En cuanto a la música utilizada, por supuesto la mayoría de ella de Mozart, hay que destacar el primer lugar el famoso Requiem, que suena en versiones adaptadas para hacerlo parecer más "alucinante", en vez de en la instrumentación original (Todas las adaptaciones y la dirección orquestal han corrido a cargo de Peter Breiner al frente de la Filarmónica Eslovaca). Así es el arreglo del "Dies Irae" que abre los títulos de crédito, o que vuelve a sonar en una escena de gran impacto visual, cuando los perros que habitan el monasterio deshabitado al que ha huido Mozart atacan al conde Pergen, que ha ido a buscarle allí. El "Lacrimosa", por su parte, suena en versión también "adaptada" cuando la acción vuelve al presente, mientras el cadáver de Mozart es vestido y arreglado para su último viaje y mientras Constanze recuerda cuando ella y Mozart lloraban la pérdida de su hijo (de los tres que han tenido sólo sobrevive uno - al igual que en Amadeus no se menciona que Mozart tuvo dos hijos, aunque el segundo posiblemente no sea suyo). Finalmente, volvemos a escuchar el "Lacrimosa" del Requiem en la escena final, mientras los restos de Mozart reciben sepultura en la fosa común, y en los créditos conclusivos de la película.

De las óperas de Mozart escuchamos fragmentos cantados en el teatro, pero más aún tocados al pianoforte o en diversos arreglos. Así, de las Bodas de Fígaro escuchamos el aria de Fígaro "Se vuol ballare" cantada el día del estreno, ante el Emperador; esta aria, donde Fígaro desafía al Conde Almaviva, es cantada de forma lentísima para que suene como una arenga contra las clases altas, aunque ya se ha escuchado antes en un arreglo instrumental en una de las escenas de orgía de la película. También se escucha a Mozart al teclado tocando el aria "Non più andrai" o un tema de la Obertura de esta ópera. Mozart también aparecerá tocando un tema de la Obertura del Cosí fan tutte, mientras lo está componiendo, así como del dúo "Prenderò sul brunettino". De la Flauta Mágica, en el teatro vemos a Sarastro cantando su aria con coro "O Isis und Osiris" y previamente hemos oído a Mozart tocando el aria de Tamino "Wie stark ist nicht dein Zaubertön".

En otras obras vocales aparte de las óperas y del Requiem, el "lied" que canta Magdalena Demel en el invernadero donde están las esculturas de cera de su marido, antes de caer bajo la seducción de Mozart, es Ridente la calma K 152 (por cierto que los subtítulos de la canción, en la emisión de Televisión Española, no se parecen ni por lo más remoto a lo que allí se dice). El Ave Verum K 618 es interpretado por Mozart al órgano rodeado por un coro de niños que parecen los antepasados de los actuales Wiener Sängerknaben, escena que compone un icono muy logrado, dentro del tópico, y que será interrumpida por el misterioso visitante de la máscara que desea el Requiem. También se ve a Mozart dirigiendo la Cantata Masónica que escribió para su logia vienesa.

Otras músicas de Mozart que suenan en el film: en su "concurso pianístico" contra Salieri, la música que toca en el parque es una mezcla de sus Fantasías K 475 y K 397; lo que interpreta Magdalena cuando Mozart la conoce, después que su marido ha dicho que desea tomar clases, es el Andante de la Sonata Fácil K 545; la música que Mozart se niega a seguir tocando ante los nobles y obispos que no guardan silencio es el Cuarteto con piano nº 2, K 493, que los tres instrumentistas de cuerda continúan interpretando, sin la parte del piano, después de la marcha de Mozart. Por último, al igual que en Amadeus aparecía la Pequeña Serenata Nocturna de un modo algo heterodoxo (tocada por Salieri ante su visitante en el asilo, y tarareada por este), también en Olvidar Mozart aparece esa música de modo un tanto "especial", silbada por Demel cuando está preparando el molde de yeso de la cara de Mozart.


Las virtudes de Olvidar Mozart coinciden con los defectos de Amadeus, y viceversa. La riqueza visual e interés "a priori" de la película checa se ven lastrados por una pesadez narrativa debida en parte a los diálogos, con una investigación policial de Pergen donde estos suenan llenos de tecnicismos burocráticos, y con escenas interminables, como el moldeado en yeso de la cara de Mozart, que rompen cualquier ritmo narrativo; también la carga ideológica puede parecer excesiva, aunque al menos interesa como novedad después de ver tantas películas donde este elemento está totalmente ausente. Por otra parte, la envidiable agilidad narrativa de Amadeus, lo bien elegida que está la música y el interés que consigue despertar por Mozart hasta en los públicos más reacios tienen como contrapartida el infantilismo del argumento. Acaso esas sean las virtudes y defectos típicos de los cines europeo y norteamericano, y ambos estén condenados a no encontrar nunca un punto medio que tome las virtudes de cada uno y prescinda de sus defectos. En todo caso, bien merece la pena un visionado de Olvidar Mozart para conocer la otra mitad de lo que podría ser la hipotética película ideal sobre Mozart. Una cosa sí está clara, el conde Pergen se equivocó de plano y Mozart nunca será olvidado.