|
|
Un segundo reparto de primera Por
Víctor Pliego de Andrés.
Lee su curriculum. Le
nozze di Figaro. Ópera bufa en cuatro actos. Música
de Wolfgang
Amadeus Mozart. Libreto
de Lorenzo
da Ponte, basado en La folle journée ou le mariage de Figaro de
Pierre-Augustin Beaumarchais. María José Moreno (Susanna); Simón Orfila
(Fígaro); Ana Ibarra (Condesa de Almaviva); Juan
Jesús Rodríguez (Conde de Almaviva); Ruxandra Donose (Cherubino); Begoña
Alberdi (Marcellina); Donato di Stefano (Dr. Bartolo); Enrique Viana (Don
Basilio). Director de escena, escenógrafo y diseñador de iluminación:
Marco Arturo Marelli. Director Musical: Antoni Ros Marbà. Figurinista: Dagmar
Niefind-Marelli.
Coro y Orquesta
Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid). Teatro Real de
Madrid, 12 a 23 de enero de 2003. Nueva producción
del Teatro Real. La nueva producción del Teatro Real para Las bodas de Fígaro ha contado con un doble reparto, como viene siendo práctica habitual con algunos títulos. De este modo se pretende ofrecer al público la oportunidad de escuchar a jóvenes cantantes. En esta función, el segundo reparto fue de primera. Aunque no escuché al primero, dudo que tuviera nada que envidiar. Todos los jóvenes cantantes del segundo tienen unas excelentes cualidades musicales e interpretativas, un claro perfil operístico, un gran talento y mucho entusiasmo. La juventud no tiene por qué ser una ventaja ni un inconveniente, aunque unos cantantes acumulen más éxitos y experiencias que otros. De hecho, y debido a ajustes de última hora, María José Moreno, que ya ha desarrollado desde hace años un reconocida carrera, interpretó el papel de Susanna con ambos carteles plasmando toda su gracia e inteligencia. Los artistas dominaron con arte sus papeles en una obra de tanta dificultad y tan llena de matices como es esta, uniendo a su calidad vocal una interpretación divertida. Simón Orfila creó un Fígaro nervioso, Ana Ibarra, una Condesa prudente y Juan Jesús Rodríguez, un Conde lleno de morbo. Los papeles secundarios estuvieron también muy bien defendidos, gracias a una selección acertada de sus correspondientes intérpretes, cuyo perfil se ajustó perfectamente a sus personajes. Hubo en esta función buena música, buenas voces, muy buena dicción (¡afortunadamente!) y mucho teatro. La puesta en escena de Marco Arturo Marelli, que también firma los decorados y la iluminación, fue de magnífica. Introdujo ciertos toques innovadores, pero sobre todo ofreció una lectura despierta y respetuosa del genial libro de Lorenzo Da Ponte. Es un montaje que realza las excelencias de la obra con golpes de humor directos pero al mismo tiempo refinados. Cabe destacar un bello colofón con un brindis alrededor de una mesa bien vestida e iluminada con candelabros, que además sirvió para subrayar los aplausos de manera genial. Unos paneles móviles dieron viva y variedad a la escenografía, conjugando cierto barroquismo con una idea orgánica de la arquitectura del espacio, muy bien perfilada con una precisa iluminación. El vestuario de Dagmar Niefind-Marelli, austero pero divertido, estuvo a tono con el estilo que inspiraba la producción en todo su conjunto. La orquesta tocó bien bajo la batuta solvente y detallista del maestro Ros Marbà. El chispazo mágico unió todas las piezas del puzzle, que encajaron en un gran espectáculo de ópera. La producción fue redonda he hizo disfrutar al público. (Fotografía
de Javier del Real)
|