|
|
Sed de ópera Por
Víctor Pliego de Andrés.
Lee su curriculum. Bastien
und Bastienne. Singspiel en un acto. Música
de Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto de Friedrich Wilhelm Weiskern y
Johann Heinrich Müller basado en M.J.B. Favart y H. de Guerville. Javier
Alonso (Bastien); Ana Nebot (Bastienne); Celestino Varela (Colas); Emilio
Aragón (Narrador). Director de escena, vestuario y elementos escénicos:
Emilio Sagi. Director musical: Andrés Zarzo. Iluminación: José Luis
Canales. Orquesta Escuela de la Orquesta
Sinfónica de Madrid. Teatro Real de Madrid, 15
a 19 de enero de 2003. Nueva producción
del Teatro Real. Ópera en familia, "De padres a hijos", es una iniciativa con la que el Teatro Real pretende acercar el mundo de la lírica a niños y jóvenes de forma que puedan disfrutarlo en compañía de sus padres o familiares. En enero se han ofrecido cuatro funciones del breve Singspiel que compuso en su infancia Mozart, Bastián y Bastiana, a unos precios muy populares (6 euros las entradas para niños y 12 para adultos). La iniciativa ha sido un éxito y ha registrado una gran respuesta de público, que ha llenado todas las funciones. Probado queda que hay en Madrid sed de ópera. Es algo que afecta a todos y pienso que funciones de este tipo, breves, divulgativas y con entradas económicas, atraerían a un público adulto regularmente, sin necesidad de tomar a los niños como coartada... Creo que en realidad estas funciones han satisfecho a los papás que tenían el secreto anhelo de iniciarse en la ópera, más que a los hijos, que cuentan con otras distracciones. En una encuesta personal y lógicamente limitada, pude comprobar que muchos padres quedaron encantados y sus hijos más bien aburridos. (De todas formas, el aburrimiento no es malo: es fuente de descubrimientos y de reflexión.) El montaje fue sencillo relativamente, pues a pesar de su austeridad pudo contar con los deslumbrantes medios de que dispone el coliseo madrileño. Los jóvenes cantantes hicieron unas interpretaciones correctas, con algunos problemas de pronunciación del alemán cantado, que resultó en su mayor parte incomprensible. En la parte artística sobresalió la calidad de la Orquesta Escuela de la Sinfónica de Madrid, dirigida con seguridad y maestría por su fundador y responsable, Andrés Zarzo, que hizo un trabajo impecable. La ópera no constituye el repertorio óptimo para trabajar con una joven orquesta, pero en este caso el resultado fue excelente y alimenta nuestras mejores esperanzas sobre el futuro inmediato de la orquesta, formada por jóvenes artistas y estudiantes llenos de talento. En la dirección escénica, Emilio Sagi optó por americanizar la historia con elementos tipo "Las Vegas", presentando a Bastián como chulito rockero. No creo que esta "actualización", por otro lado graciosa y de calidad, facilite la aproximación del texto a los neófitos, que seguramente esperaban una visión de la ópera más tradicional. Fue una pena que la función se desarrollara en el proscenio, frente a unos paneles, sin que el público tuviera la oportunidad de contemplar el opulento telón del teatro y su siempre sobrecogedora apertura. Éste y otros elementos constituyen un rito y marcan una gramática teatral que en los primeros pasos convendría conservar. La pieza fue cantada en alemán y el texto hablado en castellano, en una versión innecesariamente vulgarizada que nadie firma en el programa. Los sobretítulos adoptaron un simpático tono de cómic. Con el fin de centrar la atención, se contó con la colaboración de Emilio Aragón (hijo) como presentador. Sus intervenciones fueron toscas y no aportaron ningún interés a la función, aunque su presencia en el Real otorgó una gran resonancia mediática al evento. ¿Era necesario? ¿Hubieran llenado también la sala sin la presencia de este triste personaje televisivo? Empresas así son imprescindibles y han de extenderse para atraer nuevos públicos a la ópera, tanto jóvenes como mayores. Pero también hace falta abordarlas con unos criterios mucho más refinados. No todo vale, ya que la finalidad concreta impone un rigor añadido a la libertad artística. La divulgación cultural tiene sus propias exigencias, que no son pocas ni menudas. (Fotografía
de Javier del Real)
|