Revista mensual de publicación en Internet
Número 37º - Febrero 2.003


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Música propagandística

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.

 

Música para las grandes celebraciones. Conmemoración del Bicentenario de la devolución de Menorca. De la Paz de Aquisgrán (1748) a la Paz de Amiens (1802). Obras Georg Friederich Haendel, Manuel Espinosa, Luigi Boccherini y Blas de Laserna. La Capella Reial de Catalunya. Le Concert des Nations. Solistas: Adriana Fernández, Marília Vargas, Mercedes Hernández, Lluís Villamajó, Francesc Garrigosa, Iván García. Dirección y concepción del programa: Jordi Savall. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 28 de enero de 2003.

Jordi Savall añade a sus muchas y grandes cualidades artísticas su talento político, su facilidad mediática y su capacidad organizativa. Aunque los conciertos con instrumentos de época estén muy de moda, son pocos los artistas que tiene la atracción que ejerce Savall. Es un violagambista muy reputado que ha logrado una insólita sintonía con los medios de comunicación, por cuya gracia consigue movilizar recursos insospechados para hacer montajes suntuosos. Combina sus conocimientos del pasado con otras habilidades muy actuales. El Tratado de Amiens supuso la devolución en 1802 de Menorca a España y para recordar este bicentenario, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales promovió el año pasado diversos actos e iniciativas. Jordi Savall fue el encargado de organizar un concierto celebrado en el Teatro Principal de Mahon el 8 de agosto del 2002 que ha llegado meses después al Auditorio Nacional de Música de Madrid con un programa casi idéntico. La música de encargo siempre ha estado presente en las grandes celebraciones y esta iniciativa recupera no solo el repertorio, sino el propio hecho en si, gracias a la utilización política de la música. El aparato gubernamental ha facilitado los recursos para esta opulenta producción que ha reunido a un nutrido e infrecuente contingente de intérpretes especializados en música antigua bajo las órdenes de Savall: los magníificos y variados instrumentistas de Le Concert des Nations y las voces solistas y coro de La Capella Reial de Catalunya. La selección del repertorio ha sido curiosa y pertinente. La sesión se abrió con la conocida Música para los Reales Fuegos Artificiales que Georg Friederich Haendel compuso para celebrar en 1748 la Paz de Aquisgrán. Es una música muy conocida que nos descubre con los instrumentos de época nuevos matices. También sonó La musica notturna di Madrid de Luigi Boccherini, originalmente escrita para quinteto de cuerdas en una curiosa orquestación sugerida sin duda por la pompa de la ocasión. Pero las dos piezas más singulares del programa fueron sendas tonadillas escénicas rescatadas de la Biblioteca Municipal de Madrid. Manuel Espinosa (1730-1810) compuso en 1782 La batalla de Mahón, tonadilla a dúo y coro que glosa aquel hecho, en el que Inglaterra fue derrotada, con "un sabroso diálogo entre una maja y un soldado". Blas de Laserna (1751-1816) es al autor del Fin de Fiesta de las Funciones Reales celebradas en Barcelona en 1803, con motivo de la boda del príncipe Fernando (futuro Fernando VII) y la princesa Carolina de Borbón. Las tonadillas escénicas pertenecen a un género menor poco interpretado pero lleno de gracia, salero y sabor. Tal vez estos ejemplos, escogidos por razones circunstanciales, no pertenezcan a lo más selecto del repertorio, pero su recuperación tuvo cierto interés. Los instrumentistas reunidos eran de calidad y, por su número, adecuados a la ocasión y al amplio espacio de la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música. Hubo cuerdas y continuos variados, pero también trompas, trompetas y timbales, flautas, oboes y clarinetes, castañuelas, percusión ¡e incluso un insólito contrafagot! Los instrumentos de época sonaron con todo su colorido a pesar de los patinazos, o tal vez caprichos, del maestro con los tempi. Por contra, las voces no estuvieron a la misma altura ni por sus características intrínsecas ni por su interpretación, que fue totalmente sosa y carente de la necesaria teatralidad. Sobresalió el bajo venezolano Iván García, porque fue el único que ofreció algo de actuación, voz y claridad.  Esta desigualdad entre voces e instrumentos pasó desapercibida entre el extraño público que la Sociedad Estatal reunió para llenar el Auditorio Nacional con sus fastos, y que aplaudió entre intrigado y sorprendido.